Alice Munro o ¿a quién culpar?

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Sólo después de la muerte de la Premio Nobel de Literatura 2013, la prensa hizo públicas las demandas de su hija menor, Andrea Robin Skinner, sobre el abuso sexual que padeció durante años a manos de su padrastro.

Alice Munro, escritora canadiense. (AP)
Kyra Galván
Ciudad de México /

En 2013 la escritora canadiense Alice Munro ganó el Premio Nobel de Literatura y muchos nos alegramos por dos razones: era mujer y se reconocía al cuento o relato corto, un género literario poco valorado por las editoriales.

Tuvieron que pasar once años para que, a la muerte de la autora, en mayo de 2024, la prensa se decidiera a hacer públicas las demandas de su hija menor Andrea Robin Skinner sobre el abuso sexual que padeció durante años a manos de su padrastro, Gerald Fremlin.

Munro se casó por segunda vez con Fremlin en 1976 y desde esa fecha, cuando Andrea, la más pequeña de sus hijas, tenía sólo nueve años, el hombre abusó de ella sexualmente.

Andrea le contó del abuso a su padre y a su madrastra, pero ninguno de los dos hizo nada. La chica continuó siendo víctima de su padrastro durante años y cuando por fin se fue a la Universidad, los efectos psicológicos comenzaron a mostrarse tanto en su salud física como mental.

En 1992, Skinner se atrevió a confesarle a su madre lo que había sucedido por largo tiempo, a pesar de temer su reacción, pues el hombre aseguraba que la chica le gustaba más que su madre. Y efectivamente, Munro reaccionó como si se hubiera enterado de una infidelidad, y como en todos esos casos, uno se pregunta si la madre no se dio cuenta o simplemente se hacía de la vista gorda.

Fremlin reconoció el abuso en aquel momento, pero culpando a la víctima. “Ella me sedujo”. Una niña de nueve años. La escritora se separó de él, pero a los pocos meses regresó y no lo dejó hasta que él murió.

Andrea Skinner aseguró que su madre dijo “que nuestra cultura misógina sería la culpable si yo esperaba que ella rechazara sus propias necesidades, se sacrificara por sus hijos y compensara por los defectos de los hombres”.

Ante esta respuesta, Andrea se separó de manera definitiva de su madre y en 2005 denunció el abuso ante la policía de Ontario, la cual impuso una pena menor. Todo el mundo temía ennegrecer la fama de la futura Premio Nobel.

El secreto salió a la luz y nos preguntamos quién es más culpable del encubrimiento. ¿El padre y la madrastra por no denunciar el abuso o enfrentar al pederasta, o al menos prohibir a la menor visitar a su madre? ¿La madre porque fingió no darse cuenta y prefirió quedarse a convivir con el violador de su hija por el resto de su vida? ¿Acaso ella también era víctima inconsciente de una relación tóxica? ¿Por qué la policía o la prensa se abstuvieron de revelar una situación tan aberrante para “no manchar” la fama de la escritora? ¿Por qué no echarle toda la culpa al violador y encerrarlo? ¿O al sistema patriarcal que permitió el encubrimiento de un hecho monstruoso e hizo creer a Munro que ella tenía derecho a “tener un hombre” y a satisfacer sus necesidades, pasando por encima de los derechos y el bienestar de su hija?

Juzgar el carácter moral de un escritor o escritora es diferente a valorar la calidad de su trabajo, pero hay casos en que cuesta trabajo separarlos.

AQ

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