Alfonso Reyes, nuestro clásico

Literatura

Javier Garciadiego publicó recientemente ‘Sólo puede sernos ajeno lo que ignoramos’, una minuciosa investigación sobre el autor de ‘Visión de Anáhuac’, que permite acercarlo a los nuevos lectores.

Alfonso Reyes, poeta y ensayista (Fototeca MILENIO)
Jovany Hurtado García
Ciudad de México /

Javier Garciadiego ha publicado recientemente Sólo puede sernos ajeno lo que ignoramos. Ensayo biográfico sobre Alfonso Reyes (El Colegio Nacional, 2022), una minuciosa investigación que deja al descubierto al historiador que busca el dato en las fuentes primarias y profundiza en los trabajos realizados por otros especialistas en la obra de Reyes. Anuncia en su introducción que este trabajo no es una continuidad de lo publicado en años anteriores, y que su escritura será de forma lineal y estará marcada por los sucesos “definitorios de su persona”, utilizando como base la división realizada por José Luis Martínez en el Diario.

El trabajo de Garciadiego le permite “repasar su vida —de Reyes— y reencontrarse con sus letras, pensamientos y reflexiones”, y eso mismo pasa en el lector del siglo XXI, sabe que existió un hombre llamado Alfonso Reyes, pero quizá no ha leído nada del regiomontano, la amplitud de su obra hace complejo un primer acercamiento, ¿por dónde se puede empezar? Reyes no logró escribir una obra que sobresaliera del resto, sus Obras es la conjugación de su trabajo. El joven lector se pregunta: ¿qué puedo empezar a leer de Reyes? Su pregunta se responde con dos trabajos recientes del propio Garciadiego: Cartilla moral (2019, Opúsculos) y Visión de Anáhuac (1519) (2019, Opúsculos).

La vida de Reyes no se puede mirar separada de los procesos históricos de México y menos si se piensa que su padre, el general Bernardo Reyes, fue uno de los protagonistas del gobierno de Porfirio Díaz y del levantamiento que terminaría con la vida de Francisco I. Madero. La formación de Reyes en Monterrey no fue suficiente para su necesidad de conocer, el niño que siempre tuvo un libro en la mano tenía necesidad de saber más y de alejarse de la política, la cual terminaría definiendo su futuro. Su presencia en la Ciudad de México se resume de la siguiente manera: “fueron tiempos decisivos en su formación cultural y en su proceso inicial como escritor; así mismo en esos años de vida independiente comenzó a moldearse su personalidad”.

Alfonso Reyes tuvo la necesidad de crecer y desarrollarse lejos de su hogar. Un largo peregrinar por el mundo lo detendría a observar de otra manera a México y a entender otras culturas. Después de la muerte de su padre en 1913, “no solo lo dejó huérfano al joven Reyes: resultó mucho peor que sufrir la siempre triste orfandad, al grado de que aseguró que él había muerto junto con su progenitor y que para seguir vivo tuvo que volver a nacer. La tragedia de aquel funesto 9 de febrero fue un acontecimiento decisivo de su vida, el parteaguas: había un antes y un después”. De México partiría a Francia, España, Brasil y Argentina. Esta lejanía de su país y la nostalgia generada se verán compensados con dos elementos: una inmensa cultura y la cantidad de páginas escritas durante y después de su voluntario exilio.

Reyes es un intelectual que se forma en la adversidad. Escribe en periódicos y revistas para vivir, sin ocuparse tranquilamente de su obra. Su pluma parece inagotable, así como los temas que abarca, que van desde la cultura griega hasta su visión histórica y política de México —esto derrumba la tesis de muchos que han creído y sostenido que él no se ocupó de escribir de su país—, como ejemplo quedan México en una nuez o Visión de Anáhuac.

Javier Garciadiego, historiador. (Foto: Nelly Salas)

La biografía está construida con un lenguaje claro; en quinientas quince páginas logra sintetizar la amplia y profunda vida de un personaje como Reyes, a la par que se presentan las etapas modulares de su vida se teje la presencia de la obra del escritor regiomontano: ¿Dónde escribió tal libro? ¿Cuándo lo publicó? ¿En qué país apareció? ¿Qué tuvo que hacer Reyes para darse a conocer en México?

Fueron las generaciones posteriores las que dieron a conocer su obra, y más que eso, lo volvieron el “patriarca” de la literatura mexicana, siempre abierto a escuchar a los jóvenes y compartirles lecturas. Fue el gran maestro mexicano de la primera mitad del siglo XX, entre sus alumnos destacan Octavio Paz y Carlos Fuentes “paradójicamente, La región más transparente hizo de Fuentes un autor aclamadísimo, pero también puede decirse que a partir de ese momento Reyes fue más conocido gracias a que el epígrafe se convirtió en el lema de la capital”.

Reyes fue parte de una generación que construyó instituciones, las cuales han sobrevivido al paso del tiempo y siguen dando mucho a la vida intelectual, no solo de México. Estuvo entre los fundadores de El Colegio de México y El Colegio Nacional, espacios a los que dedicaría la mayor parte de sus últimos años.

De Alfonso Reyes siempre hay mucho qué decir. Su biografía aparece en un tiempo complicado para la cultura y la educación en nuestro país, donde impera la ignorancia y la falta de soluciones, por eso Javier Garciadiego hace una invitación a volver a Reyes, para conocerlo, interrogarse por lo que dijo e intentar un primer acercamiento a sus letras, a su pensamiento y, de esta manera, encontrar respuestas a la tragedia nacional que se vive.

Volver a Reyes es preocuparse por la educación y la cultura como motores de desarrollo de la civilización; leerlo es comprender y volverse críticos del presente; encontrarse con su página es querer saber más; reencontrarse con él es recordar que “la única manera de ser provechosamente nacional, consiste en ser generosa y apasionadamente universal”, por eso la invitación a leer a los otros de los cuales él aprendió: Goethe, Cervantes, Góngora, Quevedo, Mallarmé, Chesterton, Esquilo, Sófocles, Eurípides, Flaubert, Shakespeare, Nervo, Darío, etcétera. Porque sus lecturas lo acompañaron siempre y le dieron su carácter humanista; y por último, hacer un llamado a reeditarlo para el joven lector, sacarlo de la erudición y entregarlo al estudiante que no lo conoce ahora, y que en el momento que lea su primera página: “La grave culpa de Tántalo, prolongando a través del tiempo su influjo pernicioso, y como en virtud de una ley de compensación, fue contaminando con su maldad e hiriendo con su castigo a los numerosos Tantálidas, hasta el último de ellos…” (Cuestiones estéticas, 1911), entenderá la importancia que tiene en nuestro tiempo Alfonso Reyes, nuestro clásico.

AQ

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