The Great Books, esa llamativa colección de 54 volúmenes que a decir de sus promotores reúne algunos de los libros más importantes para la humanidad, constituye una de las empresas intelectuales más fascinantes de la era moderna y merece analizarse como propuesta cultural, experimento pedagógico y éxito mercadotécnico. En su artículo “The War of the Great Books”, Benjamin Mcarthur dice que la gestación de esta aventura se remonta a los años veinte, cuando un profesor de Columbia, John Erskine, dedicó su clase a leer un clásico por semana y, en ella, coincidieron los futuros artífices del proyecto, Robert Hutchins y Mortison Adler. En los años treinta, como presidente de la Universidad de Chicago, Hutchins, buscando contrapesar la excesiva especialización con una sólida cultura general, implementó una clase sobre los grandes libros que pronto se propagó a otras universidades. Pero, sobre todo, el movimiento de los grandes libros salió a la calle y se convirtió en una socorrida forma de entretenimiento y socialización. Los grupos de lectura se multiplicaron y hacia el final de la Segunda Guerra se contaban por miles en cientos de ciudades norteamericanas. En 1947 se estableció la Great Books Foundation con el propósito de encauzar esta eclosión, entrenando animadores (buenos lectores, pero también escuchas que, más que acaparar el micrófono, supieran plantear preguntas) y buscando impulsar ediciones baratas de clásicos. Esto condujo a la fase más ambiciosa: la edición de los Great Books, que seleccionó un centenar de las obras más importantes de Occidente, de acuerdo a su mérito literario, originalidad y significación histórica. Para evitar introducciones y notas a cada libro, Adler emprendió el formidable “Syntopticon” que conectaría el conjunto de libros alrededor de ciertas ideas clave que han sido recurrentes en la discusión intelectual desde la antigüedad. Después de numerosas peripecias financieras, la colección apareció en 1952. Mucho se criticó a los grandes libros por su supuesto etnocentrismo, por su sello patricio o por su vínculo con el nuevo papel de Estados Unidos en la Guerra Fría; sin embargo, detrás de ellos hay un auténtico entusiasmo lector, un anhelo de comunidad alrededor de la charla ilustrada y un intento de repensar los fundamentos de las sociedades libres. Hoy, la noción de grandes libros está amenazada tanto por los apresurados que solo leen síntesis, como por los rencorosos que encuentran en la excelencia un sinónimo de exclusión. Porque la idea de un canon es sometida por las llamadas “escuelas del resentimiento” a un asambleísmo que implica portazos para dejar pasar a sus huestes. Pese a la polémica que suscita, la noción de los grandes libros, y por ende de una unidad y continuidad de los saberes y las artes, constituye una hipótesis estimulante que da sabor y sentido a la actividad de leer; que, al abrir un libro, hace sentir al lector parte de una vieja y extendida conversación.
Grandes libros
Escolios
En 1947 se estableció la Great Books Foundation con el propósito de encauzar una eclosión de grandes obras, entrenando animadores y buscando impulsar ediciones baratas de clásicos
Ciudad de México /
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