Una de las máximas del director de teatro, guionista y director de cine, así como catedrático y traductor, José Luis Ibáñez, quien ayer cerró el telón de su existencia a los 87 años, era: “Invierte un peso de teatro y cambiarás todos tus conceptos sobre él. Mientras se trate de un dinero que no es tuyo concibes al teatro de una manera, y en el momento en que eso cambia, lo concibes de otro”.
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Él se refería a la manera de trabajar, en ese proceso que llevaba con sus alumnos, por eso sostenía que necesitaba ser eficaz como profesor para poder enseñar a los estudiantes que, en sus palabras, “el objeto del estudio del teatro es la felicidad, no la tortura”.
Así lo explica a M2, Alegría Martínez, crítica de teatro que tuvo la oportunidad de verlo trabajar de cerca e incluso someterse a un ejercicio de teatral durante su primera entrevista con el maestro. Esa fue su prueba de fuego para acercarse a esta enorme figura de los escenarios.
José Luis Ibáñez relataba que precisamente, la felicidad de estar en un foro fue la gran universidad de una de sus discípulas: la actriz Silvia Pinal, cuyo objetivo en el escenario, afirmó, “era el goce”. Así lo manifestó tras dirigirla en la comedia musical Mame, de Jerry Herman, Jerome Lawrence y Robert Edwin, en la década de los 80.
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“Esas dos cara de la moneda me llamaron mucho la atención de José Luis Ibáñez: por un lado era un estudioso y un conocedor del teatro de Shakespeare y del teatro del Siglo de Oro español y, por el otro, era un director exitoso de comedia musical, del teatro comercial”, señala Alegría Martínez.
Autora del libro Así es el teatro (Conaculta, 2015), la crítica prepara una obra sobre el prolífico José Luis Ibáñez, nacido en Orizaba, Veracruz, en 1933 y reconocido por montajes como Las mariposas son libres, El divino Narciso, Mame, La muerte se va a Granada y La vida es sueño, entre muchos otros.
Meticuloso hombre de teatro, Ibáñez estaba convencido de que había que conocer las partes de la industria que tenían que ver con la producción y los tiempos de montaje, con calcular y planear cada uno de los movimientos.
Esta experiencia no estaba peleada con su participación en Poesía en Voz Alta en 1955, proyecto casi heroico por la falta de presupuesto, en el que incursionó con Octavio Paz, Juan Soriano, Juan José Arreola, Héctor Mendoza y Leonora Carrington; o con impartir clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México durante más de cinco décadas.
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Alegría Martínez evoca sus charlas con el maestro y atesora la confesión que le hizo. Después de 1968 cayó en una crisis existencial, de la cual salió, por fortuna, gracias a sus “encuentros con el doctor Freud”, como él decía. El director sostenía que eso lo que salvó y le permitió seguir adelante, retomar las fuerzas y regresar al teatro.
ESA COSA INMEDIATA
En su libro Ires y venires del teatro en México, la crítica Olga Harmony escribió que José Luis Ibáñez era un maestro “de la dicción en verso de las obras de los Siglos de Oro. A él acuden muchos actores ya formados para aprender los secretos no solo del bien decir estos dramas, sino también para desentrañar sus más recónditas metáforas”.
El maestro, que trabajó desde los teatros más pequeños a los más importantes, con grandes presupuestos o con enormes privaciones, decía en una entrevista para la Revista de la Universidad: “El teatro es una cosa inmediata, activa, y entonces ya sea en un sótano, en la sala de una casa o en un teatro grande o mediano, allí está”.
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En la misma entrevista el maestro habla de las crisis que sufría el teatro desde el punto de vista económico. A pesar de ello, decía, “el teatro sigue. “La vida siempre ha llegado al teatro de algún modo: más enfático, menos enfático, más directo o menos directo, pero el teatro y la vida tienen una conexión que tiene más que ver con la voluntad del individuo”.
Y ADEMÁS
DEL VERSO CASTELLANO A LAS DOS ELENAS
Alegría Martínez asegura que con su muerte “se va un gran maestro. Con todo respeto, José Luis Ibáñez era uno de los pocos que sabía dirigir, montar el verso castellano, encarnarlo. Él no lo edulcoraba para que fuera comprensible y su trabajo era tremendamente gozoso”.
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Su actividad trascendió al cine, con la dirección de cintas como Las dos Elenas, Victoria y Las cautivas. Ibáñez platicaba con evidente orgullo, que Las dos Elenas, película con guion de Carlos Fuentes, contó con la participación de Gabriel García Márquez, José Luis Cuevas y Juan García Ponce como extras, y que uno de sus valores era haber documentado el ambiente cultural y social de mediados de los 60.