‘El bramido de Düsseldorf’

La Crítica/Teatro

Sergio Blanco viene trabajando una línea potente e innovadora de la dramaturgia contemporánea mundial que es la autoficción, en la cual el autor mismo se pone en el centro del relato teatral.

Sergio Blanco aborda los límites del arte, la representación de la sexualidad y la cuestión de la búsqueda de Dios. (Especial)
Jaime Chabaud Magnus
México /

Huella indeleble de mi reciente visita a la Universidad de Buenos Aires fue coincidir en la misma ciudad con uno de mis colegas más apreciados de la dramaturgia mundial, el uruguayo Sergio Blanco, quien pasaba por el Teatro San Martín con su obra de (más o menos) reciente cuño, El bramido de Düsseldorf, de la cual no sería descabellado que podamos gozar en México. Sergio, de quien se ha publicado en nuestro país Cassandra y Tebas Land, sostiene una actividad febril entre París y Montevideo, amén de ser solicitado por varios países como autor y pedagogo de la dramaturgia.

El bramido de Düsseldorf relata la agonía y la muerte del padre de un autor teatral en una clínica de Düsseldorf, ciudad a la cual este dramaturgo ha viajado para llevar adelante un proyecto incierto. A medida que la pieza avanza, se irán entrecruzando en un vertiginoso juego teatral, las tres posibles hipótesis por las cuales el dramaturgo se encuentra en Düsseldorf: su asistencia a la inauguración de una exposición sobre Peter Kürten —el célebre asesino en serie alemán de principios del siglo XX conocido con el apodo de El vampiro de Düsseldorf— para la cual el autor ha escrito el catálogo, la firma de contrato como guionista de películas pornográficas con una de las productoras cinematográficas más importantes de la industria porno europea, o la conversión al judaísmo por medio de su circuncisión en la famosa Sinagoga de Düsseldorf. De esta forma, paralelamente al tema de la muerte del padre —que será central—, el texto abordará también los límites del arte, la representación de la sexualidad y la cuestión de la búsqueda de Dios.”

Sergio Blanco viene trabajando una línea potente e innovadora de la dramaturgia contemporánea mundial que es la autoficción, en la cual el autor mismo se pone en el centro del relato teatral. Un referente mexicano espléndido, para que el lector construya coordenadas, sería Montserrat de Gabino Rodríguez del colectivo Lagartijas Tiradas al Sol. Parienta del biodrama y del “teatro personal”, aquí se despliega una dramaturgia inteligente que el escritor emplea para jugar con el espectador al gato y al ratón porque le será muy difícil a éste desentrañar un concepto tan poco digno de crédito hoy día como es “la verdad”. Pero la obra de Blanco va mucho más allá, pues en el centro está la relación padre-hijo (y la ausencia materna) que catapulta los juegos de metateatralidad con una enorme maestría. El imperdible elenco está conformado por Walter Rey, Soledad Frugone y Gustavo Safores.

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