La cosa carmesí | Un cuento navideño de Raquel Castro

Ficción

Inusitadas metamorfosis, cambios climáticos, duros recuerdos familiares, el desamor y el destrampe juvenil concurren en estas historias.

Navidad del siglo XXI. (Ilustración: Ángel Boligán)
Raquel Castro
Ciudad de México /

     —Vamos a casarnos —dijo ella.

     —Vamos —aceptó él—. Pero debo decirte algo —añadió.

Ella sintió que implotaba: seguro es casado y tiene hijos. O está enfermo de algo terminal. O… Pero él interrumpió sus pensamientos para confesarle: cada año, del 16 de diciembre al 6 de enero, se iría de la casa. Y no podía decirle a dónde.

     —¿Eres casado? —preguntó ella—. ¿Tienes hijos? ¿Estás enfermo de algo?

Él respondió que nada de eso, pero tampoco podía decir más. Le pidió respetar ese único secreto. Ella accedió. A fin de cuentas, era medio punk. La Navidad qué.

​Todo fue bien por un tiempo. Él se marchaba cada 16 de diciembre, de madrugada, y ella se iba con parientes o amigos a celebrar las fiestas. Siempre decía que él tenía guardia especial en su trabajo. Horrible, sí.

Pero al quinto año ella no pudo más:

     —Todos preguntan —se quejó—. Hablan de nosotros. Que si estás casado. Que si soy la otra.

Él no cedía. Para chantajearlo, ella anunció que ese año se quedaría en casa. Sola como perro, dijo.​

Y él, que el resto del año era el marido más empático del mundo, no se conmovió.

     —Pues quédate —le dijo—. El que advierte no es traidor.

Ese 16 de diciembre él no fue a la cama y salió sin despedirse. Pero ella solo fingía dormir y lo siguió poco después. Sorprendida, lo vio caminar entre los transeúntes de la madrugada hasta la alameda central. Lo vio esconderse en un rincón apartado, tras unos árboles. Lo vio mirar a todos lados y creer que nadie lo veía.

Y luego presenció su transformación.

Primero, su cabello se volvió gris, y luego blanco, a la vez que crecía a velocidad inhumana. Luego su cuerpo se hinchó, monstruosamente, hasta rasgar sus ropas y quedar desnudo, obsceno bajo las luces eléctricas. Luego su piel morena se volvió casi transparente, y la sangre que fluía bajo ella le dio un tono rosado y antinatural.

Después, un crecimiento: una especie de moho carmesí brotó de muchos puntos de la piel, cubriéndola casi por entero. Solo dejó visibles sus manos y su rostro. Parecía una túnica, aquí y allí manchada de blanco…

Al fin, una pelambre blancuzca le cubrió también la cara, que ahora tenía mejillas tumefactas y una nariz horrible, bulbosa. Y entonces, mirando hacia el cielo, el transformado profirió un sonoro aullido.

Ella gritó también, por el terror, y se desmayó.

Lo que sucedió después se sabe por testimonios de la pareja involucrada y algunos testigos. Hubo conmoción ante el grito y el desmayo de la mujer, transeúntes que acudieron a ayudarla, y entre ellos el marido, rojo no sólo por su metamorfosis sino por la vergüenza. Cuando ella recobró el sentido, y pudo mirarlo nuevamente, él le dijo:

     —Soy yo, mi amor, soy yo. ¿Ves por qué me escondía?

Hubo discusión, reclamos, lamentos, pero al fin una reconciliación. Él le contó su terrible secreto. Ella se marchó, sacudida pero resignada, porque comprendía y por haber mirado (dijo) al interior de los ojos de su Bestia, y reconocido en el fondo la chispa que la había enamorado.

Todo comenzó en una Nochebuena de la adolescencia de él. Estaban a punto de cenar y su madre lo envió a comprar bolillos. Casi era media noche. Al muchacho se le hizo fácil cortar camino por la alameda. Pronto sintió que alguien lo seguía, aunque no veía a nadie, y cuando giró ya era demasiado tarde: un ser monstruoso, rojo y tumescente, saltaba hacia él, lo inmovilizaba, le mordía el cuello.

Desde entonces, cada temporada navideña, mientras su fuerte esposa aguarda, se le puede ver en compañía de otros afligidos por su mismo mal, en la alameda o afuera de los centros comerciales. En general se contiene, y rara vez ha mordido a alguien, pero cada tanto debe levantar la cabeza y aullar:

—¡Jo, jo, jo!

En corto.

Raquel Castro

Obtuvo el Premio Gran Angular de Novela Juvenil por Ojos llenos de sombra.

RP | ÁSS

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