1. Escribir o leer cuentos largos acorta la vida. Porque tiene uno que buscar tema o encontrarlo en la multitud de temas que ofrece la vida.
2. Escribir o leer cuentos cortos no alarga la vida, pero la enriquece. Porque se te ofrecen las mil posibilidades de identidad que se te abren súbitamente.
3. En la naturaleza del cuento corto está el ser caprichoso, imprevisible e impuntual. No le gusta ser citado, previsto, preparado. El cuento corto simplemente sucede, como sucede el amor, el odio, la sorpresa o la incapacidad de cambiar.
4. Que no te digan que el cuento corto no es profundo. Replícales con este, cortísimo y de quién sabe quién, que trata de toda la condición humana: “Nació, vivió, murió”. En realidad, eso es lo más importante que le ocurre a uno y el problema se abre cuando se destripan esas palabras.
5. No creas que suprimiéndole palabras a un cuento largo obtendrás un cuento corto. El cuento corto suele nacer ya con su justo número de palabras. Por ejemplo: el penúltimo capítulo del Ulises de Joyce podría ser un cuento de no más de 200 palabras, pero el autor lo desarrolla en infinidad de anécdotas que podrían ser otros tantos cuentos, mientras que en “El Aleph” de Borges, un cuento, caben todas las potencialidades novelísticas.
6. Un cuento, si corto, dos veces buen cuento. Esto es tan evidente que no necesita que se prolongue en más palabras.
7. Más vale cuento corto volando por los aires que novela larga arrastrándose por tierra. Por algo hay velocidades de la prosa y algunas novelas parecen haber nacido para tomar el café en casa mientras se lava la ropa en la lavadora automática, cuando otras veces ocurren en el tiempo de un pestañeo, aunque éste sea de varios siglos.
8. El que a cuento corto mata… quizá de novela larga muera. No sé por qué escribí esto. Componer un decálogo no garantiza nada, salvo que el escritor se siente tentado a ser un dictador en el peor sentido de esta palabra.
9. Un cuento de 50 páginas es un cuento corto si está narrado con la máxima velocidad. (Pero debes saber que es dificilísimo, prácticamente imposible, lograr esa velocidad en 50 páginas.)
10. Dios, si existiera, sería un cuento corto… aunque eterno. Lo cual indica que el presente decaloguista es ateo, pero eso no le impide abandonarse a los delirios religiosos si religión significa de origen ligar todas las cosas, las estrellas, los mitos, las ideas, las figuras, etcétera, en una sola imagen o identidad extraña que justifique su vida y su ocupación fantasmagorizante.
Como decía Groucho Marx (el mejor Marx que nos otorgaron los siglos): “Si a ustedes no les gusta lo que dije, tengo otras cosas que decirles, quizá contrarias”. Así pues, este decálogo puede no ser respetado y se le puede volver en sentido contrario como un guante o un calcetín. El autor se justifica diciendo que uno debe abandonarse a la voluntad de las palabras, como en un surf mental, dejando que éstas vayan a donde quieran, pero uno debe mantener un cierto equilibrio sobre la tablita. La elaboración de cuentos se convierte así en un deporte intelectual de alto grado y el riesgo sería perder ese equilibrio cuyo carácter es el de cada cuento.