Cuatro poemas de Paul Auster

Poesía

Recordamos al fallecido autor, reconocido usualmente por sus novelas, compartiendo esta muestra de su obra poética.

Paul Auster, autor estadunidense. (Foto: Luis Álvarez | EFE)
Laberinto
Ciudad de México /

[Versiones de Mauricio Montiel Figueiras]

Canción de los grados

En los lotes baldíos

del solsticio. En la luz

que apostaste a las ruinas

del asombro. Cúmulos de arena:

postrado en oración — la distancia

aceptó

tu nombre.


Tú. Y otra vez tú.

Retrocede

un paso: lo que es más

ya no es más: nada

ha sido nunca

suficiente. Tiendas,

montadas y embestidas: una escalera

labrada

en un lecho de roca: los abruptos

peldaños nimbados

de fuego. Tú

y después nosotros. La tierra

no pregunta

por nadie.


Que así sea. Mucho

mejor — tantas palabras,

barridas y acarreadas

por tus rodillas beduinas,

no conjurarán tu hogar. Aun

si salieras a rastras de la piel

de tu hermano,

no irías más allá

de lo que respiras: ningún

ángel puede curarte

del nombre.


Minima. Memoria

y espejismo. En cada punto

que te detienes a respirar

construiremos una ciudad

a tu alrededor. Tu alma

no volverá a atravesar

el muro tapizado

de estrellas

que se alza en nuestras noches.


Dialecto de fuego

Vacilas. Te derrumbas.

Te levantas.

Acunado

por el gong de las horas

que resuena en el acebo

doce veces

más plácido que tú, algo

liberado por alguien

rescata tu nombre del carbón.


Nuevamente

estás de pie, aspirando

el sol fantasma

a caballo entre el hielo y el ensueño.


He venido por ti desde tan lejos

que la voz

que el eco me devuelve

ya no es la mía.


Gnomon

Sol de septiembre, sin ilusiones. El campo

púrpura arrojado

a las horas del hálito primero. No te

someterás a esta luz, no excluirás

los atentos

escombros de luz de tus ojos.


Cielo de verdad. Y tú,

igual que todo

lo que se mueve. Semilla analizable,

dedal de viento. Nube agrietada,

gusano: la frase

abierta que te absorbe

justo cuando empiezo

a callar.


Quizá, entonces, un mundo

que segrega su cosecha

en los pulmones, un modo

de sobrevivir sólo mediante la

respiración. Y si no hay nada,

pues deja que la nada sea

la sombra

que camina dentro de tu sombra, el cuerpo

que lance

la primera piedra, para que aun mientras

te alejas de ti mismo puedas sentirla

anhelándote, hora tras hora,

a través de las inmensas

viñas de los vivos.


Clandestino

Recordemos juntos hoy — la palabra

y la antipalabra

del testigo: la aurora palpable saliendo

de mi puño: el apretón

ciliar del sol: el tramo de penumbra

que escribí

sobre la mesa del sueño.


Ha llegado la hora.

Llévate de una vez

todo lo que has venido

a quitarme. No

olvides

olvidar. Llénate

los bolsillos de tierra,

sella la entrada

de mi gruta.


Fue ahí donde

soñé mi vida

en un sueño

de fuego.

Poemas incluidos en 'Paul Auster. Selected Poems' (Faber and Faber, Londres, 1998)

AQ

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