La noche de los milagros: las librerías vuelven a la vida

Día Internacional del Libro

Estoy feliz y emocionada, lista para combatir esta emergencia social armada de libros, pero nuestros cartuchos y municiones podrían agotarse antes de lo previsto.

Una lectora en una librería recién abierta de Roma, Italia. (Foto: Yara Nardi | Reuters)
Valentina Rizzi
Lacio /

Domingo 19 de abril de 2020, son las dos de la madrugada de la cuadragésima noche de cuarentena. Estoy aquí, en esta “Noche de los milagros”, asomada al balcón y en el silencio más profundo, con un paisaje más desierto que nunca, puedo verla ya, toda, toda la ciudad que “se mueve con las plazas y los jardines, y la gente en los bares” como dice una vieja canción de Lucio Dalla. Las puertas crujiendo y abriéndose, los niños que se mueven afuera como enjambres, los papalotes que vuelven a volar libres en el cielo, las calles que se pueblan de voces, de risas, de bicicletas, de música, de danzas… ¡sería un sueño!

Suspiro, la canción termina y el espejismo se desvanece un poco, pero no del todo. Esta es la noche de los milagros, señores y señoras, mañana es el gran día. Después de cuarenta madrugadas de cuarentena, podré salir de casa, volver a abrir la puerta de mi librería y regresar a la vida. En el último mensaje a la nación del 10 de abril, el primer ministro Giuseppe Conte declaró a las librerías actividades indispensables y los libros bienes esenciales de nuestro país, decretando que las librerías serán las primeras actividades que reabrirán, con semanas de anticipación con respecto a todas las demás.

Mañana, chicos, nos toca a nosotros, nos toca volver a abrir las puertas y poner en movimiento los sueños de una nación cubierta de 23 mil muertos y de 40 días de encierro. De entre las actividades autorizadas por el Estado para salir de casa, será la de poder ir a las librerías desde mañana. Es obligatorio el uso de guantes y cubrebocas para libreros y clientes, limpieza de los locales dos veces al día, gel desinfectante en las cajas, señalización de distanciamiento en el piso, son sólo algunas de las imponentes medidas de seguridad que se nos han pedidos a los libreros. Medidas que, sin embargo, no lograrán desalentar el entusiasmo de quien como yo cree en la belleza de este acto simbólico.

La cultura es el motor de un país y nosotros tenemos mañana una magnífica oportunidad: volver a ponerlo en movimiento. En mi cabeza ya comenzó la cuenta regresiva: faltan cinco horas para que suene el despertador, ¿lograré dormir? Listos para la partida… ¿pero realmente estamos listos? ¿Qué vamos a encontrar allá afuera? Desde Turín hasta Catania, de Cagliari a Florencia, un batallón completo de soldados armados de libros se compacta en primera línea para acompañar a farmacéuticos, cajeros de supermercados y socorristas. Muchos de ellos caídos, sacrificando sus vidas, para garantizar servicios indispensables para toda la población. ¿Caeremos también nosotros los libreros? El peso de la responsabilidad es mucha, pero muchas más son las ganas de saltar al campo y de mostrar a nuestro país todo nuestro compromiso. Somos los libreros, señoras y señores, guardianes del saber de una de las naciones más antiguas del mundo y mañana nos toca a nosotros. No a los restauranteros, a los peluqueros de quienes, por cierto, se siente cada vez más su ausencia, no a las industrias aún cerradas, o a los teatros y a los cines que están pagando un precio muy alto a causa de las normas antiaglomeración. No, mañana, o más bien hoy, dentro de algunas horas, nos toca a nosotros, a nosotros los libreros volver a poner en movimiento el motor de este extraordinario país.

Cubrebocas, guantes, gel al alcance de la mano, todo está listo, junto con el orgullo de ser italiano. ¿Quién será el primer lector en cruzar el umbral, habrá alguien que entre, esperaremos en vano, será un niño, un anciano, un adulto? ¿Entrará armado o desarmado? ¿Será más peligroso un bandido enmascarado o un cliente sin cubrebocas? ¿Cuánto tiempo se quedará? ¿Estará sano, enfermo, cuánto se acercará? Pero la pregunta de las preguntas sigue ahí: ¡¿después de cuarenta días de encierro qué libro buscará?! ¿Estaremos a la altura de lo que busca?

Esta vez nos toca a nosotros, guardianes del faro, volver a encender la luz de la esperanza.

Es obligatorio el uso de guantes y cubrebocas para libreros y clientes. (Foto: Yara Nardi | Reuters)

“No todo lo que brilla es oro”, dice el dicho. Se nos ha confiado a nosotros mismos los gastos del gel desinfectante, guantes y cubrebocas para los clientes que no cuenten con ellos, pero el problema es también la falta de estos equipos de protección que se acaban muy fácilmente y que difícilmente llegan a farmacias o a supermercados. No es lo único. No todas las regiones decidieron dar seguimiento al decreto del Primer Ministro Conte que tiene que ver con la reapertura de las librerías: en algunas regiones se ha aplazado la apertura por una semana, en otras por dos o tres para permitir a los libreros adaptarse a las normas de seguridad. Para algunas regiones es todavía muy alto el riesgo de contagio para poder permitir la apertura y en consecuencia no es clara la orientación de los científicos expertos.

En efecto, la obligación de permanecer en casa para la población se ha prolongado hasta el 4 de mayo y se permitirá salir sólo para ir a la librería más cercana al propio domicilio. Las indicaciones son entonces discordantes. ¿Cuánto nos arriesgamos al abrir? El programa de la fase 2, que en Italia es la de la reapertura de las actividades productivas y sociales, iniciará el 4 de mayo pero todavía está en vías de definición.

La región de Lombardía propone un plan de 4 D, la de la Distancia de seguridad, de los Dispositivos de protección (cubrebocas y guantes), de la Digitalización (trabajo inteligente para quien pueda elegir) y del Diagnóstico (pruebas serológicas) para identificar a las personas inmunizadas por el covid-19), pero la gradación en la reapertura es la única seguridad hasta ahora. No nos encontraremos todos en la calle para festejar como en la canción de Lucio Dalla: habrá diferentes fechas para las diferentes tipologías de actividades y nuestras costumbres de vida tendrán que cambiar. Las escuelas, por ejemplo no abrirán en mayo o en junio, sino hasta septiembre. Es muy probable que cines, museos, teatros y restaurantes no abran sino hasta el 4 de mayo.

La creación y difusión de una app para teléfonos celulares, llamada IMMUNI, capaz de reportar a las personas inmunizadas, a las que entraron en contacto con enfermos de covid-19 y los recuperados, sabrá darnos un mapeo más detallado de los riesgos a los que tendremos que enfrentarnos, pero la app todavía no está lista y lo estará sólo dentro de tres semanas. ¿Cuántas y cuáles actividades volverán a abrir el 4 de mayo y por qué no hacernos esperar la puesta en marcha de las pruebas serológicas? ¿Los riesgos a los que nos están haciendo enfrentar con la apertura anticipada, serán compensados con los beneficios de las ventas? Somos muchos los que nos lo preguntamos, incluso los más entusiastas. En efecto, la reapertura anticipada no está acompañada de una necesaria campaña estatal de comunicación y de apoyo a las ventas de las librerías independientes. No tenemos garantías sobre el flujo de clientes que llegarán mañana en mi región, el Lacio, una de las que decidió que abriéramos.

Las normas antiaglomeraciones nos obligan a hacer entrar a uno, o a máximo dos clientes a la vez, arriesgando el crear concentraciones afuera de las librerías: no es, en efecto, previsible establecer un tiempo máximo para comprar un libro dado que antes de comprarlo es necesario elegirlo y para elegirlo es necesario un tiempo subjetivo de conocimiento y descubrimiento. La experiencia de hojear algunos libros antes de poder seleccionar el elegido, no concuerda con la obligación de apresurar las compras para eliminar las colas de lectores que esperan afuera. Desde mañana algunos libreros estarán presentes en las librerías pero todavía con las puertas cerradas, recibiendo sólo con cita y con sugerencias bibliográficas específicas, para reducir al mínimo la exposición con el público y los riesgos de contagio: el virus, en efecto, permanece sobre las superficies durante varias horas obligándonos a desinfectar todas las áreas con las que entran en contacto los clientes.

Algunos libreros redujeron los horarios de apertura al público para poder dar cumplimiento a la obligación de desinfectar los locales dos veces al día. Son muchos los que se niegan a abrir, en espera de mayores protecciones sociales: al reabrir temen perder las condonaciones fiscales concedidas sobre los costos de las rentas de los locales. ¿Estaremos quizás obligados a renunciar a parte de las indemnizaciones futuras destinadas a los comerciantes que reabrirán después? De manera más general, la reapertura anticipada no parece ser de ayuda a un sector fuertemente golpeado como es el de la editorial del que forman parte las librerías. Es como ofrecer un postrecito a una persona que no come desde hace días y que para regresar de pie necesitaría un bistec de medio kilo y un plato abundante de macarrones.

Cada uno de nosotros en estas cinco semanas se equipó con servicios de venta en línea y entrega a domicilio. Un grupo llamado “Libros a domicilio” logró reunir una colecta de fondos por parte de decenas de editores independientes para garantizar el servicio gratuito de entrega a domicilio a las librerías que lo solicitaron. Ahora el fondo se agotó y el ingenioso equipo de ¨Libros a domicilio” está intentando garantizar la continuidad de esta experiencia involucrando a las instituciones estatales. Es justamente el apoyo económico del Estado lo que es necesario para volver a poner en marcha seriamente el ramo del libro.

A pesar del éxito de las ventas en línea del servicio gratuito de entregar en casa de “Libros a domicilio” y el esmero de los libreros, la brecha con los números de las ventas en línea de los colosos como Amazon, es todavía aplastante. Y a pesar de los grandes números de las ventas en línea de estos gigantes, las ventas de los libros sufrieron de todos modos en Italia un brusco freno con la cuarentena.

La brecha con los números de las ventas en línea de los colosos como Amazon, es todavía aplastante. (Foto: Yara Nardi | Reuters)

Como escribe Raffaella de Santis en el suplemento cultural Robinson del periódico La Repubblica del 2 de abril de 2020, según “los últimos datos del boletín del Observatorio de la Asociación Italiana de Editores, instituido para monitorear el comportamiento del mercado editorial en esta fase de encierro de las librerías, el impacto del covid-19, actualizado al 30 de marzo, es dramático: los editores estiman que, sobre una base anual, serán 23 mil 200 menos los títulos que serán publicados. En el 2020 se estima que no serán impresas cerca de 49 millones de copias. Los datos del mercado y de los canales de comercio (librerías en línea y de gran distribución) registran un -75 por ciento en el valor de las ventas de las semanas pasadas”.

Y agrego que estos datos están destinados a empeorar si no se retoma rápidamente “el toro por los cuernos” o si el Estado no actúa oportunamente.

El grito de alarma lanzado por el presidente de la Asociación Italiana de Editores, Riccardo Levi, y por el ministro de los Bienes y de las Actividades Culturales y del Turismo, Dario Francescheni, fue acogido por el Presidente del Consejo Giuseppe Conte sólo en parte, permitiéndonos ser los primeros en abrir las librerías. Estoy feliz y emocionada, en esta madrugada de los milagros, a un paso de la reapertura de mi actividad, lista para combatir esta emergencia social armada de libros, pero nuestros cartuchos y municiones podrían agotarse antes de lo previsto si los representantes políticos no entran por esas puertas y se sientan a la mesa junto a nosotros para reflexionar sobre garantías y planes de reactivación de nuestro sector.

Valentina Rizzi es escritora, editora y librera. Entre sus obras se encuentra el álbum ilustrado Nariz roja y L’insolito destino di Gaia la libraia.

Traducción: Verónica Nájera Martínez

​ÁSS

LAS MÁS VISTAS