El silencio y la máquina de lavar platos

Reseña

'La luz artificial de las cosas', de Brenda Ríos, nos ilumina con nuevos significados ocultos de las cosas domésticas

Portada de 'La luz artificial de las cosas' (Arlequín)
Armando Alanís Pulido
Ciudad de México /

Mientras morimos hacemos compras

Siempre he creído que la poesía debe ser un acto cotidiano, al mismo tiempo veo a la cotidianidad como la manera más original de asumir una frecuencia desde donde se rompa como propósito lo práctico, agregándole profundidad a todo, entonces hablo de pasión y reflexión dos actos que juntos (y escritos) conforman lo que muchos llamamos literatura.

La lectura del libro La luz artificial de las cosas (Arlequín, 2021) de Brenda Ríos, que mereció el XX premio estatal de poesía María Luisa Ocampo en el estado de Guerrero, nos ilumina con nuevos significados ocultos de las cosas dométicas. ¿Cuántos pensamos de otro modo en la rutina, en el quehacer, en la obligación, en la tarea, en el horario fijo agregándole reflexión y traduciéndolos como actos poéticos? ¿Nadie? ¿Pocos? ¿Alguna vecina? ¿Brenda?

La autora se lo repitió muchas veces y entendió que el asunto no era personal, las ideas, lo poético le cayeron como un piano encima —el piano era ella misma— y se siguió repitiendo y repitiendo que ese asunto no era personal, entonces desde su visión más íntima decidió dejarse iluminar por la luz artificial de las cosas y mientras la buscaba y la encontraba, iba a sus clases de natación, hacía el súper, realizaba tramites en el banco, atendía las llamadas telefónicas de su madre, leía el Salmo 23, o los poemas de Hart Crane, o las instrucciones en los lavabos públicos de como lavarse las manos, mientras esa luz —artificial— le ponía claras muchas cosas, así supongo aprendió a vivir con el mayor de los lujos una vida simple: escribiendo poesía:

No seremos felices
no merecemos ser felices
no deberíamos soñar en serlo
hasta que logremos tener el electrodoméstico último
luz interior
tecnología de punta
con autolimpieza.
Podemos estar solos
aceptémoslo
pero tener una máquina
que tueste pan
o rebane industrialmente cualquier cosa
haga hielos
es fantástico
es como si un ángel bajara del cielo y anunciara el
nacimiento de algo
un mundo nuevo
un hijo de dios
lo que sea.

(Sueños prácticos, página 84)

Sucede que el amor es Rambo en un Vietnam imaginario

Aunque lo cotidiano esta ceñido a un horario especifico, es muy importante tener tiempo que perder, a pesar de lo ocupada Ríos se da tiempo para el ocio es decir para enamorarse y desenamorarse o intentarlo y lo descubre y lo define de muchas formas:

el amor es una enfermedad venérea, o el amor es un aprendizaje lento y estúpido,

también cree que de lo que se trata el amor es de escoger los víveres en el súper y mirarse el uno al otro, entonces uno, enamorado lector con tiempo que perder le da la razón a la autora mientras lee:

El amor esa fiebre absurda, pensar en alguien con todo el cuerpo, con todo el tiempo

.

Dicen los que saben que algo importante para nosotros, no implica que lo sea o lo tenga que ser para los demás, pero si apelamos al placer y sabemos compartirlo es bastante probable que el disfrute se vuelva importante todos, tan importante que resulte fundamental y necesario para afrontar el día a día, es decir la cotidianidad. En este sentido, Ríos enamora porque seduce y seduce porque enamora desde el lenguaje simple, la metáfora sucede, la metáfora es alta tecnología donde todo conserva su pureza.

Cuando íbamos a ser felices nos interrumpen

Puedo pensar que la autora es una pesimista que disfruta la vida, porque traduce sus sueños prácticos en poesía, porque se confiesa y escurre como un vaso boca abajo en el fregadero, porque nos habla con las palabras necesarias y naturalmente nos da luz, (nos ilumina para entender) para creer en el cansancio, en la vida doméstica, en la pizza en horno de leña o en una definición exacta del mar.

No es raro, —porque la poesía desenrarece todo— que hablando de la tecnología, de los aparatos electrodomésticos, la escritura nos salve de una tremenda desidentificación, es decir el sabor de las palabras devuelto a los individuos robotizados, cómodos ¿fáciles? en los que nos hemos convertido y hay que valorar libros como este porque lo que se repite a diario, lo que es rutina, lo que es monotonía obligada para sobrevivir nos acerca a olvidar cosas, pretextando como ya lo dijimos desde falta de tiempo, hasta prioridades que nos colocan en la llamada zona de confort, afortunadamente la poesía de Brenda Ríos combate y se camufla con la vida a la que muchas veces no queremos darle crédito.

Poemas potentes y evocadores que como diría Harper Crane nos hacen recordar mucho olvido.

ÁSS

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.