A Claudia Marcucetti Pascoli le iba muy bien como arquitecta y empresaria. Pero por una crisis existencial, en 2002 inició su carrera como escritora. Reconoce, sin embargo, que su formación está vigente en cada uno de sus libros y resulta muy notoria en el más reciente, Fuego que no muere, novela histórico-policiaca-política sobre el último amante de Tina Modotti, el comunista Vittorio Vidali.
Diez años le llevó construir la historia de este político, afiliado al Partido Comunista Soviético, a partir de su primer acercamiento a él a través de Tinísima (1992), de Elena Poniatowska, sobre la fotógrafa y activista nacida en la región de Údine, Italia.
¿Por qué le sedujo Vidali, un hombre que murió en su cama, honrado como político en Italia, a la avanzada edad de 83 años? Marcucetti Pascoli responde, sin dudar, que nada seduce más que un hombre con convicciones, y Vittorio Vidali era uno de ellos.
También está convencida de que el trabajo del escritor requiere perfeccionar el oficio con disciplina.
“Si traes la inquietud o la necesidad de contar historias y cómo contarlas, es un oficio que tienes que perfeccionar toda la vida; es talacha, 10 por ciento talento y 90 por ciento nalga; hay pocos escritores inspirados, alcohólicos, que sí escriben. Yo, si tomo alcohol, no escribo. Trabajar en un escrito es disciplina”, sostiene Marcucetti Pascoli y reconoce que su hoy colega Vivian Abenshushan le enseñó a escribir, en el primer taller literario que tomó, hace ya poco más de dos décadas, en plena crisis.
“Yo empecé tarde en la literatura, nunca pensé que iba a escribir un libro en mi vida, no estaba entre mis proyectos, para nada, yo era arquitecta, me iba muy bien, ganaba mucho más dinero de lo que gano ahora; además, tenía una empresa, construía, tenía una mente totalmente empresarial. Y cuando me empieza a golpear duro la vida, deseé tener una necesidad de comunicar. Creo que de ahí nace la literatura, porque es un diálogo, no es un monólogo, es la capacidad de alguien de hacer sentir a otra persona que a través de su palabra se puede identificar, emocionar, odiar, lo que sea”.
A diferencia de Eliseo Alberto, ella no empezó a escribir por amor, sino por desamor, aunque Fuego que no muere (Planeta, 2022), su tercera novela y octavo libro, la gestó porque estaba muy enamorada. Incluso el título procede de un verso del poema que Neruda dedicó a Modotti al morir la fotógrafa.
“Empecé a escribir por desamor, estaba decepcionada. Pero esta novela, al menos en parte, la escribí porque estaba muy enamorada, y se nota. Como que hay una oda al amor, que no había en Donde termina el mar, la novela anterior, quizás por eso les gustó más a los hombres que a las mujeres, es una novela de aventuras”, subraya la conductora del programa de entrevistas en televisión Cambio literal, que ha generado también dos volúmenes de conversaciones.
“Vidali fue muy venerado, pero muy temido también”, comenta la narradora y arquitecta sobre este personaje de la historia de la izquierda internacional del siglo XX, que escribió once libros, que Marcucetti Pascoli tuvo que leer para armar su novela, tan amena como reveladora.
La trama comienza con el cadáver de Modotti en la morgue para que le practique la autopsia el doctor Zárate, con la sospecha de que Vidali está involucrado en la muerte de la fotógrafa. Marcucetti Pascoli, además de las personas reales de la historia de México e internacional, crea un par de personajes, entre ellos un hijo del forense, Armando, fotógrafo, que va hilando el relato y con el que la autora reconoce afinidad casi como alter ego, que se va decepcionado de todo, del amor, del arte y la política.
La propia historia de Marcucetti Pascoli no solo está ligada por su origen (nació en La Spezia, Italia) al de Modotti, también con Vidali por la política.
“Mi familia materna es de Údine. Yo tengo dos abuelos, uno fascista y uno comunista. Imagínate la contradicción en la que he vivido toda mi vida. Al papá de mi abuelo, Serafino Pascoli, lo mataron los fascistas a golpes por cantar la Internacional en un bar”, recuerda Claudia, siempre contando una historia.
Pero su protagonista fue evolucionando a lo largo de varias décadas en la imaginación de la autora.
“Descubrí a Vidali desde que leí Tinisíma, mi primer acercamiento al personaje de Tina Modotti. Me llamaba más la atención ella que él, porque era artista. A él lo veía como lo ve la mayor parte de la gente, incluso en la novela de Poniatowska, como un personaje oscuro, alguien que no entiendes bien si es bueno o malo, incluso Elena creo que es muy amable con él en la novela.
“Yo siempre leo otras fuentes, sobre todo cuando se trata de relatos históricos, trato de documentarme, hay muchos escritos sobre un personaje, pues controversial, por decir lo menos. Yo no tenía este cariño, esta pasión por Vidali, que después despertó en mí ya el conocerlo mejor. La primera vez que vi que él era realmente el personaje del cual yo quería hablar fue cuando Hugh Thomas me lo dijo con todas sus letras, me contó muchas cosas sobre Vidali que detonaron mi interés más morboso sobre él”, refiere.
Lectora apasionada, Marcucetti Pascoli asegura que realmente se enamoró de Vidali cuando lo leyó, iba recolectando los libros del político polémico en Italia por internet o los buscaba en librerías pequeñas, que no tenían envíos, por lo que juntó las obras en casa de una prima italiana que se los mandó por correo, pero la mala suerte intervino y se perdieron en el camino, para su desesperación.
“Yo había leído en fotocopia Retrato de mujer, que escribió sobre Tina, que creo que lo escribió cuando Elena Poniatowska fue a verlo y le dijo que iba a escribir un libro sobre Tina y él se le adelantó, pero le salió el tiro por la culata porque Tinísima y Retrato de mujer tienen mucha distancia literaria”, agrega.
“También creo que fue un libro para justificarse; él escribía como para explicar sus posiciones políticas, incluso para exculparse de ciertas acusaciones, el testimonio sobre Trotski así fue, él dice que fue acusado muchas veces (de los atentados que sufrió el comunista ruso) y quiso aclarar eso en un libro que nunca se ha publicado, que su explicación puntual de todo lo que pasó con Trotski, que yo leí y tengo en original, mecanografiado y corregido por él”, dice mientras recuerda que después de la pérdida de sus libros, conoció al nieto de Vidali, Carlos Vidali III, que vive en México y quien le facilitó su propia colección.
Oír hablar al nieto del Comandante Carlos, como se conoció también a Vidali, fue muy motivador, inspirador para ella porque se convirtió así en un personaje de carne y hueso, con una descendencia.
Dice que ella usó a Modotti para llegar a Vidali, pero su personaje de Armando encuentra a Vidali en busca de la verdad y la justicia, para saber quién mató a la fotógrafa, y así el hijo del forense también se va obsesionando con un hombre que tiene una fuerza enorme y que él experimenta en carne propia.
—Vidali era muy feo, me parece.
—Era muy feo. Tenía el cuello muy corto y una apariencia casi bovina.
—¿A qué atribuye entonces que tuviera tanto éxito con las mujeres? ¿Qué le sedujo de él?
—Porque tenía labia, y labia mata carita, mata todo. De entrada, Vidali tenía convicción, y no hay nada más seductor en un hombre que la convicción, cuando un hombre está convencido de algo, y una mujer también, comienza a convencer. Yo que dudo de todo, y esa es mi personalidad en todo, incluso en la novela, todo lo que me puedas decir yo lo pongo en duda. Para mí, para un novelista que tiene que tener un amplio espectro de personajes y situaciones, debe tratar de entenderlos a todos, yo sí me pongo en los pantalones del otro para entenderlo. Imagínate a un niño que ve que a su padre lo corren del trabajo porque tiene una ideología comunista. Además, los libros Vidali, sobre todo uno, que se llama Horizontes de libertad, para mí es una joya literaria, el mismo Claudio Magris lo aplaudió como autor porque, al final, Vidali no solo tenía convicción sino también sensibilidad, que en su juventud tal vez había puesto a un lado por pelear por una causa, por la que puso a un lado todo: la familia, el amor... Yo creo que ni siquiera estaba enamorado de Tina en su momento, era solo una compañera, una cómplice necesaria, había una camaradería entre ellos, pero creo que su sensibilidad vino con la vejez.
AQ