Agonizar en el escenario de Reforma

Doble filo

El ingeniero José Luis Falcón, encargado durante 25 años del mantenimiento del Órgano Monumental del Auditorio Nacional, cayó fulminado escuchando una composición religiosa de César Franck.

El ingeniero José Luis Falcón, fallecido el 31 de agosto. (Especial)
Fernando Figueroa
Ciudad de México /

I

Durante gran parte de su vida, el ingeniero José Luis Falcón Zavala se dedicó a restaurar y dar mantenimiento a órganos tubulares de grandes dimensiones en la Ciudad de México y en algunos estados del país, especialmente en iglesias.

En la capital, el ingeniero Falcón modernizó los órganos de la Basílica de Guadalupe y del Auditorio Nacional, este último el de mayor tamaño en Latinoamérica: 15 toneladas de peso, 15 mil 633 flautas (las más chicas de 1.5 centímetros de largo y las más grandes de 10 metros), todo ello en una mole con la altura de un edificio de tres pisos, más la cabina móvil con cinco teclados y pedales.

El destino quiso que en el homenaje póstumo a Víctor Urbán (1934-2024), celebrado en el Auditorio Nacional el pasado 31 de agosto, Falcón Zavala estuviera en el escenario como asistente de Stephan Kofler mientras este organista austriaco interpretaba “Toccatina”, de Ramón Noble.

En un momento dado se quedó “pegada” una nota y el encargado de resolver el problema era nada menos que el ingeniero Falcón, quien desapareció de la vista del público durante varios minutos hasta conseguir su objetivo en la parte alta y trasera del escenario.

Falcón regresó muy agitado a su labor como asistente en los teclados, donde Stephan Kofler ya no terminó la “Toccatina” que había sido interrumpida casi al final de la misma y arrancó con “Corale número 3”, de César Franck.

A los pocos minutos de que Kofler había iniciado esa composición religiosa, José Luis Falcón se desvaneció y cayó de espaldas, golpeándose contra una pequeña bocina-monitor que estaba en el piso. Su caída generó el sonido de un golpe seco que casi todos los presentes escucharon. Durante unos cuantos segundos el organista siguió tocando, pero las exclamaciones del público lo obligaron a detenerse.

Inerme, Falcón fue atendido durante tres minutos en el escenario y luego retirado por una puerta lateral. A continuación, el maestro de ceremonias Héctor Guzmán dijo que Stephan Kofler, “con todo respeto”, quería continuar con la pieza de César Franck.

Al terminar Kofler con “Corale”, Guzmán comentó que el ingeniero Falcón había sido trasladado en ambulancia a un hospital, “aparentemente estabilizado, pero les pido sus oraciones para él”.

El concierto continuó su curso hasta agotar todo el programa. Ese mismo día, José Luis falleció.

II

José Luis Falcón tenía su propia empresa de venta, renta, restauración y mantenimiento de órganos tubulares y electrónicos. En su página oficial se lee que empezó el aprendizaje como organero en 1989, en la Ciudad de México. Años después tomó cursos de especialización en Barcelona, Mallorca, Suecia e Inglaterra.

A finales de los noventa participó en la modernización del Órgano Monumental del Auditorio Nacional (OMAN) y desde entonces se encargó de su mantenimiento.

A José Luis le gustaba trotar por las mañanas y participó en muchas carreras de medio fondo e incluso en algunos maratones, sin que su objetivo fuera lograr tiempos impresionantes. Completar el recorrido era suficiente gloria.

III

Víctor Contreras, organista mexicano con prestigio internacional, recuerda a José Luis Falcón como un hombre afable, dinámico y muy profesional, además de hábil vendedor de órganos, sobre todo electrónicos: “Siempre andaba en dos o tres pistas a la vez. Hace apenas quince días platiqué por teléfono con él porque el órgano del Conservatorio Nacional, donde doy clases, requiere de una intervención mayor y se están viendo presupuestos. Yo lo contacté con las autoridades correspondientes”.

Comenta que no estuvo presente en el Auditorio Nacional cuando Falcón se desvaneció en el escenario, aunque algunos de sus alumnos sí asistieron. Contreras puede imaginar el estrés que debió sufrir José Luis cuando se produjo la falla técnica en un instrumento que conocía a la perfección, y por si eso fuera poco que el incidente haya sucedido cuando estaba en el escenario asistiendo al organista en turno con los registros y la partitura.

Le pregunto acerca de “Corale número 3” en La menor, la última composición que Falcón Zavala escuchó en su vida. Responde: “César Franck era un hombre muy religioso, sin duda alguna. En París existe una escultura en su honor, en el que está cobijado por un ángel. ‘Corale’ es un tríptico que, en teoría, representa al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Si ese análisis musical es acertado, a José Luis le tocó oír al Espíritu Santo en esos momentos tan difíciles para él”.

Víctor Contreras estudió órgano y clavecín en el Conservatorio de Saint-Maur-des-Fossés, en Francia. Nació en Tultepec, de donde también era oriundo Víctor Urbán, quien durante 23 años fue titular del Órgano Monumental del Auditorio Nacional y merecedor del homenaje póstumo en el que falleció José Luis Falcón.

Teclado del órgano monumental. (Archivo Auditorio Nacional | Chio Lemus)

IV

En marzo de 2016 asistí a la inauguración del Décimo Gran Remate de Libros en el Auditorio Nacional. En esa ocasión, Víctor Urbán tocó el Órgano Monumental ante cientos de curiosos que llegaron al vestíbulo del recinto y se enteraron de que podían entrar a la sala y oír gratis buena música en vivo.

Ahí no acabó la agradable sorpresa, ya que luego de 45 minutos de concierto, Urbán les dijo a los presentes que podían subir al escenario y tomar fotos o videos.

Como un abuelo cariñoso y comprensivo, don Víctor posó junto a los teclados del órgano y al lado de los espectadores que así se lo pidieron, además de responder a toda clase de preguntas: ¿dónde nació? (“en Tultepec, Estado de México”); ¿dónde estudió? (“en el Conservatorio Nacional de Música de México y en Europa”); ¿cuántos años tiene el órgano? (“está aquí desde 1958 y fue modernizado en la remodelación del Auditorio”); ¿nunca ha tocado en Córdova, Veracruz? (“sí, en la Catedral tienen un órgano electrónico muy bueno”); ¿dónde practica? (“en mi casa tengo un buen órgano pequeño”); ¿le puede enviar un saludo a mi mamá? Se llama Esperanza; (“con mucho gusto: saludos, doña Esperanza”); ¿por qué se convirtió en organista? (“es mi vida”).

El concierto en honor a Víctor Urbán, el 31 de agosto de 2024, contó con la participación de los organistas Davide Pinna (músico invidente que tuvo la asistencia de su padre), el mencionado Stephan Kofler, Eliseo Martínez y Héctor Guzmán, este último también maestro de ceremonias a quien le tocó lidiar al toro bravo de la fatalidad.

El programa incluyó la célebre “Toccata y fuga en Re menor”, de Johann Sebastian Bach; “Adagio”, de Tomaso Albinoni; “Procesión y saeta”, de Jesús Estrada; “Toccatina”, de Ramón Noble; “Corale número 3”, de César Franck; “Sonata de Navidad”, de Manuel Bernal Jiménez; “Preludio y fuga sobre el nombre de Bach”, de Franz Liszt; “Paisaje”, de Jesús Villaseñor; “Oblivion”, de Astor Piazzolla; “Uno’ scherzo per Adele”, de Víctor Urbán.

V

Al igual que Víctor Contreras, no fui testigo presencial del homenaje a Víctor Urbán y del triste suceso en el Auditorio Nacional, pero la lectura de una espléndida crónica de José Noé Mercado en la página electrónica de Pro Ópera, y el silencio en otros lares, me impulsó a escribir estas líneas en honor a Urbán, sí, pero sobre todo al ingeniero Falcón Zavala.

Tal vez José Luis corría maratones sin saber que huía del Monstruo con el que convivió durante un cuarto de siglo y que finalmente lo alcanzó. Descanse en paz.

AQ

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