Hola, querida Celeste, desde el crucero polar North Star IX.
Están de moda: los barcos son los “hoteles flotantes” que antes iban por el Caribe y tenían nombres tropicales; ahora van de Prudhoe a los resorts de Nóvaya Zemlyá, o de Trømsø a Isla Victoria, pasando siempre por el Polo, el punto exacto de los 90º de latitud norte.
Sí, aquel que estuvo cubierto de hielo durante millones de años. Yo lo he visto, Celeste. Se puede llegar hasta en invierno, como ahora, que Lino y yo acabamos de celebrar la Navidad aquí mismo. No son fake news. Díselo a la gente del instituto.
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Porque están ahí todavía, ¿verdad, Celeste? Sigo contando: hace 4 años, 9 meses y 12 días que no sabemos realmente nada de ningún sitio al sur de Colorado. Y de verdad, como te digo en cada mensaje que te envío, me siento muy culpable de haberlos abandonado, pero tú sabes que no fui la única. De hecho, todos ustedes deberían estar aquí. Si hubiera habido justicia cuando cerraron el tránsito… Tú sabes que a nosotros nos ayudó el puesto que tiene Lino, y que yo lo hice por mis hijos.
Hay muchas rutas: millones de kilómetros cuadrados de hielo polar se han derretido. Los barcos pueden navegar casi por donde quieran, y es posible pasar días sin ver un témpano, un barco de carga o una plataforma petrolera…
No sé si mis mensajes sigan llegando hasta ustedes, Celeste. No me atrevería a escribirte un mensaje sin encriptar ni a enviarlo en otro medio que no fuera papel, pero sigo sin aceptar que los traficantes no quieran traernos nunca una respuesta. Tal vez todo es solamente una estafa.
Aunque a veces imagino que ustedes, simplemente, rompen estos mensajes en cuanto les llegan. Ojalá no. Si hubieras tenido hijos, entenderías. Por favor, créeme que me preocupo. Que me importan.
Y, ¿sabes? No debería estar escribiendo esto. Es ilegal. Y tú no entiendes la presión que hay aquí. Lino siempre me dice que nos merecemos estar aquí, que fue selección natural. Que él se ganó la subdirección en la compañía por ser mejor. Que no tenemos la culpa del calentamiento. Que si las zonas cerca del Ecuador se han vuelto inhabitables, ustedes son responsables de no haberse ido…
Pero no. No puedo seguir con lo que dice. Mejor paso a otra cosa.
Celebramos la Navidad con una cena baile al aire libre, en una de las cubiertas de paseo. Mucha música, mucho alcohol, mucha comida. No, no me privé: no tiene caso porque las sobras las tiran. Nos pusimos abrigos, aunque más por estar en la temporada de noche polar que por otra cosa. Poco antes de las doce, la banda musical se detuvo y el maestro de ceremonias propuso un brindis. Uno que se ha vuelto tradicional: “Por las nuevas oportunidades, la paz en este lado del mundo, y los que no están”.
¿Lo entiendes? Los que no están son ustedes, tú y todos los demás. Los que viven allá. Y la gente que antes vivía aquí también. ¡Los esquimales! Y decimos las palabras con cara seria, porque no los hemos olvidado. Al final, lo que ha pasado con el mundo es algo trágico.
Y no es malo sentirnos mejor por reconocerlo. ¿No, Celeste? La banda volvió a tocar de inmediato, pero muchos nos fuimos a los camarotes. Y cuando desembarquemos en Victoria, le daré esta carta a un traficante que me recomendó la esposa de otro ejecutivo de la compañía…, que también va a mandar su mensaje. Realmente somos muchos quienes escribimos a alguien al otro lado del mundo. Es una gran industria, clandestina, por supuesto. Me dicen que prospera sobre todo en fechas como éstas.
¿Puedes creer que lo siento, Celeste? ¿Que muchos lo sentimos?
¿Puedes aceptar un “Feliz Navidad”?
En corto.Alberto Chimal
ocupación
Narrador y ensayista
Ciudad
Toluca
ÁSS