En el precipicio

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Abundan los libros de coyuntura que apilan opiniones y prenden alarmas; el volumen de Macario Schettino no es de ésos. Está en otro ámbito.

Portada de 'México en el precipicio', de Macario Schettino. (Ariel)
Julio Hubard
Ciudad de México /

Me gusta celebrar los buenos libros y a sus autores. Pero con éste, que acabo de leer, sucede algo distinto: no puedo celebrar una radiografía que muestra un cáncer. Reconozco la precisión del diagnóstico y apuesto a que el doctor querría estar equivocado. La certeza es que estamos en un sexenio de enorme crecimiento en muerte, enfermedad, crimen, pobreza, ignorancia y mentiras. Y documentarlo más allá de las dudas llevó a Macario Schettino menos de doscientas páginas, en México en el precipicio (Ariel, 2022).

Abundan los libros de coyuntura que apilan opiniones y prenden alarmas; los que juntan chismes y argumentos ideológicos; otros, patéticos, alaban y adoban la sexenal estatua de lodo. Éste no es de ésos. Está en otro ámbito, donde hallamos la estirpe de Raymond Aron: los liberales solitarios que se arriesgan a la impopularidad. A Aron, el siglo le quedó debiendo el reconocimiento de nunca haber cejado en la verdad. A Macario Schettino le toca un destino distinto: el crítico de López Obrador, desde 1998, y principalmente en la campaña presidencial que arrancó en 2005, fue atacado, quesque refutado, aislado de entre periodistas e intelectuales biempensantes, pero poco a poco ha quedado en su sitio correcto: tenía razón. Hoy goza de dos formas saludables del reconocimiento: el prestigio de quienes leen y piensan, y el resentimiento de aquellos que obedecen a un autócrata pequeñito. Pero, a diferencia de Aron, ni a él, ni a nosotros, nos espera una Francia en reconstrucción y crecimiento. Nos toca un precipicio. Ni modo.

Schettino ayudó a construir el análisis sensato con que hoy podemos ver el tamaño del desastre. Sin embargo, no pretende un lugar honorario en el Pritaneo: sigue siendo el mismo pensador y escribe desde el mismo lugar civil que cualquier otro intelectual. (Es más, no le gusta que le digan intelectual, prefiere “profesor”).

Tengo la sospecha de que el apego a los números es una suerte de apego a las letras, desde el lado de la precisión. Y me resulta notable la cantidad de ingenieros mexicanos que han hecho humanidades de altísimo nivel y estupendamente escritas: Alamán, Cosío Villegas, Ibargüengoitia (además de narrador y dramaturgo, hizo desopilante crítica política), Zaid, Krauze. Hay que sumar a Schettino. Y no es que quiera celebrar este libro. No me gusta el regodeo en la derrota y la lectura me deja triste, enojado, acosijado por la impotencia. Pero le agradezco su contención, que no hallo para mí en la lectura, porque sé que no hubiera terminado de leer el libro si el autor hubiera cedido a su emocionalidad. Como si fuera soportable que, al anunciar un mal terminal a su paciente, el médico rompiera en llanto.

Pero es un libro necesario. Y, más que lamentar aquello de lo que trata, cosa evidente, hallo en Macario Schettino un modo peculiar de tratar los problemas. Su trabajo lidia a diario con Big Data, los grandes números. No es nada fácil escarbar, desempacar y trasladar los datos a explicaciones que pueda entender un lector casual de periódicos; en segundo lugar, Schettino se cuida siempre de distinguir entre sus deducciones (necesarias) y deja las inducciones para los aspectos inciertos de la ideología, la opinión, las interpretaciones psicológicas. No se le mezclan las aguas. Además, tiene una rara capacidad para despejar y simplificar. Pongo un mero ejemplo: de un tiempo para acá, ha circulado mucho un estupendo librito: On Tyranny, de Timothy Snyder. Son veinte breves lecciones para reconocer el avance de un tirano y su régimen. Pero veinte es mucho para una mnemotecnia de paisano. Schettino reduce el principio diagnóstico a tres formas: como estrategia electoral, el populista “ofrece a los votantes el regreso a un pasado dorado”; en la economía, “gastar más en el presente, a costa de sufrir estrecheces en el futuro”; en política, “podemos hablar de populismo cuando el líder decide desmantelar los mecanismos de intermediación para comunicarse directamente” con el pueblo. Y apuesto a que Schettino ni siquiera se da cuenta de la precisión de sus disecciones.

México en el precipicio es un libro necesario, importante, amargo. Por fortuna, no es el único. Esa misma capacidad halla un mejor lugar cuando empata con el entusiasmo, el goce y la imaginación propositiva, y eso se halla en otros libros, o en sus conferencias y podcasts: la misma inteligencia, pero con la sonrisa de un ingeniero, economista, historiador que, encima, habla y escribe con elegancia y sintaxis perfecta.

AQ

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