Inmerso en un mundo de sueños y pesadillas, en la vida práctica sabe de qué se trata, porque desde los siete años de edad tuvo contacto con el beisbol: lanza sliders y cambios al habla, pero cuando crea y toma su turno al bate en su taller es entonces que conecta hits y hasta home runs.
Es Francisco Toledo, el artista de origen oaxaqueño, el promotor cultural, el filántropo, activista y luchador social que dibuja al aire los bates y las curvas de los lanzamientos que, desde su perspectiva artística, deberían estar plasmados en la reja monumental, esa obra con su sello y firma que resguardará el nuevo estadio de los Diablos Rojos del México, de Alfredo Harp Helú.
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Los capitalinos tendrán la oportunidad de ver la creación de Toledo en el innovador parque del beisbol; el artista mexicano vivo más cotizado y más reconocido en el mundo, quien inspirado en su infancia, diseñó la reja que resguardará el parque de la novena escarlata.
“¿Cuándo empezaron a jugar los negros en ligas mayores? El primero de ellos fue Jackie Robinson, en 1947: en esa época yo vivía en Minatitlán, al sur de estado de Veracruz, luego de que mis padres emigraron de Oaxaca por razones económicas. Allá había mucho beisbol, de muy alto nivel, y mi papá llegó a ser administrador de un equipo; en ese entonces la mayoría de los jugadores venía de Las Antillas, de Cuba, República Dominicana y Jamaica, y había una liga en la sección 10 de Minatitlán. No sé cómo se llamaban los equipos de Coatzacoalcos, Nanchital, Las Choapas y Agua Dulce. Yo tenía apenas 7 años y Harp tendría alrededor de cinco”, indica el artista.
Al evocar sus recuerdos, narra como si estuviera de nuevo en las costas veracruzanas: “Yo vi a esos grandes jugadores antes que Harp, quien es un apasionado del beisbol. Vi a muchos de esos beisbolistas que en un primer momento llegaron a México y después se fueron a Estados Unidos, cuando empezaron a permitir jugadores negros en sus ligas”.
A sus casi 79 años confiesa que ya no tiene la calma para ver un juego de pelota con sus nueve entradas reglamentarias, y según sea el caso, con extra innings: “Ya no tengo la paciencia para ver un juego completo de beisbol”, y ríe.
“Hace ya un buen rato que he estado diseñando rejas en Oaxaca. Aquí en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) hice una reja de alacranes, así como también realicé dos más en San Pablo. No sé cuándo empecé a tratar de que no se muriera esta artesanía, porque hay muy buenos artesanos herreros en Oaxaca”.
Dice que por la cercanía que tiene con María Isabel Granier Porrúa y con su esposo, Alfredo Harp Helú —dueño del equipo de beisbol—, ambos le pidieron trabajar en una obra de arte original para el estadio.
Toledo señala que Harp Helú tiene una enciclopedia del beisbol, donde aparecen los nombres de los jugadores y los equipos: “Me acuerdo de algunos de ellos como Joaquín Amaro, o El huevito Álvarez, que jugaba de shortstop: era un chiquitito, chaparrito, pero pescaba las bolas en el aire”.
Por todo ello es que a Toledo le fue sencillo pensar y esbozar la enorme reja del nuevo estadio de beisbol, proyectado como uno de los mejores de este país.
El creador apunta que antes del diseño de la reja monumental Harp Helú le pidió que “hiciera grabados con escenas de beisbol para regalar. También he realizado la intervención de un bate con monedas incrustadas: ¡Cómo el beisbol es un gran negocio!”, resaltó.
Asimismo, el artista realizó libretas con elementos de la misma temática para venderlas en las tiendas de los estadios: “Y, como en el Centro de las Artes de San Augstín (CaSa) hay un taller de papel, aquí se imprimirán y eso ayudará en el desarrollo del proyecto cultural”.
En cuanto a su participación en la ceremonia de inauguración, Toledo expresa que difícilmente acudirá, ya que tiene mucho trabajo por hacer.
El espectáculo
“Jugué muy poco beisbol pero estuve en un equipo en la primaria, tenía hermanos mayores que eran muy pesados conmigo. Cuando apenas tenía 7 años me lanzaban pelotas para tirarme, entonces empecé a tenerle entre miedo y coraje al juego”, relata Toledo.
Cuando se fue a vivir a Oaxaca, a los 13 años, perdió contacto con el beisbol: “Jugábamos un poco de basquetbol, pero ahí decidí mi vocación de pintor, entonces pintaba paisajes, y el beisbol se acabó”.
Para Toledo, el juego ha cambiado demasiado, pues “se ha vuelto un show con muchachas que enseñan nalgas; digo, ¡qué bueno que enseñan nalga!, pero es otro ambiente que el que nosotros vimos en Minatitlán, donde había un estadio con unas gradas modestas; sin duda, era otro tipo de espectáculo”.