Frontera, cuerpo y danza

Reseña

En 'Danzas y frontera', Minerva Tapia muestra que el arte genera escenarios de esperanza y reflexión que nos permiten confrontar los miedos y estimulan los deseos.

'Danzas y frontera', de Minerva Tapia Robles (SC/CECUT)
José Manuel Valenzuela Arce
Tijuana /

Minerva Tapia vivió su infancia en un espacio que funcionaba como casa y escuela de danza, condición fronteriza conformada desde una simbiótica relación del cuerpo y la danza, cuerpo danzante y espacio encuerpado. Casa portal, vórtice entre el salón de baile y la recámara o la cocina, la poética del espacio en movimiento. En los cotidianos entramados liminales descubrió experiencias marcantes que le otorgaron sensibilidad social sobre asuntos y problemas fronterizos.

En Danzas y frontera, Tapia se posiciona en un interregno fronterizo conformado desde su trayectoria dancística y coreográfica con la interpretación académica mediante un entramado heurístico y sensorial conformado por su experiencia en danza clásica en el Ballet Nacional de Cuba, su incursión en la danza contemporánea en Nueva York, Turquía y la frontera México-Estados Unidos, y su formación académica en danza y estudios culturales.

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Con maestría en Danza en UC Irvine (2006), donde escribió su tesis sobre la obra de Nellie Campobello y fue alumna de Donald MacKayle (figura icónica de la danza contemporánea y primer afroestadunidense que bailó con una mujer blanca en televisión), Tapia completó los requisitos de titulación con la coreografía Caritina, sobre una niña de ocho años que murió con su abuela y cuatro de los siete hermanos que conformaban su familia, durante los criminales eventos del 30 de enero de 1980, cuando el gobierno del Estado de Baja California abrió las compuertas de la presa Abelardo L. Rodríguez, sin advertir a los habitantes del lecho del Río. El agua amontonada avanzó destruyendo casas, arrastrando animales y matando personas. Después, Tapia continuó su formación académica, estudiando el doctorado en Estudios Críticos de Danza en UC Riverside (2014).

Las recreaciones fronterizas de Minerva Tapia denotan solvencia académica y coreográfica. En ellas coloca figuras precursoras de la relación entre danza y frontera (como Margarita Cansino, quien luego se convertiría en la súper diva Rita Hayworth) durante los años veinte y treinta, cuando florecieron los casinos y grandes salones de baile en Tijuana y en otras ciudades fronterizas. También recupera la impronta de su madre Margarita Robles, quien compartió escenarios con Rita Hayworth en los años cuarenta y cincuenta. Robles era crotalista y bailarina de danza española clásica con pasos dobles y jotas. Después se graduó como la mejor alumna de su generación en la Escuela Nacional de Danza, donde mantuvo una amistad perdurable con Nellie Campobello y, en 1963, fundó la más importante escuela de danza de Tijuana que lleva el nombre de Gloria Campobello.

En Danzas y frontera, Minerva Tapia analiza las presencias transfronterizas y transnacionales de la bailarina y coreógrafa estadunidense Anna Sokolow y las propuestas del mexicano José Limón, figuras que implicaron la condición fronteriza en sus cuerpos y experiencias identitarias en un contexto marcado por referentes sociales, la guerra fría y posicionamientos nacionalistas que definieron las apuestas estéticas y coreográfica de Sokolow en México, y de Limón en Estados Unidos y en su país de origen.

El México posrevolucionario articulaba figuras y experiencias políticas, artísticas e intelectuales influidas por el socialismo, el nacionalismo y el indigenismo, con incidencias desiguales expresadas en las grandes figuras que apoyaron proyectos y propuestas, incluida la recién formada SEP dirigida por José Vasconcelos. Desde el binomio socialista y nacionalista se conformaron las misiones culturales, la educación socialista, las escuelas normales rurales, la Escuela Rural Mexicana y sus figuras señeras como Rafael Ramírez, Moisés Sáenz, Raúl Isidro Burgos y muchos otros.

También se desplegó la experiencia de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), fundada en 1933. Era una época de intensas apropiaciones, recreaciones y transgresiones de símbolos y emblemas que incidieron en una idea de nación y un imaginario nacional que emergió con olor a pólvora y esperanza del proceso revolucionario, y se expresó en el movimiento sufragista; en la obra de los muralistas Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Aurora Reyes; en la recuperación de las danzas indígenas de Nellie y Gloria Campobello; en la novela de la Revolución con Los de abajo de Mariano Azuela, Cartucho de Nellie Campobello, La sombra del caudillo y El Águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán; en recreaciones musicales donde destacan la Sinfonía india de Carlos Chávez, La noche de los mayas y Sensemayá, de Silvestre Revueltas, y el Huapago de José Carlos Moncayo. También impactaron las danzas de masas como Carabina 30 30 de Nellie Campobello, la obra plástica del Dr. Atl, las transgresiones artísticas, literarias y de vida de Frida Kahlo, Tina Modotti, María Antonieta Rivas Mercado y Nahui Olin.

Tras el sugerente análisis de la obra de Ana Sokolow y José Limón, Minerva Tapia discute elementos conceptuales para definir la frontera al tiempo que desbroza el camino para interpretar las danzas fronterizas y su propia obra coreográfica donde recrea temas sociales y culturales que inciden y definen los mundos fronterizos:

En La maquinita de Juana, las trabajadoras son materiales frágiles, desechables, productos exportables, palabras que se encuentran tatuadas en los vestuarios de las bailarinas. Las obreras son músculo que repite una y mil veces el mismo movimiento hasta lastimarse, atrofiarse y ser desechadas. En ocasiones las máquinas se apoderan de los cuerpos convirtiéndolos en apéndices dóciles de las ansias productivas. Sin embargo, en la maquila también hay resistencias y sueños que luchan.

La familia Juárez es una coreografía donde Tapia coloca los entramados de feminicidio en Ciudad Juárez desde una propuesta conmovedora y estrujante de danza y multimedia. Cuerpitos fronterizos coloca el drama de las mujeres (forzadas o convencidas) convertidas en mulas que transportan drogas dentro de sus cuerpos.

Ellas danzan solas–Illegal Border, es una coreografía que presenta la condición de pueblos demediados por la ausencia de los hombres que migran al norte y mujeres que se quedan solas atendiendo a la familia, en un interesante diálogo conformado por la narrativa cinética y la obra plástica Entre la necesidad y el escarnio, de Roberto Rosique, donde muestra el acechante rechazo al migrante incorporado en el mundo del cómic estadunidense.

En la coreografía La cobija, la cálida y relajante textura de las piezas que arropan cuerpos, sueños y deseos devienen miedos asfixiantes, mortajas expuestas que evidencian el trágico final.

Las ciudades como los sueños están formadas con miedos y deseos. Los emisarios del miedo inhiben los deseos, cancelan desideratas, mutilar los evos. Desde una apuesta inter y trans disciplinaria que cruza idiomas y lenguajes, Minerva Tapia incorpora danza e investigación mediante diálogos transfronterizos con la academia, la plástica, la música, los audiovisuales, la cinética virtual.

Danzas y frontera nos muestra que el arte genera escenarios de esperanza y reflexión crítica que nos permiten recrear imaginarios que confrontan los miedos y estimulan los deseos, tal vez por ello las comunidades kumiai que habitaban en la región desde antes que se instalara la frontera, consideraban que la sabiduría se adquiere a través del ayuno, el sueño, el canto… y la danza.

ÁSS

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