Creí que Marcial Maciel era un santo: Elena Sada

Milenio A Fondo

Con su novela Ave negra, publicada por Madre Editorial, la escritora mexicana busca, más que denunciar, advertir a las familias sobre los peligros que implica la organización de los Legionarios de Cristo.

Elena Sada conoció a Marcial Maciel cuando tenía seis o siete años. (Especial)
Ciudad de México /

Elena Sada conoció a Marcial Maciel cuando tenía seis o siete años, en una reunión en la que participó su mamá. A los 18 ingresó al Regnum Christi (RC), movimiento asociado a la orden religiosa Legión de Cristo, fundada por Maciel el 3 de enero de 1941, en donde fue consagrada y alcanzó los más altos grados de dirección permitidos a una mujer. En 2001, a los 37 años, abandonó el movimiento, en medio de una profunda crisis espiritual y psicológica; desde entonces se ha empeñado en rehacer su vida, en reflexionar sobre su participación en el RC y en las reglas que rigen a los legionarios, a los que considera una secta que controla radicalmente a sus miembros.

Elena Sada cuenta sus experiencias dentro y fuera del RC en el libro Ave negra. La historia de una mujer que sobrevivió al reino de Marcial Maciel, punto de partida de esta conversación.

¿Qué mensaje deseas transmitir al contar tu historia en Ave negra?

Son tres. El primero es un mensaje de perdón. Quise gritar a los cuatro vientos para que me perdonaran las personas a quienes introduje al Regnum Christi. El segundo fue un mensaje de advertencia: los abusos de narcisistas y grupos abusivos no son cosa del pasado, continúan sucediendo. Y el tercero, un mensaje de esperanza: no importa cuán terrible sean los sufrimientos del pasado, si uno le da nombre a lo que pasó, puede reinventarse y aceptar al nuevo yo, resultado de la suma de toda nuestra vida pasada.

¿Tu libro pretende ser una denuncia de lo que ocurre en el Regnum Christi, que forma parte de los Legionarios de Cristo?

No exactamente una denuncia; al escribir el libro, muchas de las principales denuncias contra Maciel y la orden ya estaban hechas; que la gente no quisiera creerlas, ya es otra cosa. Yo más bien quise —como ya lo comenté— advertir, crear conciencia sobre los daños ocasionados por crímenes como el abuso sexual y el lavado de dinero.

¿Podrías especificar cuáles son los principales crímenes que ocurrían, o continúan ocurriendo, en esta organización?

Entre los más graves están los abusos sexuales a menores por parte del fundador (Marcial Maciel) y de docenas de sacerdotes y seminaristas. Hasta hace relativamente poco tiempo continuaban los acosos sexuales y emocionales a niñas, niños y adultos, y esa práctica de engatusar a los jóvenes y crearles dependencias emocionales para hacerlos aceptar cualquier cosa que exigieran los sacerdotes. En la época de Maciel fueron comunes los delitos de extorsión, que continuaron después de su muerte. Otro crimen muy doloroso para las víctimas fue la traición institucional. Esto es, que la institución que prometió protegerte, al enterarse de los abusos, te desmienta o pretenda aminorar el daño llamándole “violación de límites” cuando en realidad se trata de abuso y acoso sexual o manipulación psicológica.

Los líderes actuales, por desgracia, me consta por el caso de tres víctimas con las que he estado en contacto, han incurrido en esta actitud. Públicamente redujeron la importancia de esos crímenes, haciendo parecer como si ellas hubieran sido las culpables de que ocurrieran. Esto es algo que hace todo narcisista abusivo y que la orden continuó haciendo después de Maciel.

¿Dónde y a qué edad viste por primera vez a Marcial Maciel? ¿Qué impresión te causó?

Era una niña de seis o siete años cuando lo vi por primera vez. A partir de ahí lo seguí viendo unas dos veces al año, cuando iba a Monterrey. Después, ya consagrada, lo veía en Roma o Estados Unidos. Yo lo creía un santo, como pregonaban todos los que lo conocían, incluida mi madre y mucha gente buena en Monterrey. Hasta el Papa lo llenaba de elogios.

Durante tu estancia en el Regnum Christi, Marcial Maciel te escribió varias cartas. ¿Qué te decía? ¿Cuál era el tono de esas cartas?

Recibí muchas cartas de él, pero ya no las tengo. Pedí copias a la orden, pero no me las dieron. En general, me escribía en respuesta a lo que yo le comunicaba cuando tenía una crisis. Recuerdo bien una en la que me dice, respondiendo a mi petición de abandonar la orden, que en conciencia no podía darme la bendición para hacerlo, porque él sabía que ningún amor humano me satisfaría como el de Dios, que el amor de un hombre sería como un charco comparado con el infinito mar del amor de Dios.

En una foto que aparece en tu libro, te muestras arrobada escuchando a Maciel. ¿Por qué te impresionaba tanto?

Tenía una voz dulce, serena, templada, aunque lo que dijera fuera tan fuerte como llamar parásitos a los legionarios o consagradas que no conseguían nuevos reclutas, o descalificar como locos a sus supuestos enemigos.

En Ave negra afirmas que el Regnum Christi y los Legionarios son una secta. ¿Lo siguen siendo con Marcial Maciel muerto?

Creo que sí; diría lo contrario si hubieran mostrado empatía sincera con las víctimas. La Legión sacó un comunicado el pasado 26 de febrero, con unos documentos que pretenden ser una guía de cara a su renovación y a la sanación de las víctimas. El comunicado tiene ideas evangélicas muy positivas, pero es importante resaltar que “los padres capitulares”, autores de dicho documento, son un grupo en el que no hay pluralidad real de perspectivas ni poderes; se trata de un grupo cuyos integrantes han sido gobernantes de la orden, los mismos a quienes se les acusa de negar, minimizar o ignorar los crímenes y abusos pasados. Además, un documento-guía, considerando la magnitud del daño emocional y psicológico que han y siguen infligiendo, debería ser diseñado no por canonistas y abogados sino por profesionales de la salud mental y por las mismas víctimas. Entonces vemos, una vez más, a una Legión autorreferencial, que se reúne para diagnosticarse y tratarse, para ponderar y “resolver”, poniéndose a ellos mismos como protagonistas del diseño y el plan, lo cual es un reflejo de la arrogancia que heredaron de Maciel.

En el libro cuentas varias historias protagonizadas por Maciel en las que aludes a su pedofilia, a sus relaciones con mujeres jóvenes, a sus hijos, a sus adicciones, entre ellas el lujo y las drogas; sin embargo, adviertes que son imaginarias. ¿Por qué?

Los crímenes fueron comprobados por la investigación del Vaticano impulsada por Benedicto XVI, pero los detalles de cómo los cometía los conozco por terceros, y como algunos relatos implican a personas que se quedaron con mucho del dinero que robó Maciel, me dio miedo que me demandaran.

En tu novela mezclas constantemente episodios de tu vida fuera del reino de Maciel, tu matrimonio, tu divorcio, el encuentro de una nueva pareja, tus estudios, la decisión de quedarte a vivir en Estados Unidos.

Los incluyo porque fueron eventos que tuve que traducir, es decir, darles significado. Darles significado a los eventos del pasado y a los del presente conforme van transcurriendo, es importante pare anclar tu identidad y, a la vez, para seguir evolucionando.

En retrospectiva, ¿qué piensas de Ave negra? ¿Cuál es el balance de lo que plasmas en él?

El libro cuenta una historia que necesitaba ser escrita. No pretendo abrirme camino como escritora. Yo no escribo, yo cuento historias que pueden otorgar una perspectiva. Mi balance es precisamente ese, que la historia encontró armonía y el libro lo cuenta.

Frases

“Quise gritar a los cuatro vientos para que me perdonaran las personas a quienes introduje al Regnum Christi”


“Un crimen muy doloroso para las víctimas es la traición institucional, que la institución que prometió protegerte, al enterarse de los abusos, te desmienta o pretenda aminorar el daño”

“Maciel tenía una voz dulce, serena, templada, aunque lo que dijera fuera tan fuerte como llamar parásitos a los legionarios o consagradas que no conseguían nuevos reclutas”

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  • José Luis Martínez S.
  • Periodista y editor. Su libro más reciente es Herejías. Lecturas para tiempos difíciles (Madre Editorial, 2022). Publica su columna “El Santo Oficio” en Milenio todos los sábados.

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