Nervo y Orwell, visionarios de nuestra era

Literatura

En el ámbito de los fantástico, las ficciones del escritor mexicano y las del británico preludian nuestros tiempos y ponen en tela de juicio la presunta racionalidad del ser humano.

Amado Nervo y George Orwell. (Laberinto)
Adrián Curiel Rivera
Ciudad de México /

A pesar de que las exequias de Amado Nervo en 1919 fueron de las más masivas que haya recibido escritor alguno en el ámbito de la literatura en castellano, la crítica cuestiona actualmente qué vio en él su época para convertirlo en una celebridad apenas inferior a la de Rubén Darío. Sin embargo, si la poesía de Nervo no resiste el paso del tiempo, en el ámbito de lo fantástico hay relatos suyos que prevalecen. “La última guerra”, incluido en su primer libro de cuentos Almas que pasan (1906), sigue siendo un texto admirable. Como es asombrosa la semejanza con Rebelión en la granja (1945) de George Orwell —obra a la que antecede en casi cuatro décadas—, respecto al común planteamiento de una sublevación de las bestias contra el hombre para derrocarlo después de siglos de servidumbre.

“La última guerra” sitúa al lector en un tiempo donde han acaecido tres revoluciones planetarias: la cristiana, la francesa y la socialista, verificada en el año 2030 d.C. y que se extiende hasta 5532 d.C., cuando las facilidades tecnológicas han atrofiado las piernas a los humanos al punto de inutilizárselas. En esa nueva era ya no hay desigualdad ni crimen, priman lo simétrico y lo armónico, y en los anales se recuerda con simpatía la creación de los Estados Unidos de Europa en 1916. No obstante, en esa sociedad de engañosa perfección se viene fraguando un complot entre los animales, “humanidades inferiores” que, después de milenios de ser explotados o sacrificados como carne de matadero o para experimentos, han desarrollado un lenguaje propio y unas irreprimibles ansias de libertad.

Can Canis, un perro superdotado, nieto de la anterior especie que no sabía hablar, con la anuencia del caballo Equs Robertis, presidente de la asamblea de rebeldes, pronuncia un discurso en un gimnasio del cerro del Ajusco para referirse a una etapa histórica anterior en la que existía una especie de pangea arcádica de bestias. Lamentablemente, después llegó el hombre, los sometió y expulsó de ese legendario paraíso. Nervo narra hábilmente desde la tercera persona para establecer una distancia con los sucesos que desgrana Can Canis, aunque en determinado momento el narrador asume el nosotros para revelar que está usando un fonotelerradiógrafo a fin de dejar constancia de los hechos. Más adelante, espoleados por Can Canis, los animales plantan a los hombres una guerra sin cuartel. Entonces la voz narrativa vibra con las emociones del personaje que vive de cerca los acontecimientos. La batalla dura diez años, como el sitio de Troya, y se justifica en última instancia por los viejos odios y las viejas hambres en pos de la igualdad los mamíferos que pueblan la Tierra. Excepción hecha del hombre, el antiguo tirano, que ahora alimenta las mismas pasiones de venganza en su deseo de recuperar algún día su dominio. Los animales vencedores ignoran que otras formas de animalidad —tal vez insectos— se preparan para exterminarlos, hasta que el sol se extinga y sea fecundado por primera vez en el espacio, y surjan de él, en la espiral del eterno retorno, del ciclo inacabable, nuevos planetas tierra y nuevas humanidades.

Rebelión en la granja plantea un escenario similar. Antes de morir, el cerdo Major revela a los animales el sueño de un futuro promisorio en el que quedarían liberados del yugo de los humanos. También les comunica los siete mandamientos que las bestias de Inglaterra e Irlanda, tras la expulsión del señor Jones y la reconversión de la Granja Solariega en la Granja Animal administrada por ellos mismos, deberán cumplir. Sigue una época de insospechada prosperidad, hasta que los nuevos dirigentes, los verracos Napoleón y Snowball, entran en conflicto. Napoleón se alía con su factótum Squealer para desterrar a Snowball e imponer un régimen de terror garantizado por la manipulación ideológica, la propaganda política y feroces perros guardianes asesinos. Un sistema de violencia moral y explotación económica que contrasta con la utopía que todos los animales habían imaginado en un principio. De este modo, el puerco Major vendría a representar el papel de Karl Marx en su desiderátum de una sociedad igualitaria. Napoléon, el de Stalin. Snowball, el de Trotsky. El noble y trabajador caballo Boxer, el del sufrido pueblo soviético. La jauría: los temibles servicios secretos de la policía estalinista. Las ejecuciones públicas ordenadas por Napoleón, después de obligar a los animales disidentes a la farsa de una confesión, constituye una parodia de los juicios sumarios de Moscú entre 1936 y 1938. No hay duda de que Orwell asumió en su literatura un compromiso de denuncia política y social. Pero Rebelión en la granja puede leerse asimismo como una fascinante novela de ideas, en la cual los siete mandamientos que juran seguir los habitantes de la granja independizada, y luego tiranizada, se desvirtúan en tanto se acrecienta el poder despótico del cerdo Napoleón. A la máxima: ningún animal dormirá en una cama, se añade la salvedad con sábanas. Y así pasa con el resto: Ningún animal beberá alcohol, en exceso. Ningún animal matará a otro animal, sin motivo. El ideario de Major, que parte de dos axiomas supremos: todo lo que camina sobre dos patas es un enemigo, todo lo que camina sobre cuatro patas o tiene alas es un amigo, deriva en un nuevo statu quo tan siniestro como el anterior, donde todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros.

Las ficciones de Nervo y Orwell, construidas a partir del recurso literario de la prosopopeya, esto es, atribuyendo a los seres irracionales asuntos propios de los humanos, constituyen brillantes alegorías distópicas de las consecuencias nefastas del totalitarismo. Preludian nuestros tiempos y continúan punzándonos con la misma pregunta: en el fondo, ¿hay alguna diferencia entre nuestra sociedad y una manada de fieras?

AQ

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