Efemérides para el 9 de noviembre

Bichos y parientes

"Los mal llamados neoliberales estamos de parte de Satán; la libertad es invento diabólico, pero una vez que la has visto, no hay retorno: no existe más la inocencia".

El Muro de Berlín fue derribado el 9 de noviembre de 1989. (Archivo)
Julio Hubard
Ciudad de México /

El 9 de noviembre de 1989 cae el muro de Berlín. Diez años después, la Internacional Socialista se halla divorciada entre dos pequeños espectros: la Tercera Vía, defendida por Tony Blair, o la izquierda humanista de Lionel Jospin. Los socialismos parecían fiambres, y los nacionalismos, escombros. De los socialismos, además, quedaron dos distintas familias: los socialismos liberales que participaban en las formas democráticas, y los antiliberales, que solían identificarse con voluntades revolucionarias y detestaban el liberalismo como si fuera enfermedad vergonzosa. Los primeros siguen vivos y son necesarios; los segundos parecían cadáveres de la historia, hasta que los reanimaron con el cableado del odio y el rencor, de la voluntad de servidumbre y el miedo que produce la libertad. Ya no hay modo de hallar izquierdas y derechas, pero una composta de basura histórica aglomera algo que llamamos a veces populismo, a veces demagogia; y por allá, desorganizados y desarticulados, quedaron unos que llaman neoliberales. Nunca se nos ocurrió que nosotros, los pálidos liberales, feligreses de la responsabilidad de tomar decisiones libres, fuéramos a hacer de parias, malditos, destructores del bien.

Es que a lo largo de la marcha triunfalista de las democracias liberales crecían hongos que no supimos desarraigar: las urgencias por las identidades, las obsesiones por el liderazgo; y pronto ya no había partido político ni empresa que no buscara verdaderos líderes o su ser profundo. Nunca entendimos que esas patologías no eran errores pasajeros. Hoy tenemos auténticos líderes, sujetos que imantan voluntades y contagian a muchos sus entusiasmos de participación. ¿Hay que mostrar hasta qué punto son líderes Trump (elegido otro 9 de noviembre), Erdoğan, Orban, López Obrador, Duterte...? ¿Hasta dónde ofrecen identidades restauradas, fronteras seguras, fuertes economías nacionales, autosuficiencia? Por miedo a la incertidumbre y por hartazgo de abusos, los muchos decidieron retrasar sus relojes hasta los años setenta del siglo pasado, y ganaron. Los pobres liberales no tienen ni para dónde mirar.

Si acaso, se consuelan recordando que apenas en septiembre de 1990 tuvo lugar el magnífico encuentro: La experiencia de la libertad, un legado digno de una forma de organizar ideas entre la confusión, una forma de conversación y disensos inteligentes que, tal vez, haya muerto ya. Quizá fue el momento de despedida de los intelectuales.

Al abrir las mesas de conversación, dijo Octavio Paz: “El gran tema del pasado inmediato fue la crítica de los poderes enemigos de la libertad. El del tiempo que viene es el de su invención: ¿cómo los pueblos, sobre todo los de Europa del Este y de América Latina, podrán edificar la casa de la nueva democracia? Tarea dificilísima”. Paz regresó al verbo “inventar”, una suerte de divisa suya. Libertad bajo palabra inicia con esa pica en el reclamo de su vida entera: “Contra el silencio y el bullicio invento la Palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día”. Como también dijo Blake y dijo Milton: la libertad es un invento que, al concebirse, se vuelve real. Pero es una experiencia poblada de demonios, los propios y los del mundo.

En la primera intervención, Leszek Kolakowski dijo: “cuando reflexiono sobre los cambios recientes, inevitablemente me asaltan algunas preguntas: ¿qué fue primordial en este cambio [el de 1989]: la crisis de la mentalidad o la crisis de la economía? ¿Cuál fue la causa primera: la mente o el cuerpo, por decirlo de algún modo? En el desarreglo del comunismo, ¿predominaron los factores ideológicos o los económicos? Ahora vemos que los factores ideológicos y de mentalidad fueron mucho más importantes que los económicos”. Basta cambiar donde dice “comunismo” por “neoliberalismo”. El comunismo fue un quebranto económico y moral sin posible arreglo, mientras que el llamado neoliberalismo dejó cuentas muy distintas (recomiendo los videos de Hans Rossling en YouTube, en particular, la conferencia que dio en Davos, en 2015), pero Kolakowski tuvo razón: el conflicto es ideológico.

De modo que los mal llamados neoliberales estamos de parte de Satán. Quizá; la libertad es invento diabólico, pero una vez que la has visto, no hay retorno: no existe más la inocencia. Quien ha sido aguijoneado por la libertad no puede pretender ser ni puro, ni santo, ni prosternarse ante un orate que se cree Cristo.

RP

LAS MÁS VISTAS