[Versiones de Mauricio Montiel Figueiras]
Canción de los grados
En los lotes baldíos
del solsticio. En la luz
que apostaste a las ruinas
del asombro. Cúmulos de arena:
postrado en oración — la distancia
aceptó
tu nombre.
Tú. Y otra vez tú.
Retrocede
un paso: lo que es más
ya no es más: nada
ha sido nunca
suficiente. Tiendas,
montadas y embestidas: una escalera
labrada
en un lecho de roca: los abruptos
peldaños nimbados
de fuego. Tú
y después nosotros. La tierra
no pregunta
por nadie.
Que así sea. Mucho
mejor — tantas palabras,
barridas y acarreadas
por tus rodillas beduinas,
no conjurarán tu hogar. Aun
si salieras a rastras de la piel
de tu hermano,
no irías más allá
de lo que respiras: ningún
ángel puede curarte
del nombre.
Minima. Memoria
y espejismo. En cada punto
que te detienes a respirar
construiremos una ciudad
a tu alrededor. Tu alma
no volverá a atravesar
el muro tapizado
de estrellas
que se alza en nuestras noches.
Dialecto de fuego
Vacilas. Te derrumbas.
Te levantas.
Acunado
por el gong de las horas
que resuena en el acebo
doce veces
más plácido que tú, algo
liberado por alguien
rescata tu nombre del carbón.
Nuevamente
estás de pie, aspirando
el sol fantasma
a caballo entre el hielo y el ensueño.
He venido por ti desde tan lejos
que la voz
que el eco me devuelve
ya no es la mía.
Gnomon
Sol de septiembre, sin ilusiones. El campo
púrpura arrojado
a las horas del hálito primero. No te
someterás a esta luz, no excluirás
los atentos
escombros de luz de tus ojos.
Cielo de verdad. Y tú,
igual que todo
lo que se mueve. Semilla analizable,
dedal de viento. Nube agrietada,
gusano: la frase
abierta que te absorbe
justo cuando empiezo
a callar.
Quizá, entonces, un mundo
que segrega su cosecha
en los pulmones, un modo
de sobrevivir sólo mediante la
respiración. Y si no hay nada,
pues deja que la nada sea
la sombra
que camina dentro de tu sombra, el cuerpo
que lance
la primera piedra, para que aun mientras
te alejas de ti mismo puedas sentirla
anhelándote, hora tras hora,
a través de las inmensas
viñas de los vivos.
Clandestino
Recordemos juntos hoy — la palabra
y la antipalabra
del testigo: la aurora palpable saliendo
de mi puño: el apretón
ciliar del sol: el tramo de penumbra
que escribí
sobre la mesa del sueño.
Ha llegado la hora.
Llévate de una vez
todo lo que has venido
a quitarme. No
olvides
olvidar. Llénate
los bolsillos de tierra,
sella la entrada
de mi gruta.
Fue ahí donde
soñé mi vida
en un sueño
de fuego.
Poemas incluidos en 'Paul Auster. Selected Poems' (Faber and Faber, Londres, 1998)
AQ