La desesperación de tantos ojos en la calle
por la falta de dinero nada tiene que ver
con esa fantasía estampada en un papel
o impresa en una rueda de metal
o signada en una tarjeta de plástico
que llamamos dinero.
¿De dónde viene este cuento?
Parece sencillo de entender,
pero entre más se penetra en el asunto
más misterioso se vuelve… y más y más turbio.
Lo que comenzó en illo tempore
como un principio de equivalencia
—esta semilla o concha o trozo de metal
vale tanto y se puede llegar a canjear
por otra cosa más o menos equivalente—
se convirtió, gracias a la astucia de algunos,
muy pronto en una abstracción.
Y si el dinero fue alguna vez
una medida de la cantidad de trabajo
realizado por una persona,
hace mucho que dejó de serlo.
¿Cómo explicar la acumulación de dinero?
¿Cómo explicar el dinero heredado?
¿O el porcentaje que se cobra
por el dinero en un préstamo?
No hay que perder de vista el hecho odioso
—en realidad monstruoso y aterrador—
de que el dinero produce dinero…
como si el dinero fuera una persona
que pudiese trabajar…
No, el dinero no produce nada.
Siempre son seres humanos los que trabajan
y producen esto y aquello.
De tal manera que entender el dinero
como una forma de energía
análoga a la corriente eléctrica
o al flujo de la sangre por el cuerpo,
no deja de ser un buen deseo.
Porque esta energía obedece
a signos que nada tienen que ver
con el esfuerzo de quien trabaja
ni con el trabajo entendido
como una transformación energética.
En una época donde se supone
que ya nadie cree en nada
todo el mundo cree en el dinero
y muchos están dispuestos a dar o quitar la vida,
por esta abstrusa fantasía.
AQ