El silencio, poesía que nunca calla

Reseña

Patricia Butrón ha publicado su primer libro 'Fisiología del silencio' (Lector disléxico, 2024) en el que hace evidente que aquello que nombramos define nuestra existencia.

Portada de 'Fisiología del silencio'. (Lector disléxico)
Armando Alanís Pulido
Ciudad de México /

Lo que el silencio profundiza

El silencio es una enfermedad viral pero también puede ser el lenguaje de nuestro cuerpo, el silencio es la nostalgia, pero también puede ser el fervor que le asignamos al tiempo que nos queda, el silencio es huir, pero también es quedarse, el silencio es una protección, pero también es declarar la guerra, el silencio es un reclamo asfixiante pero también es deletrear sobre el cuerpo cicatrices, el silencio es poesía que nunca se calla.

Diagnóstico de las palabras que se dilatan como actos

A estas alturas Patricia Butrón conoce el sabor de su lenguaje, lo domina por que las lecciones son las lesiones, —comúnmente a esto se le llama madurez— y si pudiera por supuesto que negaría cosas, pero la escritura de poemas al igual que el silencio no niega, más bien confirma, otorga. La particular viveza de la autora delata un ciclo habitado por ella —y ahora por nosotros como lectores— de la mejor manera, de la manera más valiente, ahora la inquietud, la marea que mecía a los deseos negados, es apaciguada por las propiedades melancólicas del texto poético:

Si pudiera
negaría que soy un depósito de herencias inexactas
una simulación de mi propio mundo
si pudiera
pronunciaría las verdades que me ahogan
desgarrando el líquido endurecido de mi lengua
si pudiera les arrebataría a ellos la vocación de poseer una voz.

pero me rijo por el principio de la agonía
que es la pesadumbre de querer ser otra
por el principio de esa herencia que no me pertenece
porque nací de una herida estéril que me obliga a ajustarme a los otros.

a plagiarles las palabras
y aunque quisiera escribir mi nombre
termino deletreando sus palabras
que amordazan mis deseos

          (Lesiones especiales, página 24)

Repetido instante, reiterado, que sigue su secuencia

Habrá que mirarnos en el tiempo porque como dice el filósofo Bergson: “el tiempo real, el de la conciencia, es el flujo temporal aprehendido directamente por la intuición, que es algo contrapuesto al tiempo medido, matematizado, producto del trabajo del hombre en su necesidad de imponerse a las cosas y utilizarlas en su provecho; porque la prisa no se mide por lo que se haga en un tiempo determinado”, es decir lo mismo en el mismo tiempo puede llevarse a cabo con prisa o despacio, pudiera resumir esta reflexión filosófica como una sencilla concitación de instantes y que lo que circula por estos versos es una difracción de la personalidad de la autora, en la que no evade, sino en la que entiende que hay que decir muchas cosas de muchas maneras para traducir al silencio.

Espesor del tormento

La disección —como debe de ser— es íntima, fisiología del silencio contiene varias capas, cuyo grosor es descubierto por la autora de distintas maneras, con un diccionario de términos médicos que abarca síntomas, contusiones, infecciones, enfermedades, en donde obvio explica y por otra a través de las preguntas —Butrón inserta 29 cuestionamientos a lo largo y ancho del libro—, unas veces irónica, otras tantas reflexiva pero siempre en el tono en que la epidermis solo se vea y se sienta acariciada:

¿pero cómo freno esta marea constante?
¿Cómo abarco los contornos de
este significado que siempre sobra
del deseo que se rompe en cristales
cuando todo lo que he dicho ha de perderse?

Nada hay ahora nada que no vaya a desgajarse
ante la violencia de tu mirada
que deforma los limites
y se vuelve en mis labios irreconciliable
¿Cómo es silenciar la carne el jadeo que brota en la garganta?
               (Signo de Nikolsky, fragmento, página 54)

Como bien dice Hoderlin: “el sentimiento es desde luego la mejor sobriedad y reflexión del poeta, cuando el sentimiento es recto y cálido y claro poderoso, es rienda y espuela para el poeta”. A mí, como lector, un poeta me gusta por lo que no quiere ser y Patricia no quiere ser quien cree que ya todo está dicho; entonces aparece sin ningún peligro la urgencia del decir (ya distinguimos y minimizamos antes a la prisa en una unidad de tiempo) convertida en un colchón de esperanzas en este su primer poemario, asumiendo la responsabilidad existencial de su aquí y ahora con el compromiso de la verdad que nos pone en nuestro sitio única y exclusivamente para una cosa: para derramar sin compasión la imagen, para perdurar porque aquello que nombramos define nuestra existencia.

AQ

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