El cielo y la tierra.
La tierra y el cielo.
La pareja mítica
de pares contradictorios,
rivales o complementarios.
Arriba y abajo.
Masculino femenino.
El sol y la luna.
El día y la noche.
Blanco y negro.
Sólo que esto,
que visto desde nuestro planeta
—no en balde llamado La Tierra—
resulta obvio,
deja de serlo
apenas nos alejamos un poco…
Y resulta que La Tierra
¡es parte del cielo!
No hay más.
Una brizna de polvo
flotando, girando
parsimoniosamente
en el pavoroso espacio
inconcebible e inabarcable
del impensable cosmos.
Un espacio donde solo hay noche
punteada por alguna estrella,
polvo cósmico…
acaso un resplandor.
El resto es el cielo:
oscuro, insondable, silencioso…
Solo por un instante,
solo en un breve espacio
—por ejemplo: en La Tierra—
hay día y noche;
hay sol y luna;
arriba y abajo;
masculino y femenino.
¿Blanco y negro?
En el cielo no hay colores.
Nada más lo negro de lo negro.
Y millones de soles
brillando a la distancia
no logran iluminar
sino por un instante
la avasalladora oscuridad.
La vida es este instante.
Lo demás es silencio.
AQ