Cafetería Trevi

CRÓNICA

Vecinos y locatarios del edificio de Colón número 1 emprendieron un proceso legal. Fueron notificados de la venta del lugar el pasado 1 de marzo; les pidieron 80 mdp y tienen hasta el 30 de marzo para liquidar, una táctica buitresca.

La cara más baja de la podredumbre humana: la pretensión. (Ilustración: Luis M. Morales)
Susana Iglesias
México /

La sombra de un sin techo llora en la Alameda junto a una fuente descompuesta, las puertas se cierran, minutos antes un sonidero retumbaba en la noche del Trevi, personas ríen y en esa risa asoma la alegría entre la tragedia. Pese al dolor, todos van a casa, excepto la sombra.

Las fuentes de la Alameda huelen mal, me asombra la facilidad del olvido, la reciente “remodelación” de 2012 es apenas perceptible, tardó casi nueve meses, cobró pérdidas enormes para los restaurantes y cafeterías de la zona, ¿quién los indemnizó? Nadie. Un jefe de Gobierno informó en aquel año que evitaría el regreso de los ambulantes e indigentes, de paso a la comunidad gay y transexual, a las muchachas utilizadas para servidumbre que acudían a los bares de la zona, ¿la primera acción de su “limpieza social”? Echarlos. Huelen peor las fuentes que ellos, para este país clasista: ellos no están a la altura de Nahui Olin con su abrigo raído y un ramo de gatos muertos deambulando entre las bancas de la Alameda, alimentando ratas y gatos ferales, vendiéndose para subsistir. Los sin techo, marginales, los locos que no piden nada del mundo, valen menos que una bolsa de basura para una masa social hipócrita que condena al anormal. La cara más baja de la podredumbre humana: la pretensión. Llegó la luz a la zona, con ella los turistas, los snobs, los pijitos que no se conforman con tener pizzerías en la Condesa, Santa Fe, Roma o Polanco. Estamos tan acostumbrados a que nos aplasten, a que decidan lo que se hace en nuestras calles, que a veces duele levantar la cara del piso cuando se trata de los derechos más básicos. La vivienda es un derecho, no es un privilegio.

No existe un censo de desplazados en la zona debido al proceso de gentrificación, fue tan lento que cuesta trabajo creerlo, visibilizarlo, los inofensivos paseos ciclistas son parte de este proceso asesino, a un ciclista de domingo en Centro no le importa el mesero que trabaja y que por los cierres viales en Reforma llega tarde pese a que se levanta a las 5 de la mañana porque vive en Ecatepec, Estado de México, ese mesero deberá cubrir horas extras más un descuento. A ese ciclista que usa el auto toda la semana no le interesa el planeta, es una postura cretina. No entiendo la razón para no poner una demanda a los procesos ladrones burocráticos y políticos de la ciudad, tal vez el miedo de los locatarios impidió pronunciarse fieramente ese 2012. En Estados Unidos un caso similar sería digno de una demanda millonaria. Cuando cerraron el Cine Club presentíamos el inicio de un proceso de “limpieza”, después cerraron el “internet”. Los proyectos en la calle Dr. Mora, como Barrio Alameda, al que por cierto, le falta barrio, Cancino, Panadería, cuyos empresarios no pagan seguridad a algunos empleados que accedieron a hablar conmigo, me comentaron que los hacen cubrir turnos que rebasan las horas legales por día, todos estos empresarios rapiñeros han afectado a locales maravillosos como el Horreo. La competencia desleal produce lástima, es una prueba de la más baja miseria social. Las legendarias Tortas Robles, patrimonio del Centro Histórico, emprendieron un acto combativo el miércoles 5 de septiembre gracias a la intervención de Culinary Backstreets, que ofreció pagar todas las tortas de milanesa que las personas pidieran entre la una y dos de la tarde, para recaudar fondos, la enorme fila fue emotiva. Estas acciones vecinales crean una fuerza imposible de detener.

Los vecinos y locatarios del edificio de Colón número 1 emprendieron un proceso legal debido a que fueron notificados de la venta el pasado 1 de marzo, les pidieron 80 millones de pesos, dándoles como plazo hasta el 30 de marzo de 2018 para liquidar, una táctica buitresca predecible, sosa. El edificio lo han comprado con personas dentro, pretenden desalojar a sus habitantes y locatarios con contratos vigentes, un grave atentado a los derechos humanos. Carlos Acuña, habitante de este edificio, luce fuerte, un privilegio escuchar su testimonio, al lado de sus vecinos genera algo insólito en un siglo decadente: unión. Genera lo que hace muchos años no veía en nuestro barrio. Esta semana han quitado también un anuncio en la calle de Allende, Equipajes León, lo echaron a la basura, “porque está viejo, ya no sirve”. La nostalgia es una forma de existir, de permanecer en el mundo. No existe otro Café Trevi y su número 58 pintado en uno de sus cristales. Algunos vecinos y locatarios ingenuos pensaron que la remodelación les traería fortuna, sí sucedió, no para ellos, llegó a los bolsillos de los gentrificadores, se rumora que algunos vienen de países como Venezuela a comprar nuestros edificios, perdonen que use la palabra nuestros, los que viven aquí entenderán. Ojalá esos apátridas recuerden los motivos de su exilio antes de echar a alguien. Lograr éxito económico aplastando a otros más vulnerables es digno del más profundo asco.

Si estás aburrido de una vida vacía como la que tienes: puedes ir a Interlomas, no es necesario que ensucies tus pies en nuestro barrio, es nuestro, les guste o no. El desplazado por la violenta gentrificación es un problema social grave, pueden intentar permanecer ciegos, hacernos creer que estamos contra el “progreso”, pueden decir lo que quieran, les permitimos existir porque nosotros no somos tan viles como ustedes: los que compran edificios para hacer oficinas de coworking, están tan solos, su necesidad de afecto es tanta que necesitan pagar para sentirse acompañados por otra manada sin inteligencia, podrían trabajar en casa, ¿cuál es el público de estos negocios?, ¿qué clase de arquitectos subnormales se prestan a estas atrocidades? Ustedes: los que hacen hoteles boutique, lofts de mal gusto, restaurantes de comida pálida con nombres tan ridículos a la par de sus patéticas vidas. Ustedes lanzan a personas de más de 80 años de edad a la calle. La señora Victoria, tras más de 50 años de vivir en el edificio del Trevi (muchos huyeron en 1985), salió el domingo 2 de septiembre. Ustedes creen que un departamento menos es una batalla ganada, la miseria vulgar que padecen es incurable. El dinero no los puede abrazar. El desplazado tiene muchas batallas ganadas contra la pobreza espiritual de los idiotas. Entre extraños nos hemos aliado ante el dolor de un desalojo. Ustedes están del otro lado, de los golpeadores a sueldo que nunca sanciona la policía.

Los infames arrojaron el piano de la maestra Preciado en la fachada catalogada de Revillagigedo número 77, tras un brutal proceso de despojo contra sus habitantes, el silencio de las autoridades es doloso. Ustedes la enviaron al asilo en el que está ahora, tiene más de 80 años. Destrozaron su vida. Ustedes son eso: el rostro más asqueroso de la violencia social. Me gustaría saber quién tiene 80 millones de pesos. Una acción pertinente sería investigar a fondo a todas las personas involucradas en estos proyectos, ¿quiénes son los que compran edificios con tal facilidad?, ¿de dónde proviene su dinero?, ¿quiénes son los arquitectos y contratistas a cargo? Negocios aparentemente inofensivos traen graves problemas a la zona, no deberíamos olvidar actos delictivos como el que ocurrió en el Black de la colonia Condesa. En el Trevi escribí mucha poesía en los 90, forma parte de mi historia como escritora, me gustaba beber café con el Dr. Netz, un poeta que en aquella época tenía más de 60 años, sin techo, con 13 perros que levantó de las calles, tenía una vida más interesante que Carmen Mondragón o Diego Rivera. En junio de 1994 nos corrieron.

—Tú puedes entrar, él no.

No volví, nueve años más tarde, una noche, todo salió mal en Garibaldi, esperé a que abrieran sentada al lado de la puerta. Pedí un café, me quedé dormida en la mesa, la bondad con la que cuidaron mi sueño sanó aquella ofensa hacia uno de mis mejores amigos que desapareció como tantas personas que he admirado. A veces me gusta sentarme en sus sillas rojas, entender aquellos confusos años, nunca llego a ninguna conclusión. Permanecer es un acto de valentía. No podrán comprar la memoria colectiva, son una plaga. Parásitos con chequera, les recuerdo algo: aquí gobiernan dioses más antiguos. Centro: confío en tu fuerza descomunal que escupe tarde o temprano a los invasores, a los que no pertenecen.

* Escritora. Autora de la novela Señorita Vodka (Tusquets).

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