'Donka, una carta a Chéjov': el encanto de dejarse caer

Escenarios

Debido a la crisis del Covid-19, la obra de la compañía Finzi Paska interrumpió su temporada en México; esta crónica es para quienes no pudieron asistir a verla.

“Vengo de un teatro impregnado del mundo delicado y mágico de la acrobacia”: Daniele Finzi Pasca (Foto: José Manuel Valiñas)
José Manuel Valiñas
Ciudad de México /

Los artistas de la compañía Finzi Paska se consideran a sí mismos, simple y llanamente payasos. Donka, la producción que estos días debería estarse presentando en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, cancelada después de dos funciones por la crisis del coronavirus, se inspira de las obras de Chéjov y, como saben quienes tuvieron la fortuna de verla, no vale la pena acercarse a ella con la idea de descubrir al escritor ruso… sino de ver una hipnótica y deleitable función de clowns.

Para aquellos que se quedaron con las ganas de asistir a este espectáculo, podemos decir que sin expectativas literarias es como uno mejor descubre lo luminoso de estas acrobacias y mínimas piezas teatrales, y así es como va penetrando en la audiencia esa magia del narrador ruso, quien creía más en los silencios, en los recovecos psicológicos de los personajes, que en las descripciones de los mismos.

A lo largo de la obra vemos a muchos médicos curando pacientes, tal vez como reminiscencia del propio Chéjov, quien para poder vivir tuvo que dedicarse a la medicina. Aquí aparecen galenos al lado de afligidas novicias, ya sea retorciendo pacientes o buscando en los cuerpos inermes la esencia del alma. Hay un recuerdo también de Las tres hermanas, el relato de Olga, Masha e Irina, que aquí juegan en un trapecio y que, en más de una ocasión, creemos que pueden (¿quieren?) dejarse caer.

“Vengo de un teatro impregnado del lenguaje de los clowns, los malabaristas, el mundo delicado y mágico de la acrobacia”, ha dicho Daniele Finzi Pasca, el creador suizo responsable de Donka, quien de niño empezó siendo él mismo payaso en un circo. “Decidí hablar de Chéjov y para hacerlo me rodeé de mis cómplices de siempre, creadores con quienes colaboro desde hace años y con quienes comparto no sólo una estética y un modo de pensar el teatro, sino también la pasión por defender nuestro mundo imaginario”. La obra se ha presentado en infinidad de ciudades del mundo a lo largo de casi una década, y esperemos que pronto vuelva a Ciudad de México.

En 'Donka' hay evocaciones a la melancolía chejoviana. (Foto: José Manuel Valiñas)

En Donka tenemos evocaciones de la Rusia de provincias, la Rusia profunda, y de la ubicua melancolía de las obras chejovianas (los amores imposibles, las vidas que se marchitan, la pérdida constante), pero todo se resume en un espectáculo eminentemente juguetón y en una obra muy personal de Finzi, quien tiene un amor especial por nuestro país, pues no sólo ha venido en varias ocasiones sino que, en 2017, realizó para la Feria de León una producción interactiva llamada Abrazos. Además, uno de los dos espectáculos que ha creado para Cirque du Soleil es precisamente Luzia, centrado en la cultura mexicana.

Finzi es un cirquero que supera con mucho al circo, un payaso que va más allá de la comedia y un dramaturgo que reduce el drama a su mínima expresión. Más bien esculpe impresiones de esencias, viñetas llenas de un significado que al final ya no importa, en medio de una maraña de situaciones que aturden con su belleza y su evocativa nostalgia.

El tono pasa de momentos cotidianos a frescos sublimes, en donde los acróbatas hacen malabares en el aire o el suelo, con aros, pelotas o fragmentos de hielo, mientras que una música sublime va envolviéndolo todo.

“No quedará rastro de nosotros, ni siquiera nuestra piel, nuestros huesos. No quedará ni un recuerdo de quiénes éramos”, dice una Olga desgarrada en Las tres hermanas. En Donka, Finzi Pasca busca más allá del cuerpo humano, diseccionándolo, para ver si encuentra algo. “Nosotros los payasos pensamos que el alma está en los zapatos”, dice una de las artistas, descalza, frente a unos inmensos zapatos de payaso. “Los zapatos de Anton estaban desgastados, quizá porque había viajado mucho, quizá porque era un alma vieja. Pero el alma no se encuentra abriendo un cuerpo: es un bello silencio”.

En la escuela teatral creada por Mijaíl Chéjov, sobrino del autor ruso y discípulo de Stanislavsky, se especifica a los alumnos que el actor cuenta con tres sensaciones distintas: la de caer, la de balancearse y la de flotar, y que están ligadas a las tres hermanas del famoso cuento (Irina es la sensación de caer, Masha la de flotar y Olga la del balance). Definen a la pausa como el punto culminante de todo, cuando la actividad teatral externa decrece y la interna aumenta.

Anton Chéjov, escritor eminente de subtextos, decía todo sin decirlo. “Un actor maduro puede poner al público en la palma de su mano con una pausa”, se enseña en la citada academia chejoviana. Finzi Pasca no habla abiertamente de Chéjov en su obra Donka, sino de manera indirecta. “Tengo la sospecha de que la gente no entiende lo que estamos haciendo”, dice, divertido, provocando con ello las risotadas de la audiencia. Su obra está impregnada por una atmósfera plena de melancolía y momentos de tensión que transitan entre el balanceo y el hechizo de la sensación de caer.

ÁSS

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