Debemos aceptar que somos monstruosos y preciosos a la vez: Brenda Navarro

Entrevista

La escritora mexicana comenta su novela Casas vacías y habla sobre la urgencia de visibilizar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.

Brenda Navarro, autora de 'Casas vacías'. (Foto: Ángel Soto | MILENIO)
Brenda Navarro, autora de 'Casas vacías'. (Foto: Ángel Soto | MILENIO)
Ángel Soto
Ciudad de México /

Una mujer pierde a su hijo en un parque; otra aprovecha un descuido para raptarlo. Ahí nace la trama brutal de Casas vacías, una exitosa primera novela que ha conquistado a la prensa especializada y a los lectores más exigentes de la literatura mexicana contemporánea. Su autora, Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982), es una narradora implacable, poseedora de una prosa certera, despiadada, que no deja huecos para la indulgencia.

El libro fue concebido en un periodo de transición, en las postrimerías del sexenio calderonista y la antesala del retorno del PRI, con Enrique Peña Nieto, a la presidencia de México. Por entonces, dice Navarro, comenzaba a borrarse el discurso de la llamada guerra contra el narcotráfico y a ella la invadía un desasosiego feroz. “No puede ser que todo quede como mera anécdota de gobierno o como registro periodístico”, se repetía.

Su desazón cedió el paso al impulso creativo. Comenzó entonces a urdir una historia que desarticula preconcepciones sobre las maternidades, donde reinan la ausencia, el dolor y la culpa.

La primera edición de Casas vacías estuvo disponible gratuitamente en el sitio web Kaja Negra y gozó de una recepción espléndida; en 2019, la editorial Sexto Piso la incorporó a su catálogo. En esta entrevista, Brenda Navarro habla, entre otras cosas, de las bondades de la literatura y de la urgencia de visibilizar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.

—Si la novela surgió en el contexto de la violencia por el crimen organizado, ¿cómo se transformó en la historia de dos mujeres que lidian con distintas caras de la maternidad?

Cuando decidí escribir Casas Vacías, me empecé a cuestionar qué era lo que más me causaba dolor de todo lo que estábamos viviendo. Definitivamente eran las personas desaparecidas, en específico las madres de los desaparecidos; nadie las tomaba en cuenta. Pero tampoco quería ser irrespetuosa con ellas ni apropiarme de sus historias; no quería darles voz, porque ellas ya la tienen.

Cuando estaba trabajando en el segundo borrador, me di cuenta de que no estaba hablando de maternidades, sino de ausencias, de los efectos que tiene el Estado mexicano sobre la vida de las mujeres. Mi propuesta literaria era cuestionar el Estado feminicida en el que estamos inmersos.

—Y logras representar una violencia ubicua, pero le asignas a tus personajes acciones que uno juzgaría reprobables.

Así es, yo creo que ocurre así en la vida de las mujeres y de los hombres, pero a mí me tocaba hablar como mujer. La nobleza que tiene la literatura es que no estás obligada a tener rigor, ni a constatar datos, ni supeditarte a lo que puedan pensar. Esa es la maravilla de la literatura: puedes decir cosas que tú, como persona o como ciudadana, a lo mejor condenarías. Yo condenaría el robo de un niño, pero cuando te das cuenta de que no hay buenos ni malos, entiendes el contexto y que somos producto de las circunstancias.

Me parece que es lo que debemos hacer ahora mismo en México: dejar de hablar de quién es bueno o malo, quién es de un partido político o de otro. Debemos entendernos como seres humanos monstruosos y preciosos a la vez.

—Cuando elegiste la maternidad como médula de la novela, ¿estabas consciente de que ibas a escribir sobre uno de los grandes tabúes de la sociedad mexicana?

Yo creo que no era consciente. Tomé el pretexto de la maternidad porque a la mayoría de las mujeres nos miden por el hecho de ser madres o no serlo. Es un recordatorio de todo lo que tenemos que trabajar para que las mujeres que todavía se sienten oprimidas dejen de estarlo. La maternidad sí es una elección privada. Ni siquiera tendríamos que cuestionarnos si queremos ser madres o no.

—Esta publicación en Sexto Piso coincide con las luchas en Latinoamérica por la despenalización del aborto y surge en medio de la discusión al respecto en varias entidades mexicanas...

Exactamente. Todas las mujeres tendrían que tener solucionados sus derechos sexuales y reproductivos. Todas tendríamos que tener el derecho de decir, sin que nos juzguen: “no quiero esto ni para mi cuerpo, ni para mi vida”.

Ahí vuelvo a problematizar al Estado que violenta sistemáticamente los derechos de las mujeres, específicamente de las mujeres pobres. Eso es terrible. Por un lado, las obliga a la mano de obra barata, y por el otro les niega todos los derechos. A mí me gustaría que para allá fuera la conversación. Quienes podemos hablar y expresarnos, necesitamos saldar esa deuda con las mujeres pobres.

—¿Como representantes?

No sé si como representantes. Más bien, a quienes tenemos la oportunidad de que nos escuchen nos toca decir: “nosotras no tenemos que ser siempre las protagonistas, ni nuestras luchas son las luchas. Hay muchas otras que tenemos que apoyar, vayan a ver esas otras realidades”. Se trata de poner a estas mujeres al frente.

"La maternidad sí es una elección privada": Brenda Navarro. (Foto: Ángel Soto | MILENIO)

—A lo largo de la novela hay frases que descolocan al lector. Son destellos crudelísimos que demuestran cómo a estas dos mujeres las atraviesa todo, están a punto de explotar.

Como lectora pienso que estas dos mujeres están contando esta historia cuando ya no pudieron más. Una de ellas está inundada de culpa; la otra, menos reflexiva, te cuenta todas las cosas que vive. Justamente en esa no reflexión se revelan muchísimos rasgos de la sociedad mexicana: el incesto, las complicidades de las madres con la violencia de los hijos...

—¿Qué tan complicado fue trabajar en dos registros del lenguaje? ¿Cómo confeccionaste esos estilos?

Lo que te ayuda mucho es escuchar cómo habla una mujer de un estatus social u otro. El trabajo más importante para mí fue ese: aprender a escuchar, quedarme calladita y escuchar lo que podían decir mi madre, mi hermana, mi amiga, la madre de mi amiga... De esa manera vas registrando las palabras, las frases. Lo que te toca a ti es darle coherencia.

—¿Qué significa para ti este paso de Kaja Negra a Sexto Piso?

Ha sido un poco avasallador. No me lo esperaba en lo absoluto. Yo sí sigo creyendo que el conocimiento no debe de tener precio. El ciberespacio lo tenemos que ocupar, porque ahora mismo los monopolios están tratando de ponernos fronteras y otra vez se está cerrando el conocimiento. Mi apuesta es que hay que poner todo en la red, hay que romper estas fronteras que nos pone esta lógica mercantil.

Por otro lado, creo que si a las personas que nunca hemos estado en el círculo literario se nos abre un espacio, lo tenemos que abrir también para otras personas.

—Esa vocación la mantienes con Enjambre literario, ¿no es así?

Así es. Enjambre literario busca generar redes entre mujeres escritoras. Nos tenemos que visibilizar unas a las otras. Hay muchísima gente que ya hace cosas en conjunto, lo que hace falta es visibilizarlo. Si esas mujeres, además, escriben maravilloso, merecen ser leídas.

ÁSS​

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