Hace falta humor yiddish

Hombre de celuloide

El cine mexicano ha llegado a un punto en que poco vale que la película esté bien hecha, que el diseño de producción sea impecable y la fotografía excelente

¿Cómo vamos a tener cine mexicano si los creadores tienen que esperar tanto para levantar un proyecto?
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Si yo fuera tú, de Alejandro Lubezki, tiene todo para ser una buena película pero no lo es. Primero, dudar del talento del director es ir contra el sentido común. En 2001 ganó el Primer Concurso Nacional de Proyectos de Cortometraje con De Mesmer con amor o té para dos. La historia de este muchacho que hipnotiza a su vecina con resultados sorprendentes es magnífica. Al final dan ganas de aplaudir. Pero algo pasó. La burocracia, tal vez. La imposibilidad de seguir dirigiendo una tras otra, como debe ser.


Si yo fuera tú es una comedia romántica, ese sueño de los productores mediocres. Lubezki, supongo, se lanzó a esta aventura porque tenía casi diez años sin poder ejercer el arte del cine. Y esto es algo que tiene que preocupar a la burocracia nacional. ¿Cómo vamos a tener cine mexicano si los creadores tienen que esperar tanto para levantar un proyecto? Lubezki debe haber pensado que podía pasar por encima de las fallas de guión pues tiene un verdadero talento para retratar el sabor agridulce de las pequeñas batallas de amor. Y ha conseguido cosas buenas en Si yo fuera tú. Para empezar, una comedia mexicana libre de albur. Con la tradición de Derbez (espero) ya está sobreexplotado el subgénero de “cine de albur”. Además, la película está bien actuada. Juan Manuel Bernal y Sophie Alexander–Katz sacan adelante una historia más bien boba. A causa de una alineación astral, en un matrimonio ricachón sucede el siguiente prodigio: él se transforma en ella y al revés. Él tendrá que aprender a caminar en tacones; ella tendrá que “nadar entre tiburones” en la oficina de su marido. No hay una sola secuencia que produzca carcajada de mandíbula batiente pero gracias a los actores uno pasa por encima de esta obra nacional (producida con los estímulos de Fidecine y Eficine) sonriendo.

Puede que haya momentos en que los más críticos preguntemos: ¿de dónde salió esta idea extraña? La respuesta: de Brasil. El cine brasileño tiene una tradición digna de emular. Desde Glauber Rocha, el comunista, el experimentador, hasta José Padilha, creador de la taquillera (y magnífica) Tropa de élite. Brasil tiene joyas como Ciudad de Dios, Carandiru o Estación central. También tiene, claro, películas bobas, de esas que deberían pasar directamente del cuarto de edición a la pantalla televisiva. Se Eu Fosse Você, por ejemplo, la película en que Alejandro Lubezki se basó para hacer Si yo fuera tú. ¿Qué necesidad? ¿Se le acabó el talento que mostró en el corto De Mesmer con amor? El cine mexicano ha llegado a un punto en que poco vale que la película esté bien hecha, que el diseño de producción sea impecable y la fotografía excelente. Si yo fuera tú desmerece de todo lo que Alejandro Lubezki prometía como narrador. Parecía ser un director y guionista interesado en la comedia propia de su tradición cultural. Del teatro yiddish, según dijo. ¿Habrá leído a Isaac Bashevis Singer? Porque por el cortometraje De Mesmer con amor parecía que sí. Hay en esta pequeña joya diversión y profundidad, amor y un delicioso sentido de lo ridículo. En Si yo fuera tú no encontramos ni siquiera lo más peregrino de Woody Allen. Espero pues que Alejandro Lubezki siga dirigiendo. Que Si yo fuera tú le sirva para mostrar a los productores del mundo que puede dirigir actores y hacer películas de buena manufactura. Espero que se encuentre realmente incorporando a nuestro país el humorismo yiddish, el que, libre de albur, está lleno del gozo de vivir. 

Si yo fuera tú. Dirección: Alejandro Lubezki. México, 2018.


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