Cómo empezó aquello | Por Jon Fosse, Premio Nobel de Literatura 2023

Premio Nobel de Literatura 2023

Escrito con el peculiar estilo que lo caracteriza, este recuerdo del Nobel de Literatura 2023 busca identificar el origen de su gusto por la música en un preciso instante de su niñez.

Jon Fosse, escritor y dramaturgo noruego. (Foto: AP)
Laberinto
Ciudad de México /

Geir y yo íbamos al grupo juvenil que llevaba la esposa del pastor, y cuando el grupo terminaba, cuando nos acabábamos las galletas y el chocolate caliente, con los cantos y las charlas, con las oraciones, cuando nos quedábamos solos, cuando podíamos salirnos de ahí, de la gran habitación, una habitación tan grande como tres habitaciones normales, una habitación con puertas adentro, puertas que estaban abiertas, cuando nosotros, yo y Geir y los otros, ya habíamos terminado todo lo que teníamos que hacer si queríamos ir al grupo juvenil en la granja del pastor, cuando terminábamos eso, cuando podíamos escaparnos de la gran habitación, hacia el vestíbulo, por las escaleras, hacia el gran ático, cuando ya no había más canciones que cantar, cuando subíamos al gran ático para echarnos en el piso, y cuando los otros llegaban corriendo, cuando llegaban las chicas, cuando esa chica en particular llegaba.

Cuando ella llegaba.

Cuando ella llegaba del descanso, de todos los descansos que la habías tenido, cuando llegaba con su cabello largo, aquellos jóvenes pechos apenas visibles bajo su camisa, cuando llegaba corriendo por las escaleras y sabías que nunca te atreverías a hablarle, mientras peleabas y luchabas ahí tirado en el suelo, jugando con Geir, u otro de tus amigos, cuando llegaba te calmabas, dejabas de patear, dejabas de hacer tonterías, bromas, ya no gritabas, te calmabas, estabas un poco apenado, te levantabas del suelo y de pronto no sabías a dónde ir o qué hacer de ti, tu corazón comenzaba a agitarse porque ella estaba ahí, estaba cerca de ti, con su cabello, su cuerpo, estaba sólo a algunos metros de ti, tan cerca, y no podías hablarle aunque ella se había comunicado contigo dos días antes, aunque una de sus amigas se había acercado a ti, riéndose, y te dijo que supuestamente debía decir hola en nombre de ella, de ella, de ella, la chica del cabello largo. Cuando se paró ahí, tranquilamente, hablando a una de las otras chicas, en el ático semioscuro, en la granja del pastor, con los otros chicos que iban al grupo juvenil, y todos íbamos, casi todos los muchachos de la zona iban, cuando se paró ahí con sus pechos jóvenes, su cabello largo, y le sonreía a su amiga, y tú seguías ahí, seguías solo mientras los otros peleaban en el suelo, y sentías una gran tristeza crecer dentro de ti, que fue probablemente cuando en verdad aquello empezó.

Fue entonces cuando la música llegó a ti.

Ahí y entonces vino, y nunca se ha ido. Y después, cuando se terminaba el grupo del pastor y era tiempo de ir a casa, cada uno se suponía que debía seguir su camino, pero nadie lo hacía. Caminábamos por el camino. Un grupo de chicos y chicas caminaban por el camino, lejos de donde algunos de nosotros vivíamos y hacia donde algunos de nosotros vivíamos. Era otoño, estaba oscuro, y caminábamos por un camino campestre, bajo la lluvia, en el viento. Caminábamos por el camino, estaba oscuro, y oíamos el fiordo. El mar que siempre estaba ahí. Las olas. Caminábamos por el camino, yo y Geir, y algunos otros, y ella estaba ahí. Ella y Geir iban caminando y hablando juntos. Yo caminaba y hablaba con otra chica, otra chica, una chica completamente diferente, una chica de mi año, y éramos amigos, podíamos hablar fácilmente, pero ella, la que caminaba a algunos metros de mí, con su cabello, con aquellos pechos jóvenes bajo su chaqueta, la chica caminaba y hablaba con Geir, y yo no podía olvidarla por un segundo. Estaba caminando con otra chica, y tal vez ésa era la chica con la que Geir quería estar. Hablábamos y bromeábamos. Caminaba delante de mí, y Geir puso su brazo sobre la espalda de ella, ella puso su brazo sobre la espalda de Geir. Yo iba caminando atrás de Geir y ella, junto con una chica de mi grado, y puse mi brazo sobre su espalda, y ella gentilmente se recargó contra mí. Hablamos y bromeamos. Un grupo de nosotros iba por el camino, estábamos en uno los grados superiores del grupo juvenil, algunos de nosotros habíamos iniciado recientemente la escuela distrital. Era otoño, sombrío. Lluvia. Podías escuchar el fiordo. Las olas. Íbamos por el camino. Nos detuvimos en la parada de autobús, y alguien, alguien que se atrevió, propone el juego de Caricias, Besos y Abrazos, nadie responde pero todos quieren jugar, y luego hay alguien que se atreve y el juego comienza, al principio sólo son Caricias, acariciar suavemente la mejilla, muchachos y muchachas escogidos al azar, probando su suerte con la mejilla de su compañera, en una parada de autobús, resguardados de la lluvia, es una noche de principios de otoño y se escucha el rumor del fiordo. Las olas. Alguien se atreve a decir Abrazos, y permanece ahí, en parte apenado, en parte orgulloso, y abraza a alguien del otro sexo. Un abrazo muy corto. Los otros no miran, ven para otro lado, hacia abajo, apenas miran a las parejas que se están abrazando. El tiempo pasa y nos vamos acostumbrando al juego, nos hacemos más osados, más confiados. La lluvia arrecia, el viento se hace más fuerte y las olas que rompen en la costa suenan más nítidas. La noche se hace más oscura. Nos atrevemos a acercarnos entre nosotros. Decimos Besos, y una vez que quienes lo dijeron están con quienes van a recibir el beso, y que, de acuerdo con el azar del juego, van a ser besados, los otros emergen de la oscuridad hacia los que van a ser besados, nadie mira, todos ven hacia abajo. Sólo hay oscuridad y lluvia entorno a la pareja, los demás hemos desaparecido, cada quién en su propia soledad muda, aunque hay un compañerismo silencioso envolviendo la soledad, sí, un compañerismo en el que nadie dice nada aunque estamos juntos, no que seamos los unos para los otros, sino que estamos ahí, y luego fue su turno y pude ver su mirada en la oscuridad, sólo puedo distinguir ese largo cabello suyo, y ella ha dicho Beso, y espero con todas mis fuerzas que no sea yo a quien deba besar, tiene que ser Geir, porque es a Geir a quien quiere besar, no a mí, no puede ser a mí, deseo y espero con todas mis fuerzas, y luego es mi turno y tengo que emerger del oscuro compañerismo, con mi cabello, con mi cuerpo, y ella viene hacía mí, yo permanezco ahí, sin sentir la lluvia, solo siento cómo me he abierto camino, cómo me he forzado a unirme a este juego, no es algo que acostumbre, pero yo siempre empujo, todo lo que quiero es regresar al silencio de los otros, permanezco ahí con mi chaqueta mojada, mis brazos colgando, y ella rápidamente viene hacia mí, sale de la oscuridad, con sus ojos, con su cabello, y coloca sus brazos sobre mí, permanecemos ahí, chaqueta contra chaqueta, mi cabello está mojado y siento su mano acariciando mi espalda y luego dirige su boca entreabierta hacia mi mandíbula, la tibieza de sus labios, su boca, y humedad, una cálida humedad, nada más, pero como nada parecido, tan singular, sólo un segundo y todo es diferente, ahí en la parada de autobús, la oscuridad, la lluvia, y luego continuamos, todo el grupo, proseguimos por el camino oscuro a lo largo de la costa, las olas batientes casi tocando el camino en algunas partes, proseguimos, yo aún caminaba atrás de los demás, ella y Geir iban caminando al frente, abrazados, así anduvimos hasta la tienda de la cooperativa, donde nos detuvimos, y ahí permanecimos a la luz de las ventanas de la tienda, yo estaba con una chica de mi clase, hablábamos y bromeábamos, en la misma forma en la que siempre lo habíamos hecho, traté de ser el mismo como siempre lo he sido, y entonces caminamos hacia su casa, la tomé de la mano y así caminamos hacia donde ella vivía, entonces nos abrazamos, y ella entró a su hogar, y yo regresé con los otros, caminé a casa, escuché las olas, Geir y ella aún estaban ahí, tomados de las manos, ambos sin decir nada, ninguno de nosotros decía nada y así llegamos a mi casa, dije hasta luego, corrí a la entrada, le dije a mi madre que no tenía hambre, y fui a mi cuarto. Fue entonces cuando en verdad empezó aquello. Era en noches como ésa, luego del grupo juvenil en la granja del pastor, después de haber hecho esto y aquello, era en esas noches oscuras de otoño luego de que los mayores habían terminado con sus obligaciones educativas y que nos quedábamos solos, sin nadie, ahí con todo lo que teníamos que hacer, era en esas noches en las que caminábamos por el camino, chicos y chicas, cuando estábamos solos con todas esas cosas, que empezó aquello, que empezó con ella, la chica del cabello largo, la chica con la que Geir solía caminar, y tomarse de las manos, la chica de los pechos jóvenes, estuvo ahí mucho tiempo, varios años, y yo aún siento algo en mi cuerpo, siento cómo las olas estaban batiendo, siento como si algo se alojara rápido en mi cuerpo, en mis movimientos. Así fue como empezó aquello, en la oscuridad, la lluvia, en un camino a lo largo de la costa, siempre había olas rompiendo, y piel que crecía y crecía. Su beso fue una marca en mi piel, fue como si entrara en mi cuerpo y se quedara ahí. Ahora está casada, sus hijos son grandes, es un ama de casa y por lo regular va a las fiestas de los pueblos con su esposo. Estaban ahí la vez que tocamos en la fiesta del pueblo. Allí estaba, pero su cuerpo ha perdido la forma. Ahora su cabello es corto. Y sus senos también han crecido.

Traducido del inglés por José Abdón Flores.Tomado de ‘Scenes from a childhood’, publicado por Fitzcarraldo Editions.

AQ

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