Entre las novelas sobre la Revolución francesa, en las que destacan El 93 de Víctor Hugo, Historia de dos ciudades de Charles Dickens y El caballero de la casa roja de Alejandro Dumas, hay otras dos, Los chuanes de Balzac y El caballero Destouches de Jules Barbey d’Aurevilly, que no por menos conocidas son secundarias y, una de ellas, la segunda, barrunta un profundo sentido poético. Estas obras dibujan la grandeza tumultuosa del cambio social, pero también la ruindad política. Nos hacen ver cómo, en nombre de la ley del corazón y la libertad ilustrada, surge el terror, prefiguración de los Estados totalitarios y de las acciones sanguinarias de los militantes dogmáticos. En este contexto, la novela de Barbey d’Aurevilly, ocupa un sitio singular en la poesía mexicana, ya que su relato y sus imágenes son la llave que descifra la extraña e insospechada construcción barroca de “La suave Patria”.
En el largo poema, la alusión a El caballero Destouches aparece casi de inmediato, cuando en la segunda estrofa Ramón López Velarde nos anuncia que él va a navegar “en las olas civiles” (la historia de México y la Revolución), como el correo chuan (el personaje emblemático de la novela) “que remaba la Mancha con fusiles”. Este anuncio, que pasa inadvertido en la fluida, pero deliberadamente oscura composición, encierra la visión rectora del poema. Al verse a sí mismo López Velarde como un correo de los chuanes y, por tanto, como un correo bretón proborbónico que pasa mensajes entre Francia e Inglaterra a través del Canal, el poeta nos descubre que él ha asumido una actitud distante y crítica y que, igual que en la Revolución francesa había una oposición, él ahora se pone —y se opone— como un disidente de los actos injustos de la Revolución mexicana. En la creación de este paralelismo, López Velarde proyecta su poema. Así, el vocablo chuan es tal vez la palabra clave que nos permite comprender no solo aspectos opacos o ripiosos, como las “policromías del delfín” y “la alegórica carreta de paja”, sino lo que es más importante: el carácter contestatario y rebelde del poema. De un modo hermético, el poeta cuestiona la Revolución mexicana, la violencia, los caudillos y, tal vez, a Álvaro Obregón. ¿Para qué embozarse, “barroquizar” el texto? Para ahondar, en una ecuación psicológica, sus diferencias; para mostrar que lo simple es complejo; y, sobre todo, para proclamar su desacuerdo con los líderes feroces y criminales de la Revolución.
La actualidad del poema, en este momento tan peligroso de retorno al espíritu autoritario y caudillista de las luchas sociales del siglo XX, es enorme. López Velarde nos llama, amable y de forma femenina, a oponernos a las acciones caprichosas y crueles de los “héroes de la historia” y sus “grandes transformaciones”. “La suave Patria” es un duro discurso y en la voz del chuan, abrazada por López Velarde, comprendemos, como dijo Enrique González Rojo, que los mejores versos de la pieza memorable van unidos a un reproche oculto. Nosotros decimos: a una crítica radical.
Víctor Manuel Mendiola es poeta, editor y crítico. Acaba de publicar 'Cien años contra el fantasma del caudillo' (Fondo Editorial, Universidad Autónoma de Querétaro).
AQ