El arte y la ciencia: libertad de tránsito para las mujeres

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Seis creadoras llaman a extender los espacios y las oportunidades y a terminar de una vez por todas con la violencia de género y la discriminación.

Alas de mujer (Ilustración: Boligán)
Perla Velázquez
Ciudad de México /

En 1929, Virginia Woolf escribió Una habitación propia, un ensayo en el que expresa la necesidad de la mujer por tener su espacio para poder crear, en su caso, sus libros. Woolf se basó en su experiencia para redactar ese texto cuyo mensaje sigue vigente un siglo después.

Hoy, por ejemplo, “es evidente que las mujeres están ocupando un sitio primordial en la cultura en todos los países, pero todavía no son los suficientes”, asegura Margo Glantz en entrevista, al preguntarle sobre los espacios que ocupan las mujeres en la cultura mexicana. Para ella, el camino que se ha conquistado puede observarse con la “cantidad de escritoras de gran importancia que han trascendido internacionalmente, como Fernanda Melchor o Valeria Luiselli”.

Sobre las posiciones que han ganado recientemente las mujeres en el ámbito cultural en México, hay que decir que durante la inauguración de la Feria del Libro del Zócalo de 2019 la colectiva Mujeres Juntas Marabunta alzó la voz y con un puño rosa en la mano exigieron el cese de la violencia que se había instaurado en sus espacios de trabajo en editoriales, revistas, ferias de libro, instituciones culturales, encuentros de escritores, entre otros sitios. La artista visual Irasema Fernández, quien nació en Ciudad de México en 1990, fue parte de este grupo, piensa que en el país se están creando mayores espacios para que más jóvenes puedan ingresar al gremio cultural, y no sólo en la literatura, sino también en expresiones como la pintura, la música o las artes escénicas. Y es que “lo que nos unió fue la crisis por la violencia que vivimos las mujeres en México. A partir de eso, nos dimos cuenta que compartiendo experiencias e historias hay otras crisis por las cuales debemos de luchar en conjunto”.

Entre este terreno ganado, afirma Irasema Fernández, está la descentralización de los grupos y comunidades de intelectuales, para dar soporte a las nuevas generaciones de mujeres artistas. A propósito de ello, la cantautora Silvana Estrada (Xalapa, 1997), quien se presentó en 2019 en el Festival Vive Latino, cree que “la vida de una mujer tiende a ser minimizada y encasillada en intereses muy específicos y limitantes. Sin embargo, estamos viviendo un momento muy importante para las mujeres en términos artísticos y creativos. Cada vez hay más representatividad femenina en el mundo de la música y visibilizar nuestro trabajo es vital para inspirar y empoderar a las niñas y jóvenes. Volver mucho más accesible la cultura para las mujeres, incentivarlas a explorar sus posibilidades creativas me parece un punto central en la búsqueda de una sociedad igualitaria”.

Y sobre estas limitantes que aún viven muchas mujeres, Margo Glantz (Ciudad de México, 1930) recuerda que cuando comenzó a escribir las mujeres no tenían la apertura que hoy existe: “cuando una va viviendo cuesta trabajo darse cuenta del momento en que suceden las cosas. Había pocas mujeres, cuando inicié, se contaban con los dedos”. En la década de 1950, por ejemplo, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros no permitieron que María Izquierdo pintara un mural en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento. El espacio que ocuparía la artista hoy permanece vacío, afirma Glantz, y es que “las mujeres, por ejemplo, no podían ser directoras de orquesta y ahora hay muchas; no había directoras de cine, hoy hay varias y muy buenas en todo el mundo. Existe una eclosión impresionante”.


Un camino de caracol sin apoyo gubernamental

Ser mujer en México no representa poder caminar por el mismo piso parejo y plano para todas. En el caso de la poeta Nadia López García, autora de diversos libros y Premio Nacional de la Juventud, por su condición de género y por ser mixteca, se enfrentó a otros problemas como la edad y provenir de un pueblo originario: “el hecho de que seas mujer y que seas joven te pone en desventaja porque mucha gente cree que estás en ciertos lugares porque algo tuviste que hacer y no necesariamente por tu esfuerzo o tu talento. Además, en lenguas originarias hay muchísimo machismo y acoso porque es un círculo muy pequeño y tenemos miedo. Yo tuve que abandonar dos proyectos, porque me veían joven y decían muchas cosas de mí. En ese momento pensé: ‘no puede ser posible que para que te inviten a una mesa o para publicar un libro tengas que pasar por esto’. Ahí aprendí que no tenemos que irnos de esos lugares; lo que debemos hacer es llamar a más mujeres”.

López García afirma que existe una deuda con las mujeres porque basta ver cuántos hombres y mujeres reciben apoyos para crear sus obras. Pero, a diferencia de hace 20 años, el cambio es notable: “es un camino de caracol, que se ha hecho, no tanto por las instancias gubernamentales, sino por la lucha de las mujeres para visibilizar su trabajo por las redes que creamos. Eso ha sido fundamental para estar presentes en el arte y la cultura”.

En el mismo sentido la también narradora y poeta mixteca de la región Ñuu Savi, Celerina Patricia Sánchez, piensa que para las mujeres que vienen de otra cultura, como es su caso, hay grandes limitantes para que puedan acceder a las expresiones culturales. “Es que las personas de mi cultura que salen de sus comunidades y quienes pueden acceder a las artes generalmente siguen siendo hombres. Son ellos los que tienen más oportunidades, y ahí no es diferente a lo que le sucede al resto de las artistas y escritoras. Y es que por desgracia vivimos en un país y en un Estado que no ha reconocido la diversidad y que no ha promovido el conocimiento para todas y todos por igual”.

Sobre las luchas recientes por los derechos de las mujeres en la cultura, Celerina Patricia Sánchez precisa que falta lograr el acceso a la justicia y a la igualdad para las mujeres, pero sobre todo falta mucho más para las mujeres indígenas, para que todos reconozcan su cultura, pues ya “no somos sus indígenas. Y este problema va pegado al de la pobreza y la violencia de género que vivimos las mujeres indígenas, ya que el machismo continúa en muchas zonas. En mi región, por ejemplo, las mujeres tuvimos que tomar el mando, pero no porque los hombres nos dieran los espacios, sino porque se fueron a los campos jornaleros y nosotras tuvimos que sostener nuestras vidas”.

En torno al machismo, ahora en el ámbito de la ciencia y la academia, Fernanda Pérez Gay Juárez, doctora en Neurociencias por la Universidad McGill, piensa que las luchas recientes por los derechos de las mujeres no han sido una lucha homogénea, sino que tiene varios frentes y puntos de vista, como el mismo feminismo, “pero sin duda ha puesto en el centro de la agenda nacional muchas de las injusticias que sufren las mujeres día a día, desde sentirse ser menos incluidas en espacios científicos o culturales hasta casos de violencia física y sexual”. Sobre la condición de las mujeres tanto en la cultura como en la ciencia, Fernanda Pérez Gay Juárez cree que los movimientos de los últimos años fueron un punto de quiebre, pues “se señalaron las violencias de las que eran objeto dentro del ámbito cultural e intelectual. Se ha evidenciado el acoso laboral, y esto pasa también en la ciencia, porque hay mujeres que han sido acosadas y discriminadas por sus jefes, que las hacen menos con comentarios machistas como ‘si vas a ser mamá ¿a qué hora vas a ser científica?’, y tratan de encasillar a la mujer en los roles establecidos. A las que nos dedicamos a la ciencia esto nos sigue persiguiendo todos los días.

“Cuando somos niñas y queremos dedicarnos a la ciencia vemos pocos referentes femeninos, casi todos son hombres, por lo que nos vemos poco representadas en el campo. Basta ver a los Nobel: las mujeres tienen muy pocos premios. En los premios Nobel en Ciencias, las mujeres representan sólo un 3 por ciento de los premios recibidos. Yo me formé en Medicina. Cuando entras a estudiar y ves los clásicos cuadros de los grandes hombres de la medicina donde las únicas mujeres son la enfermera y la paciente, es difícil sentirse representada. Además, sucede aún que los logros de las mujeres se adjudiquen a cómo nos vemos, con quién andamos o de quién somos hijas”.

A pesar de estas dificultades, Silvana Estrada afirma que en el terreno cultural las mujeres “hemos ido ganando espacios. En los últimos años he visto crecer el número de proyectos independientes liderados por mujeres que son intérpretes, cantautoras, gestoras, managers, etcétera. Todo a la vez. Vamos consiguiendo una autonomía que diez años antes hubiera sido imposible de imaginar, y es que en México y en la gran mayoría de los países, por cuestiones de desigualdad de género y de violencia machista, las mujeres no siempre pueden acceder a la cultura con la facilidad con la que accedería un hombre”.


¿Qué futuro para las mujeres en la cultura?

“Hay muchas formas de ser mujer y muchos contextos femeninos”, dice Margo Glantz y continúa: “la única homogeneización posible es que todas somos mujeres y todas tenemos derecho al cuerpo”. Para la autora de Y por mirarlo todo, nada veía (Sexto Piso, 2018), el futuro que se vislumbra para las mujeres parte de esa premisa, que tiene que ser universal.

Por su parte, Irasema Fernández agrega que el trabajo comunitario es la clave para descentralizar y que no sólo exista la colectiva Mujeres Juntas Marabunta, sino que haya muchas escritoras apoyándose ante la crisis que se vive. “Por la pandemia, nos detuvimos en muchos sentidos, pero lo importante, y más allá de creer en una institución, es que lo que está cambiando es el apoyo entre mujeres”.

El futuro para todas, según Nadia López García, autora de Ñu´ú Vixo/ Tierra mojada, es ver cómo florecen las semillas que se han sembrado: “hay una promesa, en la que existe esperanza; hay que trabajar para que se convierta en realidad. Existen muchas semillas en la cultura, el punto es saber qué vamos a hacer con ellas. Lo ideal es que las sembremos, y cuando hacemos esta acción, no lo realizamos solas, siempre es en colectivo. Tenemos que pensarlo así y no de manera individual”.

Celerina Patricia Sánchez, autora de Natsiká, dice que en un futuro cercano esperaría que “ya no nos violenten, que podamos decidir por nosotras mismas, que acompañemos a los hombres en la vida, eso sería un sueño realizado, en una vida de paz, porque la no violencia te lleva a la paz. Y eso mismo debe pasar en las políticas culturales: que vayan encaminadas a la no discriminación, a la equidad, a la no violencia, a la pluriculturalidad. Silvana Estrada, autora del álbum Lo sagrado, cree que uno de los retos actuales tiene que ver con incluir más a las mujeres en los trabajos de música que usualmente llevan una connotación masculina, por ejemplo, el trabajo de ingeniería de audio, de diseño de luces, arreglo orquestal, producción, y creo que otra gran lucha será buscar la paridad en de la programación de festivales”.

Al respecto, Fernanda Pérez Gay Juárez, investigadora en Neurociencia Cognitiva y divulgadora de la ciencia, ve que cada vez hay más representación de las mujeres en la ciencia, hecho importante para que las mujeres hablen y compartan su trabajo. Sin embargo, “creo que las universidades deberían trabajar para tener mayor número de mujeres en los puestos de alto rango. Sé que esto es muy polémico, pero estoy a favor de la discriminación positiva. Mientras que en la UNAM, por ejemplo, 45 por ciento del profesorado son mujeres, este número baja a tan solo 15 por ciento de investigadores eméritos. Se necesita cubrir cierta cuota de género mientras no podamos hablar de igualdad de acceso y de respeto, y hoy en día hay muchas mujeres preparadas para ocupar esas plazas. Aunque los cambios más inmediatos a largo plazo deben hacerse desde la educación, en el ínterin las instituciones y universidades deben pronunciarse con políticas enfocadas a combatir la violencia de género, con reglamentos claros y canales específicos para tratar estos asuntos”, concluyó.

La poeta oaxaqueña Nadia López García. (Foto: Nereida González | Wikimedia Commons)

Marcos Daniel Aguilar Ojeda apoyó en la investigación para este texto.

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