Afirma Borges que no puede lamentar la pérdida
de un amor o de una amistad
sin meditar que tan solo se pierde
lo que nunca se ha tenido.
Suenan bien las palabras de Borges,
y hasta pueden brindar algún consuelo…
Pero si llevamos su meditación
hasta las últimas consecuencias,
no queda más remedio que admitir
que no somos dueños de nada,
puesto que tarde o temprano
todo lo hemos de perder…
incluidos amigos y amores.
Siendo así, es válido preguntar:
¿qué es de veras nuestro?
¿O nada es nuestro?
Pero si pienso en la primera ley de la termodinámica:
—la energía no se gana ni se pierde, solo se transforma—
he de reconocer que debe haber algo que no se pierde…
Tal vez eso que no se pierde,
que solo se transforma y se conserva,
es lo que acaso podríamos llamar “nuestro”.
Y no es nuestro cuerpo ni nuestro nombre,
nuestra familia ni nuestras posesiones,
nuestro trabajo ni nuestro legado…
mucho menos nuestras opiniones.
Es una energía que se conserva.
Eso que nos mantiene vivos y conscientes;
eso que nos hacer latir y respirar;
eso que me permite escribir este poema
y te permite a ti leerlo.
Lo que se conserva
y se transforma siempre
es la luz.
AQ