Multifacético animal escénico, Víctor Weinstock es actor, director, productor y dramaturgo. En Estados Unidos estudió con los célebres José Quintero y Edward Albee; actualmente dirige Amor oscuro, de Isaac Slomianski, que se presenta en el Foro Lucerna.
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—¿Contigo no aplica “el que mucho abarca poco aprieta”?
No.
—¿Es verdad que fuiste taquillero?
Sí, en el Alley Theatre de Houston.
—¿Qué le aprendiste a José Quintero?
Que “si no bailas, te pegan”. Hay que moverse, entretener.
—¿En México existe o existió alguien equivalente a José Quintero?
Sí, José Solé.
—¿Cuál es tu obra favorita de O’Neill, dramaturgo de cabecera de Quintero?
Deseo bajo los olmos.
—¿Qué le aprendiste a Edward Albee?
A tener mi propia voz y defenderla.
—¿Hasta qué punto fueron amigos?
Hasta el punto de contarnos nuestros secretos sexuales.
—Cuéntame algún choque con él.
Por el montaje de La obra del bebé, que se convirtió en un lío internacional.
—¿Te atreviste a cambiar su texto?
No. El problema fue que se presentaba los lunes y él quería que fuera los fines de semana. Y, encima de todo, había unos tipos que querían que yo usara su horrible traducción en argentino.
—¿Tu obra favorita de Albee es Quién teme a Virginia Woolf?
Mi favorita es La obra del bebé.
—¿Lo de Albee era el vodevil?
Un poco sí, por herencia familiar.
—Tu dramaturgo mexicano favorito.
Hugo Hiriart.
—El mejor actor mexicano.
Me vas a meter en problemas… Daniel Giménez Cacho.
—Y la mejor actriz.
Úrsula Pruneda.
—¿Cómo es Björk en corto?
La más mamona del mundo.
—¿Y Laurie Anderson?
Un dulce, me quiero casar con ella.
—¿Hubo cachetadas cuando escribiste el libreto del musical Bésame mucho con Consuelo Garrido y Lorena Maza?
¡Muchísimas! Nuestra relación durante ese proceso fue tan intensa como un bolero.
—¿Alguna travesura memorable en Nueva York?
Cuando me colé a los premios Obie.
—¿Cómo recuerdas a Octavio Paz en Televisa?
Como un hombre amable y generoso.
—Actualmente diriges Amor oscuro. ¿Acaso hay otro tipo de amor?
Yo no lo he conocido, pero Platón dice que sí.
—¿No es aburrido escribir una Ley de artes escénicas?
Aburridísimo, pero muy necesario.
—Una anécdota de tu experiencia como maestro de teatro en el reclusorio.
Estábamos a punto de estrenar y no podíamos resolver una obra de Brecht. Sara Aldrete (autora del libro Me dicen La Narcosatánica) entró al quite y resolvió la escenografía y todo lo que teníamos atorado.
—¿Qué hiciste mientras tuviste la beca del Fonca?
Escribí Purim, la fiesta de las suertes, que fusiona el carnaval de Tlacotalpan con el Purim judío.
—¿Qué te falta por hacer?
Aprender a bailar.
ÁSS