‘Broker’: una película hecha de pequeños poemas visuales y cotidianos

Cine

La más reciente cinta de Hirokazu Koreeda gira en torno a la familia en sentido amplio, esa que con las crisis de la modernidad parece destinada al fracaso.

Gang Dong-won, Bae Doona y Song Kang-ho en ‘Broker’. (MUBI)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Desde los tiempos, ya antiguos, en que Hirokazu Koreeda trabajaba con bajos presupuestos, el japonés se ha aferrado como nadie al tema de la infancia de los desposeídos. Podría pensarse que en países como Corea o Japón (donde filma) no debe haber muchos, pero el japonés muestra que la industrialización no termina con la miseria.

Broker: Intercambiando vidas (disponible en Amazon) muestra el virtuosismo del director para tocar temas tan delicados que nadie pensaría que se pueden hacer chistes con ellos. Y, sin embargo, el director lo consigue. Broker es una comedia que gira en torno a la familia en sentido amplio; esa que con las crisis de la modernidad parece destinada al fracaso.

Aquí están el padre incapaz de Tras la tormenta, del 2006, y la madre que es casi una niña de Nadie lo sabe, del 2004. Están los niños huérfanos y sobre todo una ternura que no adolece de cursilería. Al contrario, los personajes del maestro japonés han sido escritos para ser amados. Como los que construyó en Nuestra pequeña hermana del 2015 una historia que, como Broker, está hecha con base en pequeños poemas visuales y cotidianos. Movimiento y luz. El de Koreeda es un cine que hace que miremos, incluso nuestra niñez, con ojos distintos.

La película va de dos traficantes de bebés. Dong y Ha no son, como podría pensarse, vendedores de órganos o indecentes tratantes sexuales. Recogen niños cuyas madres los abandonaron en la puerta de una iglesia y consiguen quien los adopte. Para hacerlos aún más atractivos al espectador, Koreeda se asegura que los traficantes busquen familias no solo solventes, sino dispuestos a amar al niño abandonado de modo incondicional. La cuestión se complica con dos hechos.

Primero la madre de uno de los bebés se arrepiente y termina por unirse a los protagonistas para tratar de encontrar con ellos a una familia para su hijo recientemente abandonado y, segundo, en el orfanatorio en el que (según nos enteramos) Dong y Ha se conocieron cuando eran pequeños, encuentran a un niño que, habiendo llegado a los seis ya nadie quiere adoptar. Este niño se une a la troupe de fracasados que buscan, cada cual, a modo suyo, la felicidad en un viaje por Corea, el tigre asiático que a pesar de la bonanza económica no ha encontrado la cura contra la orfandad que no es, como demuestra Koreeda la ausencia de padre o madre, sino la falta de un amor incondicional. Uno que sea capaz de murmurarnos en el oído cuando estamos tristes: gracias por existir.

En efecto, durante la secuencia más importante de la película los miembros de esta familia efímera e inusual se da las gracias: gracias por haber nacido, gracias por estar aquí. A oscuras, el huérfano, los traficantes de bebés y la madre incapaz de ser madre, aceptan el cumplido, pero un poco extrañados. Ellos, acostumbrados a verse como estorbos en el país perfecto escuchan por fin que alguien les dice: gracias por haber nacido. Hay que decir, por otra parte, que Broker tiene, además una trama policial y una historia de amor; extraordinarias actuaciones y un viaje hacia el proletariado de Corea que recuerda los mejores momentos de Ken Loach en Inglaterra o los hermanos Dardenne en Bélgica.

Dong (interpretado por el fenomenal actor protagónico de Parásitos) y el niño de seis años, producen una combinación espectacular. Con algo de Dickens y algo de Mark Twain, Hirokazu Koreeda transmite aquí, como en cada película suya, la simplicidad y belleza de personajes que, como todos, buscan a ciegas una vida de simple felicidad.

Broker

Hirokazu Koreeda | Corea del sur | 2022

AQ

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