El loco de la revista 'Generación'

In memoriam

Con este testimonio recordamos a Carlos Martínez Rentería, un bárbaro de la cultura mexicana.

Carlos Martínez Rentería, 1962-2022. (Foto: Iván Martínez)
Edgardo Bermejo Mora
Ciudad de México /

I

Carlos Martínez Rentería es una figura central y entrañable en el paisaje de la cultura mexicana de nuestro tiempo. Fue un cronopio trasnochado, excesivo y vital, un apocalíptico que no buscó ser fama ni quiso, jamás, ser integrado. Pertenece a la saga de los escritores y los gestores culturales en México que hicieron de la libertad una hazaña, y de la irreverencia, la independencia y la fiesta una institución perdurable. Fue el más feliz de mis amigos, el más pleno, el más libre. Y fue, también, un poeta.

Podemos resumir su vida a partir de cuatro batallas.

La primera —por la libertad creativa, la tolerancia y la irreverencia cultural— se prolongó durante los 33 años que dirigió Generación, la revista mexicana que ha dibujado como ninguna otra el mapa contracultural de nuestras diversidades insumisas. Fue una batalla editorial, pero también un espacio de brega cultural en casi todos los frentes, que hicieron de Carlos un gestor incansable y el gran museógrafo de nuestras transculturalidades. De la noche y sus demonios, a la queer, lo marginal y lo incorrecto, hasta la despenalización del consumo de drogas, de la Casa del Poeta a la Pulquería Insurgentes, su vocación fue la de ampliar las fronteras de nuestro entendimiento de lo cultural.

La segunda batalla que libró lo llevó a construir y deconstruir infinidad de veces a su propio personaje, a contracorriente del ninguneo zafio, y de sí mismo. Siendo un hombre de batallas culturales, cultivó amistades y complicidades sin el menor asomo bélico, dejó pasar de largo malquerencias e incomprensiones, no formó camarillas empoderadas, no se alimentó del rencor hacia nadie, y pagó el costo de lo radicalmente marginal poniéndose al centro de una biografía saturada de excesos y ocurrencias geniales, que lo arrimaron felizmente a los territorios de la poesía. Fue un paladín, que no un caudillo.

La tercera fue la batalla que le ganó a la paternidad a lo largo de una vida cotidiana que apostó por la estética del caos y la certidumbre de la bancarrota: su hijo Emiliano es la síntesis de todos sus esfuerzos y todas sus pasiones intelectuales y afectivas. Emiliano será, ya es, su continuador.

La cuarta, y en sentido estricto la última de sus batallas, fue la de la salud. Por más de 20 años encaró sus padecimientos con inyecciones diarias de insulina y la certeza feliz, temeraria, de quien se sabe mala hierba.

II

En 2018, con motivo de los 30 años de la revista Generación, escribí algunos recuerdos de Carlos y su revista, de la que fui fundador y miembro vitalicio de su Consejo Editorial. Recupero una de ellas.

Debió ser 1995. La revista Generación y la revista Viceversa, de Fernando Fernández, unieron esfuerzos para convocar a un grupo de sus colaboradores a un encuentro literario en Huatulco. Leonardo Da Jandra fungió como nuestro generoso anfitrión por espacio de tres días, en los que hablamos de todo y nos divertimos mucho.

Larga y diversa la lista de asistentes al encuentro. Enrique Serna, Héctor Manjarrez, Eduardo Antonio Parra, Christopher Domínguez, Jorge Volpi, Martín Solares, Jorge Fernández Granados, Guillermo Fadanelli, Armando González Torres, Roberto Vallarino, David Miklos, Fernanda Solórzano, José Ramón Ruisánchez, Roberto Frías, Claudia Hernández de Valle Arizpe y Natalia Toledo, entre muchos otros.


Colaboradores de Generación y Viceversa en Huatulco, en 1995. 

(Foto: Rogelio Cuéllar)


El tercer y penúltimo día del encuentro arrancó un sábado. La noche anterior una parte del grupo agotó la noche entre conversaciones, muchos tragos y la visita a un congal. De modo que costó más trabajo que el habitual levantarse a las 8 de la mañana para asistir a un desayuno ofrecido de último momento para los escritores visitantes por el entonces gobernador del estado. Para Da Jandra, aquel gesto del gobernador representaba un signo alentador que permitiría contar con apoyo económico del gobierno para una nueva edición del encuentro al año siguiente. De modo que nos insistió mucho en no faltar a la cita y casi todos acudimos. Unos más desvelados que otros, unos más crudos que otros, y algunos todavía con mucho alcohol en las venas. Entre estos últimos, el director de la revista Generación.

El desayuno transcurrió silencioso y extraño. Da Jandra departía en la mesa principal con el gobernador de guayabera blanca y sombrero Panamá, mientras que el resto nos alimentábamos con chilaquiles y huevos fritos, más bien callados e incómodos, en varias mesas distribuidas a lo largo de un patio asoleado hasta la deshidratación.

Vino el momento de dar unas palabras de agradecimiento. Carlos fue el primero en tomar la iniciativa. Dio un traspié al dirigirse al micrófono e imaginamos lo peor, sin saber que estaba a punto de ofrecernos la mayor pieza de oratoria de su carrera: “Señor gobernador —comenzó Rentería casi balbuceando—, señor gobernador —repitió—, yo solo quiero decir… que estoy bien pedo”. Fin del discurso. Silencio. Cero aplausos. Da Jandra enmendó la situación y apuró un mensaje entusiasta lleno de referencias filosóficas y agradecimientos al gobierno de Oaxaca. A él sí le aplaudimos. El Encuentro de Huatulco no se volvería a realizar.

III

A Carlos Martínez, el poeta, le debemos este manifiesto libertario. Se titula “Mandamientos bárbaros” y forma parte de su libro Barbarie, publicado por la editorial Moho en 2011:

Amarás la libertad


por sobre todos los dioses.


Amarás solo con la intensidad


que traiciona el instinto.


Descubrirás verdades luminosas


solo en la destrucción de tu vida.


Nunca un bárbaro


despilfarrará su existencia


sin la conciencia plena


de su estupidez irrenunciable.


Ningún disfrute mundano


será digno de un verdadero bárbaro,


si no es compartido con otro bárbaro.


Aquel bárbaro que reniega


de su vida excesiva


y regresa al redil de los felices


habrá hecho lo correcto.


Qué aburrido.


De cualquier manera,


toda lucidez del pensamiento bárbaro


es basura frente a un atardecer frente al mar,


una mujer amada


y un niño que te llama papá.


Los verdaderos bárbaros


dilapidaron lo mejor que les dio la vida.


No supieron cumplir


con su condición humana.


Simplemente saltaron


el tiempo de su tiempo


y no vivieron para comprobarlo.


IV

A mediados de la década de 1990, cada mes de noviembre, Carlos tomaba un autobús con una maleta cargada de revistas para asistir a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde tuvo por años —y hasta que los precios de la renta del espacio se lo permitieron— un stand de Generación. En algún momento le propuso a Raúl Padilla la creación del Premio Fernando Benítez de Periodismo Cultural, que el propio Benítez recibió en 1992. Carlos fue jurado del premio en alguna de sus primeras ediciones. Sostengo convencido que este año se le debería entregar el premio post mortem. Se lo merece.

AQ

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