Hay un árbol verde que me crece en la soledad
en la tierra roja, áspera,
en el infierno y el cielo
en el cacto y el águila.
Hay un árbol que me crece en la desolación,
un amor que me crece en un leopardo
con las uñas sucias de la sangre de los sueños.
Son sueños huérfanos
que viajan sin cartas de navegación
cubiertos de cobre, con las alas arrancadas,
con disparos en el pecho.
Yo planté ese árbol de los sueños truncos,
maté mi canto engañado,
porque no quiero que mi ángel de la guarda
continúe enterándose de todas mis tristezas
y las cuente en mis poemas.
AQ