La arquitectura está hecha para celebrar el arte de vivir, dice de manera contundente el urbanista Felipe Leal (Ciudad de México, 1956), quien el pasado abril ingresó a El Colegio Nacional.
El también presidente del Seminario de Cultura Mexicana no solo ha sufrido y gozado la Ciudad de México como pocos de sus habitantes, también ha tenido un papel determinante en la modernización y recuperación de espacios públicos emblemáticos como Paseo de la Reforma, la Alameda o la peatonal calle Madero.
Reconocido internacionalmente por sus aportaciones, Leal está convencido de que la arquitectura contribuye directamente a la felicidad y al bienestar de las personas. La arquitectura, dice, tiene que ver con conceptos como belleza, dignidad y salud, “porque la salud está también en la forma cómo habitamos”.
¿Cuál ha sido el impacto de la pandemia en la fisonomía urbana?
La pandemia ha afectado mucho más allá de lo que nos imaginamos. Hemos visto transformaciones sobre todo en la vida doméstica. El “Quédate en casa” orilló a que el hogar se convirtiera en escuela, oficina y gimnasio.
Algunos ya hacían ejercicio en casa, trabajaban esporádicamente o realizaban algunos estudios, pero no con este rigor, sobre todo a nivel escolar. Esta transformación interna ha sido muy radical, aunque no tenga la visibilidad de lo que sucede en el exterior.
En el exterior hay un uso menor de algunas infraestructuras. Es muy doloroso ver espacios como estadios, teatros, cines, oficinas, universidades y escuelas vacíos. El mayor impacto se ha dado en el ambiente que generan los entornos escolares, la vida que los estudiantes, desde el kínder hasta la universidad, le dan a la ciudad.
Hay zonas de la ciudad que se ven abandonadas, como dormidas. Muchos servicios están por el momento cancelados, suspendidos o a fuego lento. La vida social, las relaciones de trabajo, las relaciones interpersonales se han visto mermadas. A nivel de movilidad hay un mayor uso de bicicletas y motocicletas y en algunos barrios se ha incentivado la vida peatonal y al aire libre.
Aunque esto es más bien de carácter antropológico, no es ajeno a la arquitectura, porque la arquitectura es el gran recipiente de todas estas actividades.
¿Cuáles serán esos “pasos al devenir” que se darán a partir de esta crisis sanitaria?
Estamos viviendo algo muy traumático. Desde la época de la Revolución no se vivía una ciudad con tantas limitaciones.
A posteriori sí va a dejar huellas. Por eso, en mi discurso de ingreso al Colegio, me referí a “los pasos al devenir”. Esta crisis sanitaria ha generado la conciencia de que debemos estar en lugares más sanos, mejor ventilados y con mayor iluminación natural. También, tendremos que habitar espacios más flexibles. Hemos experimentado que el comedor puede ser escritorio o mesa de trabajo de la escuela. Hemos descubierto estas flexibilidades. A partir de ahora, en ocasiones se trabajará en casa. Quizá no de manera permanente, probablemente se tendrá una actividad híbrida.
Veremos también modificaciones en las casas, como poner una ventana más o utilizar la azotea que estaba abandonada. En los edificios, los vecinos podrían ponerse de acuerdo para arreglar las azoteas y convertirlas en lugares de reunión y que no sean nada más el espacio para el tanque de gas y los tinacos.
La movilidad también va a cambiar. Seremos mucho más selectivos: ¿es necesario que haga ese viaje o podré hacer una videollamada? El espacio público tenderá a ser más civilizado porque es necesario estar más tiempo a cielo abierto.
Paulatinamente vamos a ver todos esos cambios, aunque otros todavía están en suspenso. ¿Qué va a pasar con tantas oficinas? Uno puede ver metros y metros cuadrados de oficinas vacías en Ciudad de México, Guadalajara o Monterrey. Son edificios cerrados sin ventilación natural, con aire acondicionado. A lo mejor algunos de esos edificios se van a transformar en viviendas, porque tenemos un déficit de vivienda. Además, muchos que han estado en una convivencia estrecha por la pandemia ahora dirán ‘ha sido muy grata pero ya necesito tomar mi camino’.
Ha rescatado sitios emblemáticos en la Ciudad de México, como Paseo de la Reforma o la calle de Madero. Si pudiera, ¿qué proyecto emprendería ahora para mejorar la ciudad?
Hay muchos lugares emblemáticos que se deben rescatar. No hay un barrio en la Ciudad de México que no tenga alguna plaza, algún jardín, un remanente que pueda ser valorizado, donde se aproveche el potencial para darle un mejor uso. Estamos llenos de lugares subutilizados. Hay una gran cantidad de camellones y esquinas a las que no se les ha encontrado una vocación para mejorar.
Cuando se realizaron esos proyectos (Paseo de la Reforma, peatonalización de Madero) se pensó en que el efecto fuera como el de una piedra que tiras sobre el agua y crea una serie de círculos concéntricos.
Hay que ir mejorando paulatinamente casi toda la infraestructura de la ciudad. En los extremos hacen faltan muchos puntos de reunión. Yo haría un diagnóstico y trabajaría en dos puntos torales de cada una de las 16 alcaldías.
Por otro lado, el entorno escolar es uno de los temas esenciales. Por deteriorada que esté, para muchos jóvenes la escuela es un espacio mejor que su casa. Ese entorno es su referencia con la ciudad. Hay que mejorarlo con buenas banquetas, buen alumbrado, árboles y que en la escuela haya más elementos vegetales. Hay una gran distancia con la naturaleza. Es terrible. El estudiante está acostumbrado a ver una plancha de concreto, un aula de concreto, el muro lleno de púas. Es muy agresivo. Si haces la escuela mas amable, si pones elementos vegetales, una enredadera, un árbol, puede convertirse en un oasis. Con esto mejoraría muchísimo la conciencia urbana y la calidad de las ciudades.
¿Qué se necesitaría para poner en marcha estos proyectos?
Hay que establecer liderazgos. El esquema es unir autoridades y profesionales que den elementos congruentes. De pronto, los profesionales proponemos una serie de cosas irrealizables. Una cosa es lo deseable y otra lo posible.
Hay que romper esas esferas que no se unen. La autoridad está resolviendo lo inmediato, enfrentando las adversidades cotidianas: granizadas, manifestaciones, escasez de agua, violencia. Y el académico está en su cápsula, con un gran pensamiento, pero retroalimentándose solo con sus colegas.
Tiene que haber un vínculo entre autoridades y ciudadanía y por ciudadanía entiendo desde asociaciones de vecinos, académicos, instituciones universitarias, ONGs, etcétera. Hay que unir a los diferentes actores de la ciudad.
Tiene que darse un acercamiento y que la autoridad tenga la capacidad de escuchar y de darse tiempo para planear qué sello le va a dar a la ciudad.
He visto experiencias como estas en muchas ciudades como Londres, donde un grupo de arquitectos asesoró al alcalde, o en Barcelona donde las autoridades se apoyaban en equipos de académicos, arquitectos y urbanistas. Es interesante, también, el urbanismo social en Medellín, donde con arquitectura de calidad lograron abatir un poco la delincuencia. O Bogotá, con senderos para caminar y modelos de transporte distintos. Actualmente, todas esas ciudades están en la agenda mundial, son ciudades atractivas por ese vínculo que lograron.
¿Cree que actualmente en México haya las condiciones para unir esos diferentes actores? ¿Existe esa voluntad?
Lamentablemente, no. Veo muy polarizada a la sociedad actual. Hay mucho enfrentamiento innecesario. Tenemos que trabajar en conjunto, hacer a un lado esas diferencias. Hay algo que nos une mucho más y es el bienestar de la población. Tenemos que ver qué podemos aportar cada uno desde nuestra perspectiva. El empresario, el académico, el estudiante, la autoridad. Los enfrentamientos no son positivos. Cuando hay un enfrentamiento de las autoridades con los especialistas, con el conocimiento, ya estamos mal.
En algunos campos sí hay un intento de acercamiento. Hay un ejemplo muy noble: la Sedatu (Secretaría de Desarrollo Urbano Territorial y Agrario) tiene un programa muy positivo relacionado con mejoramiento urbano e infraestructura social en lugares afectados por la violencia, pero no es un programa integral con la sociedad. No se han creado esos vínculos con los diferentes actores sociales. Para que esos programas funcionen tienen que intervenir empresarios, vecinos y medios de comunicación.
¿Cuál debería ser el papel de los medios de comunicación?
Para cambiar hábitos inadecuados relacionados con la higiene pública: tirar basura en la calle, rayar el vagón del metro, se necesitan campañas de comunicación como la que se realizó en Nueva York, en la época de (Rudolph) Giuliani, la famosa campaña de “la ventana rota”, que consistía en reponer los vidrios rotos por el vandalismo. Si te rompen un vidrio, reponlo; si lo rompen de nuevo, vuélvelo a poner. A la tercera vez que lo repones, disuades al agresor, ya no lo vuelve a romper. Esta medida logró un avance enorme en el mejoramiento de la imagen de la ciudad.
Otra campaña de comunicación, muy bella, fue la de “Barcelona ponte guapa”. El concepto era Barcelona como una mujer madura, con espléndidos valores, pero abandonada. No se aseaba, no se vestía bien, pero en cuanto se arregla, se pinta los labios, decías ¡guau! Fue una campaña muy exitosa. Empezaron a arreglar lo mismo panaderías que parques. Fue una cuestión de comunicación. No es un papel solo de las autoridades o de los arquitectos. Para transformar una ciudad se necesitan equipos multidisciplinarios. La ciudad la hacemos entre todos.
¿Qué clase de campaña propondría para las ciudades en México?
Sin caer en chovinismos ni en eso de que “Como México no hay dos”, propondría una campaña relacionada con la autoestima. Algo así como “Tu ciudad es bella. Ayúdala”. Habría que pensar una frase que pegue…
La respuesta que tuvo la declaratoria de Ciudad Universitaria en la autoestima de los estudiantes es un ejemplo. ¡Somos Patrimonio de la Humanidad! ¡Qué orgullo!’, decían, porque entendían que ahora la humanidad entera valora los murales, los paisajes, la arquitectura de Ciudad Universitaria. Si elevamos nuestra autoestima, cuidamos nuestro entorno.
A propósito del amor por nuestro entorno, en su discurso de ingreso a El Colegio Nacional citó “Alta traición” de José Emilio Pacheco, ¿qué significa para usted?
Ese poema me conmueve. Me enchina la piel. José Emilio habla de que a pesar de todo daría la vida por su ciudad. Sería una alta traición no amar tu tierra, tu paisaje. Sintetiza muy bien la relación con el paisaje, con la naturaleza, con nuestras raíces. Hay que amar lo que tienes y no puedes amar lo que no conoces y no puedes cuidar lo que no amas. Es una cadena, si lo conoces, lo amas y si lo amas, lo cuidas.
Frases
“Esta crisis sanitaria ha generado la conciencia de que debemos estar en lugares más sanos, mejor ventilados y con mayor iluminación natural”
“Los enfrentamientos no son positivos. Cuando hay un enfrentamiento de las autoridades con los especialistas, con el conocimiento, ya estamos mal”
“El espacio público tenderá a ser más civilizado porque es necesario estar más tiempo a cielo abierto”
ledz