“No quiero sonar como un profeta oscuro, un Nostradamus que dice que todo se va a acabar. Yo creo que la tecnología es valiosísima y yo la utilizo, pero el chiste es que sea un instrumento y no sea algo de lo que somos rehenes, que es lo que pasa ahorita, que hay una adicción tremenda a muchas cosas, como el celular”, dijo a MILENIO Juan Villoro (Ciudad de México, 1956).
El escritor habla de su nuevo libro No soy un robot: La lectura y la sociedad digital publicado Anagrama, donde reflexiona sobre el tema y advierte que mucha gente vive una esclavitud feliz pegada al celular.
“El libro es una defensa de la creatividad y de la condición de lo humano, porque somos la primera generación que tenemos que demostrar que aún nos comportamos como humanos, y la paradoja es que lo hacemos ante una máquina. A mí me interesa mucho el hecho de vivir inmersos en la cultura digital, cómo ha transformado las relaciones entre padres e hijos, la educación en las escuelas, la manera de escribir, de entender el mundo en general, incluso las religiones, todo se está transformando a partir de estos cambios”.
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Juan Villoro comenta que a él le hubiera gustado leer una crónica de cómo la imprenta modificó la vida en el siglo XV a partir de la llegada de libros a las casas, a las escuelas o a los centros de conocimiento.
“No conozco un libro de ese tipo, pero quise escribir uno para mi época, porque los cambios que hemos tenido en los últimos años han sido absolutamente novedosos. Leemos de una forma totalmente distinta a como se leía en siglos precedentes, creo que vale la pena reflexionar al respecto y defender lo más valioso, que es ese acervo de humanidad que representa la cultura”.
Villoro declara que su objetivo con No soy un robot es registrar la época que estamos viviendo.
“Nuestras tentaciones eran otras. Antes, para buscar un entretenimiento, casi siempre optabas por algo levemente diverso a lo que ya habías hecho, y hoy en día los algoritmos nos proponen ofertas que nos interpelan de manera muy seductora, porque nadie nos conoce mejor que nuestro teléfono celular, pero el algoritmo te da más de lo mismo, mientras que la cultura diversifica el conocimiento, te plantea la posibilidad de que te guste algo que no sabías que te podía gustar. Es decir, la cultura te lleva a algo distinto mientras que el algoritmo te conduce a la semejanza, es la tiranía de lo mismo y yo creo que lo humano depende en buena medida de mantener abiertas las opciones que siempre han sido decisivas para la especie”.
El entrevistado menciona estudios estadísticos que han cubierto la evolución de la inteligencia a lo largo del siglo XX, como el famoso coeficiente de Flynn, quien fue un experto en vincular la estadística con el cociente intelectual.
“Él descubrió que a lo largo del siglo XX, este cociente aumentó en 30 puntos, lo cual es muy significativo, pero este avance cognitivo se detuvo en los años 90 y empezó a bajar a razón de dos puntos por década; entonces nos estamos volviendo más tontos porque utilizamos menos las facultades mentales, por la tecnología y es lógico que estemos decreciendo en inteligencia. Pero al mismo tiempo las máquinas están aumentando su propia inteligencia. De ahí que ya haya periodismo robot que está sustituyendo en algunos campos a los periodistas y que se esté utilizando la inteligencia artificial en tareas que antes hacían los humanos. De hecho, se calcula que esta suplantación podrá llegar en el 2040 a casi el 80 por ciento de los oficios, que es muchísimo”.
¿Eres un escritor con las antenas alertas a lo que sucede a tu alrededor?
Sí y yo quería que el libro fuera una crónica ensayo, es decir, reflexionar sobre el tema y cederle las voces a especialistas de muchos campos, pero al mismo tiempo ver cómo esto nos ha afectado a todos en carne viva, es decir, los predicamentos que hemos tenido con nuestras parejas, nuestros hijos, los colegas y hacer un retrato vivo de la época.
¿Internet cambió todo?
Tiene cosas positivas, pero también ha traído una nueva forma de enajenación porque nos volvemos rehenes de ese espejo mágico que además nos hace sentir muy bien. Se trata de una esclavitud feliz, tú ves a la gente en el Metro entrando a TikTok, Instagram, etcétera, y está hipnotizada y sin pensar por cuenta propia, sin aprender nada sustancioso y está conforme con eso, es un especie de ansiolítico social.
¿El libro es una llamada a destruir las máquinas?
No, sino al contrario, a convivir con ellas pero entendiéndolas mejor y tratando de que no seamos nosotros los instrumentos de la máquina, sino al revés, pero es que son herramientas tan elaboradas que se convierten en prótesis que a veces consideramos necesarias sin que lo sean.
¿Cómo podemos convivir con la tecnología sin ser rehenes?
Yo creo que debemos tener un uso hasta cierto punto primitivo de la tecnología, en el sentido de que no debemos apostar todas nuestras cartas a lo que sucede en una pantalla digital. Y por eso creo que es muy bueno leer la pantalla desde la cultura de la letra, desde los libros, y leer el mundo en esta doble clave: la galaxia veloz y fragmentaria de las redes y al mismo tiempo el mundo más articulado de las bibliotecas, librerías, etcétera. Entonces, esta combinación me parece que es la mejor manera de lograrlo. La cultura es un mapa del tesoro y es más fácil llegar a lo que te sirve a ti, la cultura de los libros te permite leer con mucha más facilidad en la galaxia digital.
¿Qué necesitamos para alcanzar esto?
Todo esto requiere de adiestramiento, es una nueva educación. Yo lamento que no haya, por ejemplo, discusiones en las escuelas entre padres e hijos con maestros de cómo utilizar el mundo digital, porque son nuevas formas de comportamiento: ¿hasta dónde tus hijos deben utilizar los aparatos? ¿hasta dónde tú te debes involucrar con esto? Es decir, necesitamos nosotros adiestrarnos porque somos los bárbaros de una nueva era, entonces tenemos que educarnos en esta era.
¿Y los que crecieron en esta era?
Los nativos digitales ya se relacionan de una manera natural con el mundo de las redes y las pantallas, pero al mismo tiempo pueden entenderlo mejor si descubren el hábito de la lectura que sirve para comprender la diversidad y lo maravillosa que es la lectura.
Ya que hablamos de la inteligencia artificial, dejemos que esta te haga una pregunta: “¿Qué papel crees que deben jugar los escritores y artistas en la reflexión sobre el impacto de la tecnología en la sociedad?”
Una pregunta hecha por un robot (risas). Es muy interesante porque está apelando al papel humano, es decir, justamente de lo que trata el libro: cómo nosotros, a través de la literatura y la cultura en general, mantenemos vivas estas capacidades emocionales de superación del dolor, de automotivación. Es una responsabilidad extraordinaria y fascinante.
Por primera vez, los escritores tenemos la competencia de máquinas que podrían, eventualmente, decir lo mismo que nosotros. Entonces tenemos que demostrar que somos útiles y estamos en un momento en que nos podríamos dar de baja como personas y una gran pregunta es ¿la humanidad tiene una fecha de caducidad? Creo que la literatura sirve para demostrar que no tiene fecha de caducidad y que nosotros podemos decir algo único e irrepetible que no puede decir una máquina, y tenemos la obligación de hacer nuestro trabajo a partir de ese componente esencial de la humanidad que es el lenguaje.