Yuri Andriéevich Zhivago muere con estas líneas: “Sin prestar atención a los gritos, consiguió apearse del tranvía detenido en la calle. Dio un paso, dos, tres y cayó sobre el empedrado. No se levantó más”. En este momento, a la novela aún le faltan cerca de diecisiete mil palabras para terminar. Si dejamos a Zhivago muerto en una calle, nos perderemos de algo esencial en la novela: el contraste de los entierros.
La novela comienza durante el gobierno del zar Alejandro I, y termina ya bien entrada la dictadura de Stalin. En el primer capítulo tenemos los detalles tradicionales y religiosos del entierro de María Nikoláievna, la madre del doctor Zhivago. “Andaban, y al andar cantaban Eterna memoria… Los transeúntes abrían paso al cortejo, contaban las coronas y se santiguaban… El sacerdote, con el ademán de la bendición, arrojó un puñado de tierra sobre María Nikoláievna. Se entonó Por el alma de los justos. Después comenzó una terrible carrera. Cerraron el ataúd, lo clavaron y lo bajaron a la fosa”.
En cambio, cuando le llega el turno al hijo, Pasternak escribe: “En aquella época se había extendido el uso de incinerar a los muertos. Con la esperanza de obtener una pensión para las niñas, preocupados por su porvenir escolar y deseosos de no perjudicar la posición de Marina en la oficina de Telégrafos, los amigos renunciaron al entierro religioso y decidieron limitarse a la ceremonia civil”.
La familia y el sacerdote de la iglesia ortodoxa se ven sustituidos por esto: “Dentro de media hora vendrán del sindicato de médicos a recoger el cadáver y lo llevarán al club del sindicato”.
Por su parte, Larisa Fiódorovna tuvo un fin más estalinista: “Salió de su casa para no volver más. Acaso fue detenida en la calle. Murió o desapareció quién sabe dónde, un número más en la lista anónima y perdida en uno de los innumerables campos de concentración, femeninos o comunes, del norte”.
La lógica dice que Pasternak también debió desaparecer en algún campo de concentración, como varios de sus colegas. Aún hoy se especula por qué Stalin no lo mandó ejecutar. Doctor Zhivago se publicó en la época de Khrushchev, cuando ya Stalin era un fiambre, pero desde siempre fue un escritor incómodo para el Partido.
Al final, Pasternak fue sepultado con los más grandes honores, esos que no da un gobierno o una iglesia, sino los lectores. Lo mismo le había pasado a su personaje Zhivago, quien fue despedido por una multitud antes de la incineración en tanto “solo las flores compensaban la falta de ritual y de cánticos fúnebres”.
Eso en la muerte. Ya hablaré de lo que compensa la falta de ritual en la vida.