La historia de la danza contempla varios momentos que reconfiguran la idea que sobre su esencia y función se ha constituido; así como de los elementos que la constituyen y complementan: impulso, fuerza, inmovilidad, movimiento, espacio, ritmo, músculos, diseño, etcétera. Los distintos manejos que de estos elementos se hace, determinan un estilo particular de danza y como tal se posiciona e interactúa con los espectadores. El ballet clásico ha sido el más paradigmático debido a su rigor por las formas, el virtuosismo que exige su ejecución, así como la naturaleza narrativa que lo coloca como un estilo más comprensible.
Para el caso de la danza contemporánea la historia ha sido distinta. Representa una configuración más compleja y establece también una relación complicada con el espectador. Pendiente, incluso, una denominación más apropiada.
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Por un lado, se encuentra la falsa idea establecida por los propios bailarines que dicta que el estilo contemporáneo exige menor rigor técnico; por otro, parece que en contrasentido de la forma narrativa, el factor expresionista y conceptual del estilo contemporáneo le convierte casi obligatoriamente en una danza hermética. Ambos postulados son falsos, pues como dice el crítico Alberto Dallal:
“La danza, como la técnica, no adquirirá memoria; humanidad sino en la medida en que permita la entrada a una significación que sólo puede ser conformada por un espectador”.
La danza contemporánea exige, además, abrevar de la mayor cantidad de elementos técnicos, escénicos y semióticos para hilvanar un discurso que refleje la complejidad de la sociedad contemporánea y sus individuos. La danza se erige como un factor importante de cohesión y acción comunitaria, en tanto nos permite conocernos a nosotros mismos y conocer a los demás. Requerimos, por lo tanto, bases para comprenderla, gozarla y difundirla.
La danza contemporánea se ocupa de la realidad hoy y se constituye como recreación de los fenómenos de una colectividad. Refleja. Es por eso que los ejecutantes y creadores de danza llevan la tarea de romper la barrera elitista que convierte este arte en un discurso críptico cuyo texto se vuelve inasequible al espectador. Con esto tampoco sugiero voltear la inquietud creativa de los artistas y producir arte complaciente. Por el contrario, la complejidad de nuestra realidad hoy requiere de buscar nuevas formas de expresión para reflejar su naturaleza dinámica. El arte ofrece las posibilidades para estas reflexiones complejas.
Escribe Dallal:
“Las manifestaciones públicas, las concentraciones políticas, las protestas comunitarias, significan, más que una comunicación, una búsqueda de comunicación que obliga a entrar en una etapa realmente humanística”.
Entonces el reto de los artistas parece grande, se requiere que el público se reconozca, que el arte genere comunión, que a través de la constante búsqueda propicie conocimiento y conciencia que se entreteja hasta hacerse colectiva.
En próximos días, del 31 de julio al 11 de agosto, se realizará la cuarta edición del Festiva Internacional de Danza Contemporánea de la CdMx, con la participación de más de 40 compañías de 20 países y 15 solistas que participan en el Concurso Internacional de Solistas con Trayectoria en el Teatro de la Ciudad, con 15 sedes distintas de la capital. La danza contemporánea requiere acercarse al espectador ávido de dar contenido y forma a las inquietudes propias de su tiempo. El Festival abre las posibilidades de encontrarse y reflexionar con múltiples manifestaciones de la danza contemporánea que nos lleve a pensar seriamente sobre la naturaleza del arte contemporáneo y sus potencialidades filosóficas. Si, como dice el postulado zapatista “otros mundos son posibles”, el arte libera y abre múltiples puertas para imaginarlos, crearlos y compartirlos.
ÁSS