A media tarde del jueves 17 de octubre, Élmer Mendoza (1949) comenzó a recibir, a través del teléfono celular, mensajes, videos y audios de un enfrentamiento en Culiacán. Se encontraba en la Ciudad de México y a distancia siguió las incidencias de un operativo fallido contra Ovidio Guzmán. Veinticuatro horas después, uno de los representantes más abusados del género negro de nuestro país regresó a casa. Cinco días más tarde, recibió la noticia de que obtuvo el Premio Sinaloa de las Letras 2019. La alegría propia del reconocimiento todavía está empañada por la zozobra en las calles culichis. “La verdad, el galardón me toma muy crispado debido a lo que estamos viviendo”, reconoce en entrevista el autor de El asesino solitario.
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—Con el anuncio del premio ¿se siente profeta en su tierra?
Fui educado para cumplir con mis obligaciones de la mejor manera posible. Si sacaba un 10 en la escuela mi papá a veces me daba una palmada, pero con la conciencia de que era mi obligación. Por supuesto, un reconocimiento de Sinaloa me impacta y sacude; no obstante, también me toma muy crispado por la situación que estamos viviendo. Prefiero asimilarlo con seriedad y con el gusto de quien, quizá de manera romántica, ha tratado de poner a su ciudad en el mapa cultural.
—Y no le viene mal a Culiacán. Apenas hace unos días estuvo en el mapa, pero de la nota roja.
Un día después del operativo percibí entre los culichis mucho enojo y desesperanza por las políticas del gobierno federal. Tenemos la decisión de no entregar la ciudad, pero el coraje no se nos quita. No consideraron que somos un millón de habitantes; estúpidamente, el gobierno federal hizo un operativo sin pensarlo bien. No utilizaron los elementos usuales para una acción de esa naturaleza. No tenían helicópteros. No bloquearon el acceso a internet. Pareciera que no tenían conocimiento de la ciudad. No midieron la gravedad de las cosas y nos expusieron con todo y niños, mujeres y ancianos.
—¿Recuerda un episodio similar?
En 2017 hubo un enfrentamiento entre bandas a la entrada de la ciudad. Fue detonado también por una captura. Murieron efectivos del ejército, pero entonces vino Peña Nieto. Ahora el presidente prefirió ir a Oaxaca para que le pusieran un collarcito.
—¿Le decepcionó el presidente?
Siempre he tenido una vocación democrática y reconozco al candidato electo como mi presidente. Si anuncian una política en materia de seguridad, educación, etcétera, suelo pensar que fue diseñada por expertos y que en base a la realidad nos llevará a un estado mejor. Sin embargo, cuando López Obrador eliminó la policía federal y al Cisen, me entró la duda sobre si era lo correcto dado que ambas instancias contaban con áreas de inteligencia. Conozco militares y marinos que han puesto en duda el funcionamiento de la nueva estrategia de seguridad. La circunstancia de hace unos días fue totalmente adversa y no creo que el ejército fuera el culpable. Ellos están acostumbrados a recibir órdenes y su comandante supremo es el presidente. Me pareció correcto liberar al hijo del Chapo, pero eso no los exime del error en el operativo. Es una circunstancia muy compleja y el presidente debe asumir que a veces las personas fallan y que si no están capacitadas para enfrentar el reto deben ser sustituidas.
—En un artículo le exigió al presidente que no intente justificar lo que no tiene remedio. ¿A qué se refiere?
El presidente dijo que liberar a Ovidio Guzmán fue una decisión humanista y difícil. No coincido con él. Tal vez fue humanista, pero era la alternativa más sencilla. Está claro que México no es un país de leyes y no habla nada bien de un gobierno que libere a un delincuente. Las armas de repetición son aterradoras. Con todo respeto, debe ponerse a trabajar y hacer a un lado las mañaneras. Por la forma en que ganó las elecciones, la autopromoción no le hace falta. Este país necesita de todos incluyendo a un presidente que use su inteligencia y la de todo su gabinete.
—¿Cómo convive Culiacán con la inseguridad y el miedo?
No nos gusta vivir en el terror y menos entregar la ciudad. A excepción del viernes, en los días siguientes la gente abrió sus negocios y salió a la calle. Mañana domingo se realizará la marcha Culiacán valiente, organizada por estudiantes de todas las escuelas. Queremos nuestra ciudad y desde luego necesitamos que el gobierno federal esté presente, pero no solo para realizar retenes sino para que en verdad nos cuide.
—Culiacán es una ciudad que aprendió a vivir con el narco. ¿Cómo interpreta que la familia del Chapo Guzmán reconociera al presidente como un humanista?
Es de risa, entre eso y la llamada de Trump, el presidente debería sentirse avergonzado. Me parece que a muchos ciudadanos nos sorprendió el poder de los criminales y su nivel de eficacia. Nos asusta porque si bien sabemos que los narcos sinaloenses aman la región, su música y su comida, desconocíamos la cantidad de gente que manejan y la calidad de su armamento. Nuestro gobierno tiene que tomar medidas serias y bien planificadas.
—¿La realidad superó a la ficción?
A mí me ha tocado ver cadáveres y balaceras, pero esto era otra cosa. Un operativo de combate y una enorme capacidad de negociación. Aplaudimos la decisión de proteger a los familiares de los militares, pero cuestionamos la ejecución del operativo.
—¿La liberación de Ovidio Guzmán le produce desamparo?
Sí, pero no solo a mí, también a la gente que le he preguntado. Apenas ha pasado una semana y parece que hay más cobro por derecho de piso y secuestros. Ante sucesos como éstos, pareciera que los delincuentes se animan más y nosotros nos sentimos más inseguros. Por supuesto, no nos daremos por vencidos y seguiremos exigiendo que se refuerce el sistema de seguridad. Si tiene que venir la Guardia Nacional, que lo haga, pero bien preparada.
—Su literatura está llena de alusiones a la violencia, Culiacán y al narcotráfico, ¿qué efectos creativos le suponen estos sucesos?
Esto me dejó absolutamente pasmado y olvídate de que yo escriba al respecto. No puedo dejar un registro de la indefensión y vergüenza que me produce el gobierno de mi país. Además, liberaron a cincuenta y tantos presos. ¡Imagínate! Seguiré trabajando a partir de realidades, pero esto ni me estimula ni me provoca. No pienso heredar a mis nietos una novela donde mi ciudad luzca como una zona de guerra.
—¿Qué papel debería tener el arte y las industrias del entretenimiento ante sucesos como éstos?
La industria no tiene que ver con el arte. Las narcoseries o narcopelículas no aportan nada estéticamente. El arte es otra cosa y por supuesto la angustia y el terror son susceptibles de recibir un tratamiento. No dudo que alguien pueda escribir una obra de autoficción a partir de lo sucedido hace unos días, pero no seré yo. El arte en zonas como la nuestra sigue siendo un instrumento de defensa muy fuerte y por eso no podemos dejar de trabajar. En Sinaloa, afortunadamente, hay una importante cartelera de cultura y espectáculos. Aquí eso no se va a detener, porque es de los bastiones que nos hacen invencibles.
—¿Por dónde empezar a atajar un problema como éste?
Su próxima acción debe ser exitosa. Los mexicanos sabemos que no es fácil y que llevamos sexenios de impunidad y corrupción, pero las autoridades tampoco pueden darse por sorprendidas, como si no supieran en lo que se estaban metiendo. México necesita políticas que combinen la mano dura con el humanismo.
—¿Cómo combinar ambas rutas?
En Saltillo tienen un gabinete de seguridad. Trabajan todos los días y con el tiempo han logrado convencer a la población para participar. Ahí la gente ya se atreve a llamar a las autoridades cuando percibe algo raro. En Culiacán no hemos dado ese paso; todavía nos preocupa que suelten al delincuente y nos busque para tomar represalias, y el gobierno de López Obrador debería estudiar esos casos.
RP/ÁSS