Evodio Escalante: el crítico como filósofo

Reseña

Una recopilación de ensayos sobre su obra lo refrenda como uno de los autores fundamentales, tanto de la crítica como de la filosofía, en México.

Portada del libro 'Entre literatura y filosofía: Evodio Escalante'. (UNAM)
Silvia Herrera
Ciudad de México /

Intemperante, desestabilizador, incómodo, francotirador son algunos de los calificativos con que se designa a uno de nuestros críticos mayores en varios de los textos que conforman el libro de homenaje Entre literatura y filosofía: Evodio Escalante (UNAM, 2020), compilado por Freja Cervantes, Carlos Oliva Mendoza y Sergio Ugalde. Supongo que estos atributos no le desagradan, sin embargo, su actitud desafiante tiene aspiraciones, diremos, más nobles, pues como observa José María Espinasa en el texto que le dedica: “pienso que él desearía tener interlocutores, dialogar con otros críticos, pues el papel de francotirador puede ser simpático pero no cómodo”. Su afán de polemizar, Escalante lo resume en esta declaración: “En una atmósfera sana tendría que haber polémica pero la realidad es triste; es difícil que en México haya polémicas, es decir, a menudo hay posiciones polémicas, pero en la verdadera polémica debe haber un intercambio” (entrevista con Marcos Daniel Aguilar aparecida en MILENIO).

Este rasgo como combatiente (o agonista, según lo mencionan en otra página) ha causado que algunos pretendan restarle seriedad a su figura, reduciéndola a la de un mero provocador, pero si hay alguien que representa al crítico literario como creador en nuestro medio ése es Escalante, como también lo anota Espinasa. Si esto es así, se debe al lugar primordial que para él ocupa el lenguaje, el cual tiene un fundamento filosófico. Escribe el filósofo Alberto Constante: “La crítica es concebida por Escalante como ese lugar donde el ser del lenguaje se filtra, ese lugar no es analizado como otra forma de saber, esa crítica, y esto es quizá lo más importante, no es enunciada como obra de un sujeto particular, sino que su sustrato se encuentra en la experiencia desnuda del lenguaje. Como heideggeriano que es, Escalante se está refiriendo a la Rede”.

Que la palabra “filosofía” aparezca en el marco de la crítica literaria puede resultar pretencioso para algunos, pero su empleo para clarificar el sentido de ciertas obras tiene como antecedente lo realizado por Ramón Xirau, filósofo de formación y también poeta, en sus estudios de obras como las de Sor Juana y Octavio Paz. En el caso de Escalante, el interés por la filosofía ha estado casi a la par de sus estudios literarios. La filosofía alemana fue el centro de su atención; además de Marx, claro, leyó a Hegel, Husserl, Nietzsche y Heidegger. La presencia de este último resulta determinante en su trabajo, por ello, nada más natural que le haya dedicado un libro, que tiene el lacónico título de Heidegger. Su interés por profundizar en su pensamiento data de 1995 cuando se integró a un seminario dictado por Ricardo Guerra como lo recuerda el psicoanalista Salvador Rocha, quien fue su compañero. Se trata de la mirada de alguien que no es especialista, pero esta mirada igualmente tiene sus virtudes; señala al respecto Espinasa: “El acercamiento a la filosofía en general y a Heidegger en particular tiene en este marco un sentido claro. Los escritores leen filosofía y la leen de una manera distinta a como lo hacen los profesionales de esa disciplina”. Esta opinión la suscribe asimismo Constante en su lectura del libro de Escalante: “Evodio no es profesionalmente un filósofo, pero ha leído y releído a Heidegger, y al ser un lector atento sus análisis, tengo que reconocer, son siempre sugerentes, exacerbados y por ello incitantes”.

Mauricio González Suárez, también filósofo, se detiene en Metafísica y delirio. El canto a un dios mineral de Jorge Cuesta, libro que desde el título anuncia su talante filosófico. Siempre a contracorriente de los argumentos de autoridad petrificados, la reivindicación de Escalante de Cuesta como gran poeta, se opone al punto de vista de Paz, quien no lo incluyó en Poesía en movimiento. En su texto González Suárez contrasta el punto de vista de Escalante con el de Jorge Volpi, quien lo estudia desde la perspectiva alquímica (en este caso, cabe anotar que Volpi está siguiendo la veta inaugurada por Jaime García Terrés siguiendo los principios de la Opus magnum en su libro sobre otro miembro de los Contemporáneos Poesía y alquimia. Los tres mundos de Gilberto Owen). Si bien para González Suárez los textos se complementan en sus oposiciones, al final sale avante la visión filosófica de Escalante por los malabarismos que efectúa Volpi. En este caso, se vuelve a retomar a Heidegger, en quien descansa la argumentación para ofrecer la visión más justa del poema.

Pero si en principio puede verse su manejo de la filosofía sólo como un complemento a la formación literaria, el filósofo Carlos Oliva Mendoza trasciende su imagen de crítico y lo trata como un par. Las obras más importantes de Escalante, anota, son “fundantes y fundamentales para la filosofía mexicana”. Oliva Mendoza las divide en dos zonas: en una caben las que establecen una relación “entre poesía, metafísica y ontología”: Elevación y caída del estridentismo, La vanguardia extraviada. El poeticismo en la obra de Enrique González Martínez, Eduardo Lizalde y Marco Antonio Montes de Oca, Metafísica y delirio. El canto a un dios mineral de Jorge Cuesta, José Gorostiza entre la redención y la catástrofe, Las sendas perdidas de Octavio Paz y Cinco cumbres de la poesía mexicana (por desgracia, la relación mencionada nada más se enuncia pero no se desarrolla); por otra parte, queda solitaria su primera obra de madurez José Revueltas. Una literatura del lado moridor, “una obra crítica, de carácter marxista, sobre el capitalismo de las últimas décadas del siglo XX”.

Entre los ensayos de Entre literatura y filosofía dedicados a la poesía de Escalante, destaca el de Alejandro Higashi, quien establece el nexo entre su poesía y su crítica, en el cual se reitera el rasgo filosófico.

AQ

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