Alberto Nava es fundamentalmente gente de cine; escribe guiones y ha codirigido un cortometraje con Maira Colín y recientemente terminó un largometraje. Se dedica también a la fotografía y acaba de publicar la novela Zombiosis (Metrópoli Ficción, 2024), su ópera prima en el terreno literario.
La novela se ambienta en la Ciudad de México, donde surge una pandemia que da origen a los simbiontes, organismos que integran en sus cuerpos partes de los humanos: cabezas, brazos, piernas… Explica Nava: “Zombiosis es una novela que fusiona como un simbionte (los monstruos que son parte de la historia) diversos géneros: el body horror, la ciencia ficción, para hablar una historia del fin de la humanidad y el surgimiento de dos nuevas especies humanoides. Una que es salvaje y voraz que está hecha de pedacería de cuerpos de humanos y otra —los melancólicos— que tiene la misma compulsión por fusionarse con otros cuerpos, pero de manera consciente. Esta se encargará de extinguir al homo sapiens sapiens”.
Aparte de la literatura, a partir de George A. Romero y su saga de Los muertos vivientes el cine también ha sido una influencia en toda esta imaginería de los zombis.
Zombiosis hace un homenaje al género zombi, pero no es propiamente una historia de zombis aunque tenga elementos cercanos. Claro, la novela está inspirada por la literatura, pero igual por el cine y de hecho el proyecto de Zombiosis siempre ha sido crear una novela gráfica para luego saltar al cine de animación. Esta primera etapa del texto literario se dio por el impulso de Eusebio Ruvalcaba, con quien estuve en un taller de narrativa. Yo llegué a su taller y le dije que quería hacer una novela gráfica y él me contestó que el taller no era de eso, pero que me podía ayudar a hacer una novela. La última expresión del proyecto es que sea una película animada.
Habla de la edición de la novela, que está separada en partes y tiene una propuesta de lectura con aires cortazarianos.
Zombiosis es el resultado de un trabajo colectivo. Es descubrir que escribir tiene un elemento de soledad y también de trabajo colectivo. Tengo la fortuna de pertenecer a una cooperativa que es esta editorial que se llama Metrópoli Ficción y justo con el trabajo de Jorge Vázquez, como editor, Xanic Galván, como diseñadora gráfica, y Maira Colín, creadora de la editorial, tuvimos un intercambio de ideas. Fue Jorge quien vio en alguna feria un libro que estaba dividido en tres partes como Zombiosis y él dijo: “Mira, si tu historia es de monstruos que están hechos de partes, ¿por qué no hacemos que el libro sea un simbionte?”. Me pareció una idea maravillosa; el libro está hecho de tres partes que se engarzan como un simbionte: la primera se llama Encéfalo, la segunda Lóbulo frontal y al final un cuadernillo que se llama Cicatrices. Estas cicatrices son textos que cuando terminas un capítulo encuentras una indicación que te dirige al cuadernillo. Y también se puede leer por ser separado; no es que se parezca a Rayuela, es muy sencilla la estructura. Simplemente es que el libro mismo sea partícipe de esta manera de esta nueva forma, que sea parte de un nuevo organismo, no necesariamente de partes humanas y de entender nuestra identidad a partir de estas nuevas asociaciones.
De manera personal, cuando se habla de lo apocalíptico y lo postapocalíptico no me dice nada porque sigo el sentido que implica que el mundo se acaba de manera radical. Lo que sí concedo es lo posthumano y lo utópico porque en la novela se habla de crear un nuevo mundo.
Es interesante lo que dices porque el término “apocalipsis” es un término bíblico; es un término muy sobado que está asociado al fin del mundo, pero en realidad yo no hablo de apocalipsis. Hablando de la novela, yo me refiero a ella como una distopía chilanga porque sabemos que la distopía es un género que está asociado a escenarios donde se acaba el mundo como lo conocemos. Retomando algo que ya dije, la novela es la historia del surgimiento dos nuevas especies humanoides; viéndolo desde el punto de vista de la biología, es una historia de la evolución de las especies.
Los que hablan de apocalipsis evidentemente son antropocéntricos. Nosotros siempre pensamos que si acaba la humanidad se va acabar el mundo, pero nos han enseñado que este planeta puede resistir miles de glaciaciones y la humanidad va a desparecer para que millones de años después pueda surgir otra especie parecida a la nuestra y tal vez mejor bajo ciertos parámetros. Sobre todo, desde la ficción, la pregunta es si este planeta no estaría mejor sin la presencia de esta especie de la que somos parte y de la cual nos sentimos tan orgullosos, pero que como colectivo ha sido devastadora para el resto del ecosistema y el planeta mismo.
Las diversas citas que manejas son el substratum del libro y provienen de diversos ámbitos. En lo referente al evolutivo está la cita de Rupert Sheldrake que dice que en la naturaleza hay una calidad que se acumula, lo cual me lleva a Jurassic Park cuando un biólogo señala que la naturaleza tiene sus caminos. En el caso de los melancólicos está la cuestión de querer ser mejores que los humanos y por eso se meten DMT apoyándose en las teorías de Terrence McKenna; hay entonces la aspiración a una fundamentación científica.
Justo la ciencia ficción te permite tener un pie en la ciencia y en algunos debates científicos y estirar la liga con la imaginación y justamente plantear preguntas. Cuando era más joven leí los libros de Terrence McKenna, etnólogo y visionario, promotor del consumo de la psilocibina y la experimentación con el DMT. En uno de sus libros más famosos, Comida de los dioses (Food of the Gods), él plantea que el homo sapiens sapiens logró sobrevivir por la psilocibina; él sugiere que al consumirla el cerebro del homo sapiens sapiens tuvo una mutación que le permitió no solo el desarrollo del lenguaje y el pensamiento simbólico, sino también de las capacidades de comunicarnos mejor y de sobrevivir; la novela utiliza esa información. Hay un momento en que se habla del soma, un término que aparece en los Vedas, y que algunos autores sugieren que se refiere a la psilocibina. Uno de los personajes dice eso: lo que fue el soma para los humanos, es el DMT para los melancólicos, esta nueva especie humanoide.
Hay una sugerencia y provocación en el sentido de pensar que estas sustancias nos permiten explorar todas esas cuestiones que nos hemos planteado desde la filosofía, la sociología, pero hay también otra perspectiva que es la experiencia directa y que nos hace usarlas como elementos de autoaprendizaje y de exploración de la realidad.
Hablas de una provocación, pero también veo que hay una provocación en el hecho de que te refieras a los humanos como simios o que, a uno de ellos, por su salvajismo, le digan subhumano.
Sí, hay un planteamiento acerca de cómo el problema de la identidad genera estas divisiones. Lo que se presenta es cómo una especie se va transformando en otra; sigue teniendo rasgos humanos que se manifiestan justamente en el odio, la oposición y el resentimiento contra ellos. Hay un personaje en específico que tiene esa fobia contra los humanos de manera que les llama simios. Es una provocación en términos de que quiere plantear cómo el problema de la identidad es un problema eminentemente político que siempre nos ha acarreado división, incluso si uno lo ve desde cierto punto de vista es el origen de toda guerra.
Como ha ocurrido con la novela policiaca que de ser un género menor se ha reivindicado, en el género de terror igualmente se puede profundizar en otros asuntos. A Zombiosis la calificaría de terror filosófico; uno de los personajes, siendo aún humano, precisamente se ve como zombi cada vez que se une sexualmente a su compañero, quiere introducirlo en él anticipando su futura transformación.
Sí, el personaje todavía tiene una mente humana, pero se está transformando lentamente. El personaje, antes de convertirse en melancólica, era una policía y estaba en un mundo rodeada de hombres. Pero también se usa el tropo de “zombi” como una herramienta analítica. Obviamente no soy el primero que lo hace. Hay un ensayo maravilloso de Jorge Fernández Gonzalo que se llama Filosofía zombi, donde hace un análisis exhaustivo del mito zombi y lo ve desde diferentes perspectivas y nos invita a pensar en el zombi como una herramienta para vernos a nosotros mismos. Eso lo podemos ver en el consumismo, las hordas de consumistas son como una horda de zombis cuando hay rebajas. También está la idea de que nos alimentamos de cerebros, no generamos ideas propias sino que nos alimentamos de las ideas de otros. Como bien dices, este género también nos permite hacernos preguntas que habitualmente encontramos en el ámbito de la filosofía o la sociología, pero de manera más entretenida y menos cuadrada, yo lo llamo filosofía política pop. Son preguntas fundamentales que podemos hacernos en nuestra vida cotidiana y no necesitamos ser especialistas.
Y tienes razón, la ciencia ficción o la fantasía siempre han sido vistas como un género de segunda. No sé si veamos el día en que autores como Ursula K. Le Guin o algún otro grande de la fantasía gane el premio Nobel, pero creo que poco a poco están ganando terreno. Y también es interesante ver cómo, desde la ciencia política, pensadores como Paul Preciado o Donna Hathaway, que están estudiando el tema de la identidad, justamente están recurriendo a autores de ciencia ficción para incorporarlos a sus debates y a sus conversaciones de crítica social.
Otro aspecto a destacar es el papel de las mujeres, que son el fundamento de la posthumanidad. Hay una cita que pones de Donna Hathaway, en la que ella va más allá y anota que hay que llegar a la utopía de un mundo monstruoso sin géneros.
No es casual que las protagonistas sean mujeres y que tengan una relación sexoafectiva romántica y que luego funcione como una crítica a la idealización del amor romántico. No es casual que sean ellas las que guíen la historia. Sí hay una crítica al patriarcado, creo que hay una estructura del matriarcado que puede ayudarnos a describir las dinámicas de poder y la jerarquía que se ha establecido en los cuerpos biológicos; también podría entenderse como una crítica a los feminismos, porque creo que no hay un solo feminismo y se habla ya de transfeminismo.
La novela no pretende dar respuestas, pero sí comparte y sí genera una serie de preguntas que es importante mantener ahí. Algunas de ellas pueden ser identificadas por los feminismos o transfeminismos. El libro deja preguntas abiertas y no saca conclusiones.
AQ