En vez del tradicional ping-pong, jugamos con Armando Manzanero al tenis, deporte que practicaba. El partido surge de dos charlas que tuve con ese buen pianista, eficaz intérprete, a ratos humorista en el escenario y, sobre todo, genial compositor.
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—¿Qué se siente que el ex teatro Mérida lleve su nombre?
Imagínese: fui a la inauguración en los años cincuenta. Ahí vi muchas películas y a la orquesta de Luis Arcaraz. Los homenajes deben hacerse cuando uno pueda enterarse; después, ¡ya para qué!
—¿Qué lo motiva a seguir activo?
En la raza maya estamos acostumbrados a trabajar desde que tenemos uso de razón hasta el día que nos vamos de este mundo.
—¿No le gustaría descansar?
No. Mi abuelo trabajaba hasta los domingos y decía que al morir iba a tener mucho tiempo para descansar.
—¿A qué se dedicaba él?
Fue un albañil maravilloso que construía una casa de principio a fin, desde la fabricación de los ladrillos.
—¿Usted quiso ser piloto aviador?
Sí, pero los aviones no venían adaptados para que un chaparro los manejara, así que me rechazaron de la escuela.
—¿Ha sentido discriminación por su estatura?
Más bien he tenido unos privilegios que usted no se imagina.
—Dos canciones suyas.
“Contigo aprendí” porque ya perduró. “Por debajo de la mesa” me gusta como si no fuera mía.
—Un compositor a quien admire.
Hubiera querido ser María Grever. De ese tamaño es mi admiración por esa señora.
—Una canción de otro autor.
“Por volverte a ver” (Girado-Jaén).
—Un tango.
“El día que me quieras” (Gardel-Lepera).
—Un arreglista.
Don Rubén Fuentes, que además es un gran compositor y productor.
—¿Conoció a Frank Sinatra?
Muy someramente, en el desaparecido Chateau Madrid (en Nueva York). Esa vez le dije: “¡Qué honor conocerlo, señor!”. Él me contestó: “No me diga señor, porque cuando llegue a mi casa si no me tratan así me voy a sentir mal”.
—¿Por qué Julio Iglesias fue tan exitoso con poca voz?
Todavía me lo pregunto, pero manejó su negocio con una gran mercadotecnia.
—¿Se parecen componer y cocinar?
Sí, mucho, y en ambos casos más vale hacerlo bien o mejor ni se meta.
—Usted que sabe tanto de mujeres…
Lo peor del caso es que no sé nada.
—¿Le hubiera gustado tener sólo un buen matrimonio?
Me hubiera encantado. Cuando me contratan para celebrar un matrimonio que ha durado 50 años, me dan ganas de no cobrarles.
AQ