'Eso (Capítulo 2)' o Stephen King entre recuerdo y olvido

Cine

"Una película aburrida que repite hasta el cansancio que no está mal ser diferente".

Bill Skarsgård interpreta a Pennywise. (Cortesía: New Line Cinema)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Hace muchos años, Stephen King pasaba por una crisis de droga y alcohol cuando cruzó un puente. Recordó haber leído la leyenda nórdica de tres cabras que devoraba un trol. Trató de imaginar: ¿qué se sentirá ser devorado? Fue a su casa y escribió más de mil páginas de una novela que aún apasiona a los entusiastas del autor.

Eso cuenta la historia de un niño que sale a jugar un día lluvioso y escucha voces en una alcantarilla. Cuando se aproxima, encuentra a un payaso que lo devora. Ahí están: el río, la sensación de ser devorado y el trol. En 2017 se filmó la primera parte del novelón. Y lo único que valía la pena era esta secuencia. Todo lo demás no era otra cosa que un montón de sinsentidos que aún hoy buscan descifrar escritores de a pie en sus páginas y blogs.

La segunda parte, Eso (Capítulo 2), tiene otra escena que vale la pena: el protagonista se enfrenta con sus culpas y consigo mismo. Decide matar a su niño interior. Al igual que Guillermo del Toro, Stephen King ha encontrado qué son los fantasmas: hechos siniestros que se repiten una y otra vez. Cada uno de los personajes de Eso ha sufrido un abuso. Todos quieren negarlo y ¿qué sucede? A fuerza de querer olvidar, más recuerdan.

En lo que respecta a valores artísticos, Eso (Capítulo 2) es un merengue. Puro adorno azucarado que oculta la falta de estructura de un escritor que, sin embargo, trae dentro algo que necesita exorcizar: su propio pasado en un pueblo en el que parecía destinado al horror. Y es en este sentido (y sólo en este) que King evidencia que es un artista. Porque escribe no para ser recordado sino para olvidarse de sí mismo. Es un poco lo que sucede con Guillermo del Toro, con Lovecraft y en última instancia con toda la literatura gótica. Por eso los amantes del género seguirán leyendo a Stephen King a pesar de lo confuso de sus ideas.

El autor ha dicho que el auténtico horror no tiene explicación. La frase suena bien, pero implica que uno no debe cuestionar la historia. No hay que preguntar quién es el payaso loco. ¿El alma de un asesino serial? ¿Una maldición venida del espacio? ¿Un conjuro de indígenas americanos? Puede que sea todo eso. King no pretende explicarlo ni explicar por qué sus historias son tan reiterativas. Lo malo es que cuando uno ama el cine suele hacerse preguntas y, cuando no hay respuesta, uno encuentra que películas como Eso (Capítulo 2) resultan fastidiosas.

No basta que a veces brille en las obras de Stephen King el espíritu del descontento, el odio a la infancia y a todo aquello que debiera gustarnos pero que nos resulta repugnante. En Eso (Capítulo 2) llega el momento en que incluso los amantes del terror nos damos cuenta de que estamos asistiendo a la repetitiva parodia de un autor que parece seguir padeciendo una crisis de drogas y alcoholismo. Aun así, algún escritor más talentoso debería darse el tiempo de estudiarlo en forma detallada. Como hizo Houellebecq con la obra de Lovecraft en el libro H. P. Lovecraft: contra el mundo, contra la vida.

Lo cierto es que mientras esto no suceda, King corre el riesgo de ser olvidado en el aparatoso mundo del cine de terror, una suerte de desierto en el que a veces se encuentran tesoros. Pero hay que decir de una vez que Eso (Capítulo 2) no es uno de estos tesoros. Es una película aburrida que repite hasta el cansancio que no está mal ser diferente. Verdad de Perogrullo que sabemos sin necesidad de perder el tiempo mirando la caricatura que Stephen King ha hecho de sí mismo.

​ÁSS

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