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Amanda Berenguer, un portal abierto entre lo consciente y lo inconsciente

Poesía en segundos

Publicada por la UNAM, ‘El monstruo incesante’, la biografía de esta poeta uruguaya, es una declaración de amor a su tiempo, a su país, a su esposo, a sus amigos y a los nuevos poetas.

Víctor Manuel Mendiola
Ciudad de México /

La presencia masculina tan fuerte, en la poesía latinoamericana, quizá no ha dejado ver con toda claridad la enorme presencia de las mujeres poetas en nuestras literaturas. Allá en el fondo está, nos guste o no, Gabriela Mistral con el reconocimiento del Premio Nobel que le fue otorgado en 1945. Pero, junto a ella, podríamos poner no a unas cuantas creadoras más, sino a un número muy significativo de autoras fundamentales. Por mencionar algunas, destacaría a Delmira Agustini, Enriqueta Arvelo Larriva, Sara de Ibáñez, Olga Orozco, Fina García Marruz, Rosario Castellanos y Blanca Varela. En este conjunto notable sobresalen, en Uruguay, las poetas Idea Vilariño, Ida Vitale, Marosa de Giorgio y Amanda Berenguer; y habría que agregar el extraño caso de la poeta uruguaya-mexicana Ulalume González de León. Todas, entre sí muy diferentes, pero con el común denominador de poseer una imaginación absolutamente moderna, siendo dueñas de un lenguaje riguroso (por eso son modernas y no posmodernas) que, sin renunciar a la música de las ideas, despedaza y recrea una nueva dicción.

No obstante que Amanda Berenguer no aparece en algunas de las antologías que ahora se han hecho canónicas —no está, por ejemplo, en la de Guillermo Sucre ni en la de Gustavo Cobo Borda, pero sí, lo recuerdo ahora, en la de Julio Ortega—, su lectura es necesaria. Con una claridad sorpresiva, nos asombra con líneas como “Y vale la pena escalar la desusada/ altura”; o “Si voy al aire, venid conmigo./ Si voy conmigo ahora, dejadme sola”. Tal vez menos incisiva que Vilariño, pero más lírica. El libro que acaba de publicar la UNAM, El monstruo incesante (2024), una biografía que, aunque podríamos pensar que no lo es por su brevedad, lo es porque traza de una manera auténtica la vida de Berenguer y, al mismo tiempo, la semblanza poética de su obra. En una fragmentación constante, en un ir venir entre prosa y poesía, en la corriente de la conciencia siempre disruptiva en la que ella con toda libertad introduce breves astillas, trozos completos o alusiones directas a sus propias letras y conversa con su amiga Emily Dickinson en la “Ciudad de la posibilidad”, porque “I dwell in possibility”; o con Mallarmé por “la inmedible catedral de su página”, Berenguer retrata su historia y momentos importantes de la generación del 45: las reuniones para leer poesía, la visita de Juan Ramón Jiménez, la irrupción de Bergamín. Vemos a Carlos Maggi, Inés Silva, Ángel Rama, Ida Vitale, Emir Rodríguez Monegal, Idea Vilariño... En realidad, El monstruo incesante, la biografía de Berenguer, es una declaración de amor —a pesar de la espantosa dictadura— a su tiempo, a su país, a su esposo, a sus amigos y también, porque es parte del “monstruo” del cambio, a los nuevos poetas. En este flujo incesante de lo consciente y lo inconsciente, nos arrastra la autoconciencia de Berenguer que es un portal abierto y, entonces, “llegamos a casa en otro lado/ del mapa de la ciudad en la punta/ más cercana de un labio del planeta”. Me sorprende, aquí y allá, su fino surrealismo, invocado no para epatar al tonto o eludir al filisteo, sino para regresar en la inmovilidad/ movilidad de la memoria al Montevideo del 45, ahora tan mitológico como el mismo Buenos Aires. Gracias a Leonor Courtoisie tenemos este libro.

‘El monstruo incesante’, autobiografía de Amanda Berenguer, con introducción de Leonor Courtoisie. (UNAM)

AQ

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