Cielo | Por Alberto Blanco

Meditaciones

Con esta entrega iniciamos la publicación semanal de una serie de poemas en los que el autor de El canto y el vuelo (a quien damos la bienvenida) sin grandes artificios, logra tocar, conmover a quienes los leen.

El planeta Tierra visto desde el Apolo 16 el 20 de abril de 1972. (Imagen: NASA)
Alberto Blanco
Ciudad de México /

El cielo y la tierra.

La tierra y el cielo.


La pareja mítica

de pares contradictorios,

rivales o complementarios.


Arriba y abajo.

Masculino femenino.

El sol y la luna.

El día y la noche.

Blanco y negro.


Sólo que esto,

que visto desde nuestro planeta

—no en balde llamado La Tierra—

resulta obvio,

deja de serlo

apenas nos alejamos un poco…


Y resulta que La Tierra

¡es parte del cielo!

No hay más.


Una brizna de polvo

flotando, girando

parsimoniosamente

en el pavoroso espacio

inconcebible e inabarcable

del impensable cosmos.


Un espacio donde solo hay noche

punteada por alguna estrella,

polvo cósmico…

acaso un resplandor.


El resto es el cielo:

oscuro, insondable, silencioso…


Solo por un instante,

solo en un breve espacio

—por ejemplo: en La Tierra—

hay día y noche;

hay sol y luna;

arriba y abajo;

masculino y femenino.


¿Blanco y negro?

En el cielo no hay colores.

Nada más lo negro de lo negro.


Y millones de soles

brillando a la distancia

no logran iluminar

sino por un instante

la avasalladora oscuridad.


La vida es este instante.

Lo demás es silencio.

AQ

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