El flautista Horacio Franco regresó al Festival Internacional Cervantino (FIC) después de cinco años de ausencia. El músico se presentó con la Orquesta Filarmónica de Acapulco, en la 47 edición de la llamada “fiesta del espíritu”.
Esta agrupación, explicó, lo une gracias a sus orígenes y lazos de sangre, ya que la mamá era de Chilapa, Guerrero. “A eso se debe mi vinculación con la Filarmónica de Acapulco, una de las mejores orquestas de México y, gracias a ello, me invitaron a tocar este miércoles en el Teatro Juárez”.
Comparte que jamás ha ido a la tierra natal de su mamá, quien el pasado 9 de octubre hubiera cumplido 96 años: “Nunca fui a Chilapa, ella salió de ahí desde muy niña. En 1930 se vino a México, se vino caminando de Guerrero a México con su mamá, quien acababa de enviudar, así que tomó a sus cuatro hijos y se los trajo a Ciudad de México”.
La historia que narra es que su abuela decidió salir huyendo, debido a que los hermanos de su marido querían que se casara con uno de ellos. “Mi abuela dejó a sus hijos en Iguala con una prima, y ella vino a buscar trabajo y, como no sabía leer ni escribir, trabajó como sirvienta”.
Por esa razón Franco no ha visitado dicho sitio, aunque confiesa que sueña con poder ir. “Incluso el maestro Eduardo Álvarez, el director de la Orquesta Filarmónica, cada vez que voy a Acapulco me invita a conocer Chilapa para tocar con él, pero ahorita como está la situación por allá es muy difícil con tanto cártel y guerrilleros, y tantas cosas que están sucediendo en Guerrero, mejor no: no me quiero morir sin conocer Chilapa”.
En tanto se anima a visitar esas tierras, el músico interpretó en el Teatro Juárez el Concierto para flauta de pico, que le escribió especialmente el compositor israelí Michael Wolpe.
Franco ofrecerá también el concierto La flauta y los teclados en el Barroco, el 19 de octubre en el Templo de la Compañía, en contexto del FIC.