La ceguera no es un trampolín de David Gaitán, que se presenta de jueves a domingo en territorios de la UNAM (con un estupendo vestuario de Ricardo Loya, que nos recuerda los diseños expresionistas para la escena de Kandinsky), socializa preocupaciones que habitan las atribuladas cabezas de los estudiantes de las carreras de teatro en la actualidad en México sobre la pertinencia de las teorías, las tendencias, las modas. El miedo de los artistas en ciernes a dar un paso en falso y ser descalificados públicamente por adelantados profesores: “Miren, a éste todavía le gusta el teatro-teatro” (carcajadas del docente acompañadas con una horda de dardos hirientes de compañeros); llevan a autocensura, frustración y alienamiento de los impulsos de quienes se acercaron al teatro (sin más) con una fascinación que definió vocación y sentido de vida. Satisfacer a los popes de ocasión se ha convertido para muchos estudiantes en una carrera de caballos en la que hay que inclinar la cerviz y castrar su auténtico impulso primigenio.
Al parecer, en la obra de Gaitán y en las discusiones de pasillos por la intelectualidad teatral, el concepto más despreciable es el de “ficción”. ¡Esa maldita! Sin embargo, si tanto encono genera es porque de ella, como de la muerte, no se puede huir. Simplemente porque está instalada en el cerebro humano y no se le puede extirpar. Para uno de los genios de las neurociencias a nivel mundial, el colombiano Rodolfo Llinas, catedrático de la Universidad de Nueva York, nos dice que “la predicción de eventos futuros es, sin duda, la función cerebral fundamental…” y de ella nace la capacidad fabular del ser humano. Aún los adelantados teatristas que niegan la ficción (y no obstante se les cuelan jirones de ella voluntaria o involuntariamente en sus fantásticos —y lo digo sin sorna— montajes) no pueden prescindir de ella todos los días de su vida porque la capacidad humana de adelantar futuros es lo que les mantiene con vida. Cada vez que hacen una presuposición, ficcionalizan, también. Bonito debate.
Hasta el 7 de diciembre, Teatro Juan Ruiz de Alarcón, jueves y viernes 20 horas, sábados 12:30 y 19 horas.
TRASPUNTE
EL PODER DE LA MENTE
Jorge Volpi en su estupendo libro Leer la mente, apunta que “la ficción cumple una tarea indispensable para nuestra supervivencia: no solo nos ayuda a predecir nuestras reacciones en situaciones hipotéticas, sino que nos obliga a representarlas en nuestra mente”.