La revolución musical de Gustavo Dudamel

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En entrevista exclusiva con Laberinto, el director de orquesta defiende el derecho universal a la música y habla de la Iniciativa Musical Panamericana, con la que aspira a refrescar a los clásicos.

Gustavo Dudamel, director de orquesta venezolano. (©Danny Clinch para la Filarmónica de Los Ángeles)
Laura Cortés
Ciudad de México /

En el principio era la música…y desde entonces, la música ha sido el motor que impulsa cada movimiento del venezolano Gustavo Dudamel (1981).

En entrevista exclusiva con Laberinto, vía Zoom desde Los Ángeles, el director de la Filarmónica de esa ciudad (LA Phil) evoca su niñez en su natal Barquisimeto cuando jugaba a dirigir una orquesta y soñaba con hacer música junto con sus amigos y, quizás, un gran día presentarse en el Teatro Juares (así con s), el recinto más emblemático de su ciudad.

No pasó mucho tiempo para que Dudamel cumpliera su sueño. A los 13 años dirigió formalmente una orquesta y a los 18 fue nombrado director de la Orquesta Juvenil Simón Bolívar de Venezuela. Después de eso, nada detendría al prodigioso músico, quien no solo es una de las batutas más aclamadas del mundo, también es considerado “un fenómeno cultural” que dirige con la misma pasión una ópera clásica en París que ofrece un concierto con Ricky Martin o con Billie Eilish en el Hollywood Bowl.

Atrás ha quedado su infancia en Barquisimeto, pero el sueño aún lo persigue: hacer música y compartirla, pero ahora no solo con sus amigos, sino —principalmente— con aquellos que no tienen fácilmente acceso al arte. La música como un derecho universal, dice quien no se cansa de proclamar el poder transformador de la música. “Yo soy prueba de eso”, reitera haciendo referencia al exitoso programa de educación artística venezolano conocido como El Sistema, dirigido a niños y a jóvenes, donde él se formó.

Dudamel nunca ha roto sus vínculos con Venezuela, continúa al frente de la Orquesta Simón Bolívar, a pesar de sus numerosos compromisos artísticos. El año pasado asumió la dirección musical de la Ópera de París, en Francia, comisión que alterna con su cargo como director de la Filarmónica de Los Ángeles (LA Phil), agrupación a la que dirige desde 2009 y con la que vuelve a México para presentarse en el Auditorio Nacional (viernes 28 de octubre), y en el Teatro Juárez de Guanajuato (sábado 29) como parte de la programación del Festival Internacional Cervantino.

De la mano de la agrupación angelina, el músico, quien recientemente recibió la Orden de las Artes y Letras de Francia, ha emprendido una ambiciosa misión a la que ha llamado “Iniciativa Musical Panamericana” y con la cual pretende nada más ni nada menos que cambiar la trayectoria de la música clásica. “Históricamente, ha viajado de este a oeste, desde América del Norte hacia Europa, mirando hacia el repertorio central y a las tradiciones europeas”. Ahora, el revolucionario artista busca cambiar esa dirección para que la música clásica viaje de América del Norte a América Latina. Una de sus estrategias es encargar obras a compositores latinos como los mexicanos Gabriela Ortiz y Arturo Márquez.

—¿Cómo ha avanzado la Iniciativa Musical Panamericana?

Ha sido un éxito gigantesco. El año pasado junto con LA Phil tuvimos la oportunidad de hacer, por lo menos, 25 estrenos de compositores jóvenes consagrados de Puerto Rico, Argentina, Venezuela, Estados Unidos, y por supuesto, México… de un sinfín de compositores talentosísimos que evidentemente a veces no tienen el espacio ni la oportunidad de que su música se interprete. Hacerlo con una orquesta como la Filarmónica de Los Ángeles reivindica la música de estos compositores panamericanos y la coloca en el lugar donde merece estar.

Creo que eso es lo más importante: en el mundo la música latinoamericana ha sido considerada como algo exótico y no tiene que ser así. La lucha que tenemos es para darle su posición justa dentro del gran repertorio sinfónico de todos los tiempos, para que realmente se convierta en algo fundamental dentro de la música universal, eso se logra abriendo espacios para nuevas generaciones de compositores. La Iniciativa Panamericana les da la oportunidad de ser apoyados en su desarrollo como artistas. Hay que darle la posición que merece a todo ese talento que existe en nuestros países.

—¿Cuál ha sido el papel en esta Iniciativa de los mexicanos Gabriela Ortiz y Arturo Márquez?

Para mí, esta iniciativa es una misión y también lo es para muchos de mis compañeros como Gabriela Ortiz, una de las compositoras más importantes en el mundo, con un talento infinito. Ella es la curadora de nuestro programa panamericano de música y es parte de la familia de LA Phil. Es un privilegio tocar su música.

Al maestro Arturo Márquez lo conozco desde que yo era un niño. Él siempre ha tenido una gran conexión con El Sistema. Toqué su Danzón núm. 2 en Barquisimeto cuando tenía 11 o 12 años. Para la Filarmónica de Los Ángeles es sumamente importante tocar a estos compositores que, además, ya forman parte de familia y me han acompañado durante toda mi vida, como Arturo Márquez.


—¿La Iniciativa Panamericana busca hacer de la música un factor de identidad?

Pero por supuesto. Vamos a la pregunta esencial: ¿Qué es la música para la sociedad? ¿Qué es la música para la comunidad? En esencia, la institución artística tiene que ser el reflejo de la comunidad, de la gente. Cuando realmente trabajas con la identidad —en este caso con la música latinoamericana que se desarrolla en nuestros días y que nos arropa— le das el lugar que merece y, evidentemente, vas mucho más allá del aspecto de entretenimiento, la gente se siente identificada. El poder transformador de la música es ese: sentirse identificado con algo, sentirte transformado por algo que te pertenece. Eso es algo único. El niño, el joven que tiene la oportunidad de desarrollarse a través de la música, tocando o produciendo belleza logra una conexión y eso provoca sentimientos en el público. Esa interacción es algo poderosísimo. La música es creación colectiva. Fíjate, siempre que hacemos algo como esto, por ejemplo, esta iniciativa panamericana, tenemos sold out en los conciertos con gente que no era público regular de LA Phil. Es decir, estamos abriendo espacios. La gente dice que la música clásica va limitándose, encerrándose por sí sola. No es así. En nuestro caso estamos ampliándola, tanto con jóvenes compositores como con músicos de otras ramas, como la música folclórica, la música pop, con todas.

No estoy hablando de que tiene que ser solo la música clásica como tal. Creo que el arte es fundamental en el desarrollo de todos los niños. Yo vengo de un programa que utiliza la música como herramienta de transformación social. Soy hijo de un programa cuyo éxito es palpable, que lo puedes ver y vivir. Por eso es fundamental abrir espacios para las nuevas generaciones.

La música es una herramienta del ser humano para expresar su intelecto, su emoción, su espíritu. Así la música cobra una dimensión infinita y ahí está la cuestión de porqué hacemos todo esto.

—¿Cómo funciona su programa de educación artística en diferentes partes del mundo y particularmente en Venezuela?

A través de la Fundación (Dudamel) que tenemos María Valverde, mi esposa, y yo tratamos de crear esos espacios para los jóvenes. Cada año hacemos un encuentro en el que invitamos a jóvenes de los distintos programas alrededor del mundo inspirados en el Sistema de Orquestas y les brindamos la oportunidad de interactuar entre ellos, de compartir y de entender sus propias culturas, además en estos encuentros tienen la oportunidad de estar con los mejores maestros.

En agosto hicimos con ellos unos conciertos en el Hollywood Bowl y en el Teatro Griego William Randolph Hearst, lo cual fue histórico y transformador para estos jóvenes.

Hace unos días estuve ensayando con la Orquesta Infantil de Venezuela a través del Zoom y por medio de todas estas herramientas tecnológicas que tenemos ahora. Nunca podré dejar a un lado estas iniciativas porque forman parte de lo que soy. Yo lo necesito porque es la forma de conectar conmigo mismo. Conectar con esos niños, con esos jóvenes en estos programas en mi país, y en todos nuestros países, es para mí conectar con la esencia del Gustavo niño, el cual soñaba y luchaba con su instrumento para poder construir una vida a través de la música. Yo nunca, te lo confieso, yo nunca pensé en el éxito. Nunca pensé llegar aquí. Mi deseo era hacer música con mis amigos. Mi deseo era ir al conservatorio y tocar en el teatro de Barquisimeto que, fíjate, casualmente se llama Juárez como el teatro de Guanajuato. Ese era mi sueño. A partir de allí comenzó la amplitud y después vinieron todas estas cosas que he logrado en este camino que he recorrido con mis compañeros y con los músicos a quienes he tenido la oportunidad de dirigir, pero en esencia yo soñaba con hacer música y disfrutar haciéndola para compartirla con mis amigos y con el público. Eso era y es el motivo de lo que hago.

Gustavo Dudamel: "El arte es fundamental en el desarrollo de todos los niños". (© Ryan Hunter)

—¿Un éxito tan abrumador como el que ahora tiene no lo ha cambiado en nada?

En lo absoluto. Yo soy mas guaro que nada, guaros somos los de Barquisimeto, así nos llamamos. Realmente, yo sigo siendo un guarito de allá.

—¿Qué extraña de ese niño de Barquisimeto que soñaba con hacer música?

¡Ay! Extraño tener tiempo. Cuando uno es niño la dimensión del tiempo es distinta a cuando se es adulto. En ese tiempo tenía toda la libertad porque mi familia me la dio para hacer lo que quisiera, en el aspecto de mis estudios, de mis amistades, de mi formación, de la música. En ese momento viví con mucho amor y con mucha intensidad.

Creo que es eso lo que extraño, porque el resto lo llevo conmigo… Es que no puedo extrañar algo que siento que vivo desde adentro y eso es lo que me conecta y es lo que me hace no despegar los pies del suelo. No pensarme en una posición de superioridad por ser el director. Sigo siendo el mismo porque siempre conecto con eso.

Ahora, claro, desearía irme a comer unas arepas, un chivo, una cachapa y caminar por las calles de mi ciudad y todo eso… tener el tiempo para estar con mis amigos y recordar. Creo que esas son las cosas que uno más extraña porque después vas asumiendo responsabilidades, adquiriendo compromisos acá y allá, los cuales hacen que la percepción del tiempo sea más reducida y más limitada.

—¿Viajará pronto a Venezuela? ¿Cuándo comerá unas arepas allá?

Prontísimo. Estoy seguro de que más temprano que tarde estaré por las calles de mi ciudad. No he dejado de comer arepas (risas). Yo hago mis arepas y mi mujer también cocina comida venezolana. Cuando hay oportunidad, mi madre y mi abuela me preparan mis arepitas. Ahora, comerse una arepa allá es distinto. Sabe distinto. ¡Ay! Como quiero saborear la calle, la esencia de mi ciudad y de mi país. Prontísimo estaré ahí.

Cuando tengo la oportunidad de hacer giras y por lo menos estar en México siento que eso me conecta netamente con lo que soy. Yo me siento mexicano, porque somos la misma cultura, tenemos la misma idiosincrasia.


AQ

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