Lo sabe Dios y lo sabe el mundo entero, incluidos los organizadores de las “históricas” elecciones del próximo domingo en México, que desde hace mucho tenían que haber mandado mi “paquete electoral” a España y no lo hicieron o no sé qué pasó. Se los he reclamado varias veces, cómo no. Porque uno, en el fondo y en la distancia, conserva intacta su conciencia ciudadana. Pero ya me duelen las rodillas de tanto arrastrarme y, al final, solo ellos sabrán qué harán mañana con mi voto.
Lo sabe Dios y lo sabe el mundo entero, incluidos los organizadores de las “históricas” elecciones del próximo domingo en México, que desde hace mucho tenían que haber mandado mi “paquete electoral” a España y no lo hicieron o no sé qué pasó. Se los he reclamado varias veces, cómo no. Porque uno, en el fondo y en la distancia, conserva intacta su conciencia ciudadana. Pero ya me duelen las rodillas de tanto arrastrarme y, al final, solo ellos sabrán qué harán mañana con mi voto.
Pero a pesar de tan lamentable embrollo burocrático (con cierto olor a chanchullo, todo hay que decirlo), este domingo tan importante habrá que arrimar el hombro por la Patria. Por eso ya tengo mi boleto para ir al concierto de Luis Miguel en el Palacio de los Deportes de Madrid. Que trae un nuevo disco con mariachis, dicen, como hecho para folclóricos incautos como yo. Pues habrá que ir, arriesgándose a que El Sol rechoncho y colorado no se presente o que a la tercera canción se baje del escenario, como también dicen que a veces hace. A ver qué pasa.
El otro día, por cierto, me llegó un artículo sobre la serie que cuenta su vida. No trata sobre los actores que participan en ella o sobre los chismes de la madre del cantante y su desaparición. Es un análisis del trasfondo político–social del México que lo encumbró en el firmamento musical, de los políticos y empresarios que lo han rodeado y reflejan el entramado que realmente controla el sistema. Lo escribió Carlos Gutiérrez, director de Cinema Tropical, la organización que difunde el cine latinoamericano en Estados Unidos. “Nunca antes el mainstream mexicano se había abierto tanto a evidenciar las conexiones del poder político, la clase empresarial y el mundo del espectáculo de manera tan evidente”, dice el impulsor de varios festivales cinematográficos, quien también relaciona el contexto de la serie con el momento actual: “la narrativa dominante de la elección presidencial de este año en México ha sido la del cambio de modelo. En cierto sentido se ha convertido en un plebiscito de continuidad con el régimen neoliberal (representado por José Antonio Meade y Ricardo Anaya) o una ruptura como lo ha planteado Andrés Manuel López Obrador. La gran cantidad de críticas contra el candidato puntero de Morena es sobre el regreso al pasado, justo a ese mismo que cada domingo ha sido ilustrado en la serie como el México de los Durazo y López Portillo, un regreso al pasado preneoliberal, o preluismigueliano”.
Pues miren: yo no podré votar pero, al final, resulta que estaré ante el cantante que con la versión televisiva de su vida está ayudando a la sociedad mexicana a pensar el rumbo que debe tomar. Con la falta que nos hace, claro. Porque, ante la difícil situación que nos embarga, lo único que tenemos claro es una serie de dudas. Entonces, este 1 de julio, durante el concierto, no solo tendré que estar atento a las canciones de Luis Miguel acompañado por una tropa de mariachis, sino también a la posibilidad de que suelte algún discurso evangelizador que haga historia y nos ayude a consolidar la democracia.