Enrique Krauze: "Concordia no quiere decir estar de acuerdo con todo"

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En entrevista, el historiador mexicano habla de su nuevo libro, expone sus puntos de vista sobre el presidente López Obrador, al que hace un llamado a la concordia y a cosechar las cosas buenas que ha sembrado.

Enrique Krauze, director de la revista 'Letras libres' y la editorial Clío. (Foto: Javier Ríos)
Ciudad de México /

Enrique Krauze afirma que su nuevo libro, Crítica al poder presidencial (Peguin Random House), desmiente a quienes lo acusan de silencio o complicidad con gobiernos anteriores al de Andrés Manuel López Obrador. En los trece ensayos reunidos en este volumen, publicados entre 1982 y 2021, el historiador y editor, autor de obras como La presidencia imperial y El pueblo soy yo, siguiendo el ejemplo de su maestro Daniel Cosío Villegas, ha escrito sin cortapisas de los responsables del Ejecutivo federal.

En esta entrevista, de la que se han suprimido las preguntas, Krauze habla de este libro y expone sus puntos de vista sobre el actual presidente, al que hace un llamado a la concordia y a cosechar las cosas buenas que ha sembrado.

Un denominador común

Una de mis intenciones al reunir los ensayos de Crítica al poder presidencial, es dar un panorama de la historia política de México, que ha tenido, a mi juicio, un denominador común, que marcó Daniel Cosío Villegas desde 1968. Este denominador es que el poder excesivo en manos del presidente de la República es el primer problema político de México y la razón por la que el país no podía ser —y sigue sin ser cabalmente— una democracia liberal. Este mensaje se me quedó grabado y es el sustrato crítico de estos ensayos.

Biografía del poder, por cierto, que es mi historia política de México, se llama así para subrayar el hecho, desafortunado, de que mucho de nuestra historia no la escribimos los mexicanos en conjunto: la escribe el presidente, el caudillo, el hombre fuerte en turno.

Galería del poder

El primer ensayo de este libro lo publiqué en 1982, aunque ya antes había escrito sobre Luis Echeverría. En esta galería vemos que José López Portillo fue un irresponsable frívolo en el poder, porque, como le ha ocurrido a muchos presidentes, sintió el delirio y el mareo del engrandecimiento del poder, se sintió de veras Quetzalcóatl. Miguel de la Madrid tenía un temple y una formación liberal, pero traicionó las esperanzas democráticas de México con los fraudes, empezando por Chihuahua. En ese tiempo yo propuse La democracia sin adjetivos, y no estaba diciendo algo nuevo, sino renovando un ideal propuesto en 1979 por Gabriel Zaid en la revista Vuelta, y antes por Cosío Villegas y antes por Madero. En México, la democracia liberal siempre ha sido un ideal en busca de realización. Carlos Salinas hizo reformas muy importantes y bloqueó la reforma política; me opuse a Salinas políticamente desde el primero hasta el último día, y lo hice en La Jornada y Proceso, que eran mis tribunas, ahora quizá nadie lo recuerde, pero ahí están estos ensayos publicados en esos medios para recordarlo. Ernesto Zedillo fue un presidente que entendió la necesidad de la transición; lo critiqué antes de su acceso al poder y, en algunos momentos de su presidencia, por ejemplo en su política educativa, en los libros de texto, etcétera. Pero Zedillo tomó en serio la democracia y la prueba estuvo, en primer lugar, en las elecciones 1997, en las que Cuauhtémoc Cárdenas llegó a la Jefatura de Gobierno. Para mí, ahí estaba la gran esperanza, en el triunfo de una izquierda democrática. Después, en el 2000 Zedillo se cortó el dedo, como se decía entonces, y permitió la alternancia.

En los gobiernos de este siglo, Vicente Fox fue un buen candidato que nunca se enteró qué significaba ser presidente de México. Fue una gran oportunidad histórica perdida, debió haber gobernado, lo he pensado y dicho, con el ala moderada de la izquierda mexicana y juntos desterrar la cultura política corrupta del PRI. Cuando el electorado eligió a Felipe Calderón, le dio otros seis años al PAN. Calderón tuvo desmesura, cerrazón, equivocaciones, no escuchaba; tuvo apresuramiento y muchas otras cosas que yo señalé en su momento y que están en mi libro. El acabose vino con Enrique Peña Nieto, ahí sí todos los defectos juntos: la soberbia, la irresponsabilidad, la frivolidad, y la corrupción multiplicada, lo dije y está en estos ensayos. Creo que el sexenio de Peña Nieto se terminó en septiembre de 2014, fue un sexenio de dos años, y así lo señalé. En el momento de las reformas estructurales, y eso está publicado en The New York Times, lo dije, lo escribí y está aquí, en este libro: la corrupción lo corroyó todo y las reformas no significan nada cuando el sustrato está podrido. El escenario estaba puesto para la llegada de López Obrador. Con varios ensayos y artículos, quise invitarlo a que la suya fuera una presidencia que cumpliera cabalmente sus objetivos de atención al México marginal y pobre, estuve de acuerdo con la idea del reparto en efectivo, aunque instrumentada de un modo distinto a como lo ha hecho López Obrador —con fines clientelares y no de manera universal—, sino más bien como la planteó originalmente Gabriel Zaid en sus artículos en Plural en 1973 y en El Progreso improductivo. Nunca imaginé que el estilo personal de gobernar del presidente López Obrador se acercara al del predicador Echeverría, con acentos de una violencia verbal y una propensión, no al razonamiento sino al insulto, y además con una concentración del poder que, en los hechos, nos está enfilando a una autocracia, al gobierno de un hombre solo.

La libertad de la prensa

La prensa mexicana escrita, a lo largo de los años que estudio y de los que he escrito, fue ganando espacios y fue cada vez más una prensa que ejercía su libertad. En los tiempos de la transición: Fox, Calderón, Peña Nieto, siguió en ese plan, con excepciones, con errores, a veces con autocensura, pero en general ejerció su libertad. Hoy la siento más cautelosa, y eso me preocupa porque una prensa que se integra, que se incorpora o toma como suyo el programa de un gobierno, es una prensa que se hace daño a sí misma, que se destruye. Afortunadamente existen periodistas y editorialistas que dan la pelea aun en condiciones adversas.

"El único cargo que me hacen no es debatir mis ideas sino decir que yo estuve vendido a los gobiernos anteriores". (Foto: Javier Ríos)

Los intelectuales

Los intelectuales en la época posrevolucionaria, por dos o tres generaciones vivieron integrados al poder. Tuvieron puestos, fueron embajadores, secretarios de Educación, de Relaciones Exteriores, dirigieron instituciones oficiales. Ese fue el modus operandi durante varias décadas, perdieron independencia y al perder independencia y libertad eso afectó su obra escrita, aunque hicieron obra institucional. Por ejemplo, Cosío Villegas hizo el Fondo de Cultura Económica, donde había participación del Estado, fue diplomático, funcionario, consejero del Banco de México, llegó a representar a México en el Ecosoc (Consejo Económico y Social) en la ONU, hizo una obra histórica, pero por muchos años, a pesar de escribir ensayos muy aguerridos como La crisis de México, no dejaba de tener una dependencia del gobierno y del Estado, y esto restaba libertad e independencia a sus opiniones. En 1968 esto cambió. Echeverría, López Portillo y todos los gobiernos sucesivos quisieron atraer a los intelectuales, y lo lograron, pero con Cosío Villegas entendimos que, si México iba a ser democrático, el camino natural para el intelectual tenía que ser la independencia y la distancia del poder; esto es: no tener puestos públicos, no depender económicamente del gobierno, no ser ideólogo del poder, no ser consejero áulico del poder, criticar al poder. Es lo que hizo Octavio Paz, es lo que hemos hecho en la revista Vuelta y luego en Letras libres: tomar distancia del presidente y criticarlo, la prueba está en este libro. ¿Cómo está la situación actual? Pienso que se ha ahondado la distancia entre los intelectuales y el poder, y eso es muy bueno, para los intelectuales y para el poder, porque ahora el poder siente, este poder autocrático que estoy describiendo, siente que hay académicos, científicos, artistas, intelectuales, periodistas que dicen no, y explican por qué y tratan de persuadir al público con sus argumentos, esa es la función del intelectual.

Mentiras y difamaciones

(Ante los ataques en las conferencias matutinas del presidente y en medios afines a su gobierno), estoy tranquilo. El único cargo que me hacen no es debatir mis ideas sino decir que yo estuve de alguna manera vendido a los gobiernos anteriores: este libro, mis otros libros, cientos de artículos, mis documentales y lo que está en YouTube, demuestran que eso es mentira. Por otra parte, ahí están las páginas de transparencia de Letras libres y Clío para demostrar que nunca tuvimos más del 20 por ciento de anuncios oficiales, de modo que eso ni siquiera me roza, es una difamación que no se sostiene.

Regresión histórica

Creo que nunca he estado tan preocupado por lo que sucede en México. En primera, porque la presencia del crimen organizado es tal que ya podemos decir que partes del territorio nacional han dejado de ser México, porque no nos pertenecen, porque no les pertenecen a las personas que viven allí, porque tienen que pagar derechos de piso o vivir aterrados o no tener libertad de tránsito. Hay partes de México en las que no se puede vivir o respirar con libertad. En segunda, no me gusta el papel que se le ha dado al ejército en esta administración. Yo he estudiado y leído la trayectoria del ejército mexicano, institución admirada y admirable, muy querida por el pueblo mexicano, pero fue un ejército que, encarnado en los generales Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho, fue capaz del acto extraordinario, histórico, sin precedentes en América Latina, de ceder pacíficamente el poder a los civiles. No hay ninguna justificación para la regresión histórica que estamos viviendo. El presidente no es un militar, pero el poder económico y las tareas que le está dando al ejército, me preocupan. Me preocupan mucho la salud y las instituciones de salud; la educación y las instituciones educativas y académicas; el acoso a las libertades y la democracia, porque la democracia ha sido el corazón de la lucha en que tantos nos empeñamos.

El debate acalorado es natural, pero hay que distinguir entre el debate acalorado y una presidencia que monopoliza la palabra, que de una manera absolutamente asimétrica usa el micrófono por dos horas todos los días para atacar a quienes no tienen más foro que el de su público lector. Y algo más grave, lo utiliza para dar una versión de la realidad que a menudo no coincide con la realidad que agencias nacionales e internacionales, objetivas, respetadas, científicas, presentan. Entonces estamos ante un problema. Por eso estoy preocupado. Pero México prevalecerá, este hogar nuestro, de nuestros padres, de nuestros hijos, este hogar no lo vamos a perder, aunque mientras siga la atmósfera de polarización y odio, mientras siga la división plantada desde el poder, los mexicanos estaremos divididos. Siempre recuerdo la frase de los Evangelios, que repitió Abraham Lincoln: una casa dividida en contra de sí misma, no puede sobrevivir. Sobreviviremos, sin embargo, pero, caramba, no sobra un llamado al presidente de la República para decirle: por qué no, en la segunda parte de su sexenio cosecha las cosas buenas que ha hecho en política social y plantea limpiar la atmósfera de odio y polarización para escuchar las distintas voces de México y no únicamente la voz del presidente. Hacerle un llamado para que modifique su estilo personal de gobernar y abra paso al México de concordia que hemos perdido. Concordia no quiere decir está de acuerdo en todo, sino estar de acuerdo en que podemos dialogar y respetarnos unos a otros.

AQ

  • José Luis Martínez S.
  • Periodista y editor. Su libro más reciente es Herejías. Lecturas para tiempos difíciles (Madre Editorial, 2022). Publica su columna “El Santo Oficio” en Milenio todos los sábados.

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